En medio de un ambiente taurino creciente, se corrió en la monumental de Manizales un encierro de Dos Gutiérrez, complicado y de sórdida presentación. Incluso tuvo que ser ‘remendado’ por un toro de Ernesto Gutiérrez que saltó en quinto lugar.
Abrió plaza el matador andaluz David Galván, con el toro Literato, de 450 kilos. Aquí hizo alarde de sus finas maneras, toreó reposadamente y con muy buen gusto para ejecutar las suertes. El toro, de apariencia novilleril, tenía motor y embestía con codicia. Galván lo llevó a los medios y allí bordó una faena brillante, pulcra. El toro no se distrajo en ningún momento. Le encantaba moverse y acudir pronto al paño del gaditano, quien se exigió dibujando muletazos por los dos pitones y ligando con parsimonia. Espadazo desprendido en buen sitio. Dos orejas.
En el segundo de su lote, cuarto del festejo, pasó malos momentos porque el toro saltó a la arena exclusivamente a complicarlo todo. Reservón y probón con ínfulas de marrajo, no permitió que Galván alcanzara a ejecutar un pellizco de su torería. Estocada y descabello. Silencio al espada, bronca al toro en el arrastre.
Román Collado, torero muy querido en Manizales, se las vio en primer lugar con un azabache de juego aceptable, que también se sintió cómodo en los medios y permitió que el valenciano cumpliera su compromiso en tandas rematadas con pases en redondo. Hacia el final de la faena el toro le avisó en tres ocasiones que no lo encimara tanto, o se llevaría su susto. Afortunadamente no fue así. Media estocada contraria y ladeada, estoconazo atravesando al toro y descabello tras un aviso. Silencio.
Con Cadenero, número 197 de 460 kilos, el asunto fue a otro precio. Aquí cambió la casa, cambió el toro y cambió la vida. El toro no fue de la ganadería anunciada. El negrote enmorrillado, cuajado, fue de Ernesto Gutiérrez. Torazo. Embestía mejor y más que una máquina. Era el toro con el que sueñan los toreros. Metió los riñones en la pica, como sólo lo hace un toro bravo. Humilló con clase, acudió a la muleta con tranco, repitiéndose y sin desparramar la vista. Román dio cuenta de su libreto y, aprovechando lo que tenía a su favor, cuajó una bella faena. Ejecutó muletazos de factura por los dos pitones, embriagado de toro. De la plaza se apoderó un escándalo, hasta que reventó al ver asomar el pañuelo dorado del palco alto. El toro fue indultado. Cómo cambia la vida un toro bravo.
Juan Sebastián Hernández no estuvo en su día. El episodio más gris de la corrida tuvo dos capítulos, el primero de los cuales fue protagonizado por Cascabelero, toro número 86, que cargó bien en el caballo. En el segundo tercio, al salir Ricardo Santana de su segundo par de banderillas, persiguió al subalterno, quien no tuvo opción de ganar la barrera, cayó y se estrelló contra el filo del burladero. Lo vimos quedar inconsciente. Fue revisado en la enfermería y luego trasladado en ambulancia hasta un centro asistencial. Juan Sebastián Hernández salió entonces a cumplir lo suyo, pero el miedo y el descaste del toro fueron superiores y todo quedó reducido a nada. Estocada tendida. Silencio.
El segundo capítulo se dio con el toro de cierre del festejo, al que algo de toreabilidad de le vio, pero Sebastián había perdido los papeles. ¡Descompuesto, inseguro... espantao!!! Nada hay que decir, porque aquí no pasó nada. Estocada desprendida y media tendida tras dos avisos. Silencio al sogamoseño. Pitos al toro.
La vida tiene contrastes como los de esta corrida: Unas son de cal y otras de arena. No es para espantarnos ni para perder los papeles. La Feria de Manizales siempre nos sorprende y llena de felicidad nuestras vidas.