Ciclo de conciertos de Beethoven | El Nuevo Siglo
Jueves, 9 de Julio de 2015

Por Emilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

LOS  conciertos son eso: músicos que sobre un escenario tocan obras, con mayor o menor suerte, y el público los disfruta.

El de la noche del lunes pasado no fue uno más y reunió a la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela con la Filarmónica de Bogotá, bajo la dirección de Gustavo Dudamel. La Simón Bolívar y Dudamel andan protagonizando un idilio con Bogotá, lleno de pasión y de ardor. El romance está sobre la mesa y Bogotá está entregada.

Es amor verdadero. Porque las sirenas le cantan a la orquesta venezolana y a Dudamel desde todas partes del mundo: hasta desde la Philharmonie de Berlín y el festival de Salzburgo, donde ya triunfaron, y la Scala, que los va a acoger en su foso para “La Bohème” de Puccini.

Son el “Koh-i-Noor” del “Sistema Nacional de Orquestas y coros juveniles e infantiles Simón Bolívar de Venezuela” que dirige José Antonio Abreu, y que desde hace cerca de 25 años Colombia ha intentado emular, con unos resultados mortalmente discretos.

Concierto y bombazo

El lunes fue el abrebocas del “Ciclo de las 9 sinfonías de Beethoven” que se inició anoche. Una maratón que tiene a mil a la afición capitalina, la boletería se agotó en minutos y algunas `personalidades del famoseo local ¡se quedaron por puertas!

Pero hubo más que música. En realidad fue una noche cargada de simbolismo que buena parte del auditorio pasó por alto.

Primero Dudamel dirigió el gigantesco aparato orquestal en los himnos de Colombia y Venezuela, sin solución de continuidad y con majestuosamente. El de Colombia jamás ha sonado mejor.

Enseguida aparecieron, Ramiro Osorio, director del teatro, David García, director general de la Filarmónica y la secretaria de Cultura de Bogotá Clarisa Ruiz. Osorio hizo los honores de rigor y el agradecimiento a  los venezolanos por su solidaridad con su teatro. Enseguida García lanzó la noticia de la creación de nuevas orquestas para las localidades de Bogotá, además de las ya existentes, ¡tremenda noticia! ¡Varias localidades de Bogotá tendrán sus Filarmónicas!.

Un impaciente espectador desde la galería -la peligrosa galería- empezó a protestar, García remató anunciando que para diciembre de este año, el sueño de un auditorio para la Filarmónica empieza a ser realidad: ¡Otra bomba!. En medio de la airada furia del señor de la galería, Clarisa Ruiz apenas pudo detonar la tercera bomba: la firma de un convenio entre la Filarmónica de Bogotá y “El Sistema”.

En ese momento quedó en evidencia la ausencia del Ministerio de Cultura y del Plan nacional Batuta en el Teatro. No es un secreto que el manejo de las relaciones entre “Batuta” y “El sistema” ha sido lamentablemente atolondrado ¡por décadas! y que Batuta, luego de 25 años, un cuarto de siglo, no ha conseguido despegar, a pesar de los miles de millones que el Estado, a través de Colcultura primero y del Ministerio después, le han “invertido”.

Ahora, la decisión del “Sistema” no puede ser más atinada. El hecho debería preocupar profundamente a los, y las, ausentes del lunes…

Música, maestro Dudamel

Dudamel abrió con el que fue el momento más inspirado de la noche, una extraordinaria interpretación de la “Obertura Egmont, op. 84” de Beethoven. Reunir dos orquestas tan distintas no es tarea fácil y los mejores resultados en materia de homogeneidad sonora se consiguieron en “Egmont”. Para decirlo sin rodeos, los pasajes líricos de la primera parte se quedaron literalmente colgados del cielo raso de la sala. Dudamel consigue algo que es extraño y magistral, cuando los pasajes escalan el clímax, de un momento a otro logra una exaltación aún mayor; obviamente se trata de un vigoroso control de los matices, pero el asunto va más allá de lo puramente sonoro.

Enseguida la “Suite El Libertador”, que es de su autoría. Inteligentemente, antes de empezarla, se cuidó de anunciar al público sus verdaderos alcances musicales: es en realidad la banda sonora de la película sobre Bolívar -por cierto, la colombiana Juana Acosta encarna a Manuelita Sáenz- a pesar de que se trata de una composición cuyos alcances musicales él mismo aclaró, vale decir que su cuarto movimiento permite evocar la desolación del “Campo de la muerte” de “Alexander Nevski” de Prokofiev, en otro lenguaje, diametralmente distinto, desde luego.

Tras el intermedio la “Obertura Fildelio” de Beethoven, con momentos sin duda vigorosos. Para cerrar, la obra que llevó prácticamente al paroxismo al público: la “Fantasía Coral op. 80” que tuvo a Sergio Tiempo en el vistosísimo solo del piano. La obra, en ciertas armonías de la parte final, parece anunciar el “Coral” de la “Novena”, pues el público enloqueció. Dudamel volvió a exhibir esos momentos de llevar más allá los clímax y, el público consiguió que director y orquesta bisaran la parte final.

Son los milagros de los grandes: toman una obra, como la “Fantasía” beethoveniana y la sitúan en el Himalaya.

Cauda

El secreto del éxito de Dudamel y la Simón Bolívar en Bogotá, no es otro que entregarse por completo, lo hacen igual en Bogotá que en Salzburgo. Qué diferencia con Daniel Barenboim y su Orquesta del Diván, que a las expectativas de una Bogotá delirante de emoción respondieron con una versión, impecable, pero mortalmente rutinaria de la “Pastoral” de Beethoven.