Cómo le iría de mal a Biden en el debate televisado, que Trump, como en sus tiempos del programa The Celebrity Apprentice, por la cadena NBC, cuando hacía de Head Hunter para dirigir alguna de sus empresas, estuvo a punto de vociferarle ¡You are fired! y seguramente el buen Joe, con casi 82 años -no es tan viejo, pero sí anda en la nebulosa- habría salido del estudio regañado, para ir a seguir durmiendo en la nube de su Casa Blanca. Tan pobre desempeño mediático, que el New York Times y el colectivo demócrata le piden a su púgil Kid Joe que tire la toalla inmediatamente.
¿Quién sería el burro -emblema del Partido Demócrata- que le recomendó al presidente, en su actual estado de embotamiento, meterse a la jaula de la CNN, para enfrentársele a ese pato Donald -más loco que el pájaro ídem- programa que fuera visto en vivo y en directo por casi toda la población colombiana repartida en el mundo entero? Si tuviera a una “jefa de gabinete” como Laura Sarabia, seguramente lo habría pensado dos veces antes de hacer el ridículo, porque Biden no es ningún Petro (repelente, arrogante y mediático, pero efectivo en su discurso) aunque éste todo lo que dice es mentira, pero lo expresa con tal convicción, que mucha gente ingenua, a sabiendas de que está echando globos al aire, le cree todo, más cuando remata con palabras terminadas en ss… extravagante muletilla que le copió su vice “Ta´mala” Márquez, quien también vive en las nubes, gracias a su “helicóttero” particular.
Es que los candidatos presidenciales de hoy en día tienen que ser actores en todo el sentido de la palabra, para conquistar la masa flotante de votos regados cual “virus por las estrellas del universo”, como diría nuestro pétreo poeta y para que no ocurra, como lo dijo en Moscú una “mafio-periodista” del régimen, presentadora oficial de una cadena televisiva: “Eso parecía un reality show estadounidense sobre la vida de los jubilados", mientras su jefe, el hijo de Putin, hartaba vodka y reía a carcajadas de la condición humana de sus legítimos contradictores extraterritoriales.
Los debates presidenciales en USA tienen sustancia y el más sonado fue el protagonizado por el republicano Richard Nixon vs. el demócrata John F. Kennedy, en 1960, pelea que ganó el segundo por Knock out, y entre las cuerdas dijeron que Nixon no quiso que le aplicaran maquillaje, sudaba como una yegua garitera, mientras el joven y apuesto potro Kennedy, católico para más veras, lucía fresco y radiante, como luciría luego el añejo actor de Hollywood Ronald Reagan -a quien vi actuar dando puños y patadas en una burda película de vaqueros- pero como bien lo escribiera Mark Twain mucho antes, “no hay palabra más efectiva que una pausa bien colocada”; y resulta que Reagan era un maestro de la pausa y del ritmo y dejó regado en el cuadrilátero en 1980 a James Carter, un lánguido cultivador de cacahuetes, que ya se acerca peligrosamente al centenario.
Son tan traicioneros esos espacios, que Bush padre, en pleno debate, miró su reloj para saber cuánto más duraría esa tortura y Clinton lo sacó del ring y le arrebató la presidencia en el 92.
Post-it. Acá -remember- tuvimos a dos excelentes contendores en un debate televisado en el 86: Álvaro Gómez y Luis Carlos Galán, pesos pesados de la dialéctica y la oratoria, ambos sacrificados por Lucifer.