Con tres orejas cada uno, Ferrera y De Castilla abandonaron la plaza por la puerta grande | El Nuevo Siglo
Juan de Castilla bordó el toreo y salió por la puerta grande de la Plaza de Manizales. Su colega español Antonio Ferrera, hizo lo propio. Los coletudos cortaron tres orejas cada uno. / Foto: Yesid Aguilar
Martes, 7 de Enero de 2025
Hernando Suárez Albarracín

Otro entradón registró la monumental de Manizales, para la celebración de la segunda corrida de abono de la feria cafetera. El capitán Carlos Barbero trajo a Manizales seis dijes que produjeron sin excepción asombro en los tendidos. Los alternantes estuvieron al nivel de las posibilidades que los astados dieron.

Antonio Ferrera, el de más antigua alternativa en el cartel, fue el primero en abrirse de capa y esta vez le correspondió hacerlo con Quitasol, un precioso jabonero sucio de 444 kilos, carifosco, que dejó buena impresión en el caballo. Inició con dos tandas de derechazos que remató con forzado de pecho y molinete respectivamente. Ejecutó luego una serie de naturales para volver sobre la derecha, ligando y corriendo bien la mano. Lo exigente del trajín y la vuelta de campana que dio el toro al comienzo de la faena le restaron fuerza al ejemplar en la última parte. En la suerte de recibir vació el acero hasta los gavilanes, en todo lo alto. El Santa Bárbara rodó sin puntilla. Una oreja al mallorquí y aplausos al toro en el arrastre.

Asomó en segundo lugar Pitero, uno de los dos lunares del encierro. Cuatro puyazos recibió el ojo de perdiz, a dos de los cuales renunció lanzando coces. A la muleta llegó remilgón y áspero en su embestida. Emilio de Justo tenía claro que el toro no iba a estar con él y aun así pudo instrumentar muletazos de bella ejecución. Media estocada, desprendida y descabello. Silencio y pitos a Pitero en el arrastre.

Para el tercer turno compareció Buenavida, un listón marcado con el número 75, que hizo correr el pilón de la romana hasta marcar 452 kilos. El listón tuvo la fortuna de caer en manos de Juan de Castilla, que lo liberó muy pronto de la indeseable tendencia a irse del compromiso. En la pica no estuvo a la altura de lo que habitualmente vemos en los ‘Santabárbaras’ y llegó a la muleta casi que advirtiendo que iba a armar líos. Juan brindó a la concurrencia y comenzó a doblarse con el toro, que hizo un extraño y casi lo prende en el segundo muletazo. Hubo luego dos movimientos en falso del toro, pero el antioqueño lo aguantó y llevándolo a los medios se enlazó con él. Dos tandas de derechazos invitando al toro a que renunciara a sus vicios. Una serie de naturales con transmisión, suaves, ligados, con la mano baja, hizo que el toro aceptara la invitación y terminó entregándose, como lo hizo Juan minutos después de su tercer concierto con la derecha rematado con dos pases invertidos en redondo y de rodillas, que levantaron los tendidos para volcarse luego con el alma sobre los lomos del colorado y hundir íntegro el acero. El toro rodó sin puntilla en todo el eje del ruedo y la plaza se vistió de pañuelos blancos. El presidente, obediente como Buenavida, dijo sí a la petición y la plaza estalló jubilosa. Dos trofeos, pues, a la espuerta de Juan y aplausos al toro en el arrastre.

Para el turno número 4 saltó en número 44, de 444 kilos. Seguramente eran también las 4:44. Lo de fondo es que el toro, un azabache de nombre Enojado, derrochó fuerza y pese a recibir un fuerte golpe en sus belfos al intentar saltar al callejón, mantuvo su casta y cumplió en los tres tercios. Se dijo al final que el toro dio todo su juego con la mandíbula fracturada. Antonio Ferrera instrumentó muletazos en su estilo de torear y, luego de encender a la parroquia en banderillas, llenó de filigranas su faena de muleta. El toro terminó atendiendo cuánta propuesta provino del diestro, pero la faena careció de orden y sentido. Estocada atravesando el toro. Este no tardó en doblar y el público pidió los trofeos. Insólito: Al diestro, tras atravesar al astado, le fueron concedidas las dos orejas. Al toro, merecida vuelta al ruedo.

Emilio de Justo se llevó los garbanzos de la corrida. El quinto de la tarde fue un albardado que, desde que saltó hasta que dobló, se mantuvo en el mismo nivel de descastado. Embestía toscamente; no se rehusó del todo a embestir, pero al no tener fondo ni transmisión, la voluntad de don Emilio quedó reducida a su mínima expresión. Una pena enorme no haber podido degustar el exquisito vino de la barrica torera del extremeño. Estoconazo. Pitos al toro. De Justo saludó desde el tercio.

El sexto fue un toro de buena nota en su comportamiento, del que Juan de Castilla obtuvo réditos importantes al instrumentar una faena decorosa, que no alcanzó el punto de emoción deseado, pero sí el nivel que se necesita en una plaza para pasar los aficionados a gusto. Afloraron aquí una vez más las buenas maneras y el gusto para torear, pero sobre todo el conocimiento y mando de este colombiano que a donde va, deja muy grata impresión. Estocada casi entera y contraria. Una oreja.

Así se puso punto final a un festejo interesante, entretenido y con buen contenido de detalles que permitieron que todos saliéramos felices de la Plaza.