Nuevas investigaciones están arrojando luz sobre cómo un entorno social puede impactar en nuestros cerebros al mostrar el sorprendente papel de una hormona relativamente inexplorada que funciona como un "termómetro" de la presencia de otros en el entorno inmediato.
Según Robert Sapolsky, uno de los principales neurocientíficos del mundo, las hormonas, las condiciones sociales, los genes, tu infancia y la cultura en la que creciste son los factores clave que conforman la estructura de nuestro cerebro. Y sobre todo, argumenta, la interacción de todos estos factores puede llevar a cambios permanentes en el comportamiento humano.
Por ejemplo, la pandemia de coronavirus, posiblemente la mayor crisis de salud pública que el mundo haya visto, ha cambiado la estructura misma de nuestra forma de vida. Como animales sociales, hemos tenido que luchar contra nuestra propia naturaleza para practicar las necesarias pero inherentemente incómodas medidas de aislamiento social.
Los científicos sociales han advertido de las consecuencias psicológicas de la pandemia, diciendo que las formas extremas de distanciamiento social pueden deteriorarse o desencadenar problemas mentales.
Su cerebro en el distanciamiento social
Más recientemente, un estudio del Instituto Max Planck de Investigación Cerebral, con sede en Alemania, abordó el proceso neurobiológico del distanciamiento social, tratando de determinar cómo el autoaislamiento puede estar afectando a nuestros cerebros.
Para investigar si los genes neuronales (que afectan a las proteínas del cerebro) reaccionan a las alteraciones dramáticas del entorno social, el equipo de investigación crio a peces cebra solos o con otros de su especie. Los científicos descubrieron que existe una molécula cerebral que sirve como una especie de "termómetro" de la presencia de otras personas en el entorno del pez.
Cuando el pez cebra percibe la existencia de otros a través de los movimientos del agua, esta molécula se activa.
El sorprendente papel de la hormona
"Nuestros datos indican un sorprendente papel para un neuropéptido (moléculas pequeñas, formadas por la unión de tres o más aminoácidos) relativamente inexplorado, el Pth2, que rastrea y responde a la densidad de población del entorno social de un animal", aseguró la neurobióloga Erin Schuman, jefe del equipo de investigación.
De acuerdo a esta investigadora, la presencia de otros puede tener consecuencias dramáticas en el acceso de un animal a los recursos y a la supervivencia final. Por lo tanto, es probable que esta neurohormona regule el cerebro social y las redes de comportamiento.
"Encontramos un cambio consistente en la expresión de un puñado de genes en peces que fueron criados en aislamiento social. Uno de ellos era la hormona paratiroidea 2 [Pth2], que codifica un péptido relativamente desconocido en el cerebro", dijo Lukas Anneser, miembro del equipo. "Curiosamente, la expresión de Pth2 no sólo registraba la presencia de otros, sino también su densidad," añadió - en otras palabras, cuántos otros peces había nadando alrededor.
Curiosamente, explicó, cuando se aislaron los peces, la hormona desapareció en el cerebro, pero a la inversa, cuando se añadieron otros peces al tanque, sus niveles de expresión aumentaron rápidamente. Justo como lo hace el mercurio en un termómetro.
Emocionados por este descubrimiento, los científicos probaron si los efectos del aislamiento podían ser modificados poniendo a un pez previamente aislado en un entorno social. "Después de sólo 30 minutos nadando con sus parientes, hubo una recuperación significativa de los niveles de Pth2", explicó Anneser.
Al igual que los seres humanos son sensibles al tacto, el pez cebra resulta afectado por el movimiento de otros peces, como un indicador de proximidad social, lo opuesto al distanciamiento. "Después de 12 horas con los parientes, los niveles de Pth2 eran indistinguibles de los que se ven en los animales criados socialmente", dijo Anneser, añadiendo que esto indica un vínculo muy estrecho entre la expresión de los genes y el medio ambiente.
En los humanos
Habida cuenta de las conclusiones de este estudio, se podría formular la hipótesis de que el aislamiento social podría tener un impacto en los sistemas cerebrales humanos que están conectados al entorno social, efecto cuyo alcance aún se desconoce.
Tal vez los estudios sobre seres humanos descubran que las personas también tienen hormonas que se encienden y se apagan basándose en la presencia, la ausencia y la densidad de la compañía humana, qué efectos tienen esas hormonas en la salud humana y si la privación a largo plazo es peligrosa o se remedia fácilmente, por ejemplo, levantando los confinamientos y el distanciamiento social.
Muchos otros estudios han encontrado que el número y la calidad de las conexiones sociales siguen de cerca la duración de la vida de los individuos, y la investigación neural podría arrojar luz sobre el mecanismo de este efecto, y cómo podríamos ser capaces de hacer frente a los efectos de salud de la privación social tristemente necesaria para tal vez salvar nuestras vidas.