Triunfo de ensueño de Manuel Libardo en Manizales | El Nuevo Siglo
Manuel Libardo salió triunfador del primer festejo en Manizales. Indultó un toro de muy buenas condiciones y salió por la puerta grande. /Foto: Yesid Aguilar.
Domingo, 5 de Enero de 2025

Por: Hernando Suárez Albarracín

Muy buen ambiente en Manizales para la primera cita en la monumental. Corrida mixta. Se corrió un lote variopinto y encastado de Mondoñedo que peleó, sin excepción, en varas. Actuaron el rejoneador Venezolano José Luis Rodríguez, el matador de toros Manuel Libardo y los novilleros Luis Miguel Ramírez y Ánderson Sánchez.

Abrió plaza Hoyador, número 263 de 474 kilos. El toro se movió con presteza. José Luis Rodríguez, caballero en plaza, no anduvo limpio en su trajín y tuvo problemas en los tres tercios. En el toreo a pie, se para, se templa y se manda. A caballo se para, se ejecuta  y se remata. Esa ejecución de suertes debe hacerse a la grupa, cosa que no vimos. El toro también destacó por noble; de no haber sido por eso, seguramente estábamos contando una tragedia con el caballo cuando lo tuvo a merced al perder este los remos, o cuando hizo por un subalterno y le destrozó la chaquetilla. No pudo pasaportar al toro y hubo de hacerlo el sobresaliente Juanito Ortiz. Silencio.

Saltó en segundo lugar Greñudo, un gran toro de 480 kilos castaño, capuchino, caripintado, bocidorado, astiblanco y ojalado con el que Manuel Libardo estuvo inmenso, sublime. Qué inteligente estuvo a la hora de ajustar la faena a las condiciones de capuchino, que recibió un fuerte golpe al dar vuelta de campana y estrellarse luego contra un burladero. Al toro había que dosificarle los muletazos con acierto y Manuel lo tenía bien claro. Fueron siete tandas de derechazos de entre cuatro y cinco muletazos. Adicionalmente, estuvo en maestro al manejar los tiempos, pues entre tanda y tanda dio esa eternidad artística, maravillosa, torera, que terminó por hacer que el toro se rindiera a las zapatillas de embajador de Ubaté. Cambio de mano y va por naturales. Igual el mondoñedo ya había caído a la canasta del espada y este literalmente le hizo lo que quiso. Un poco tarde, pero sonó la feria de Manizales. Fue una faena limpia, lenta, ligada, profunda, no sólo por la inteligencia de Manuel Libardo, sino por el muy buen toro que tenía al frente. El toro fue indultado y dos orejas. Las primeras de la feria, entre lágrimas y una emoción indescriptible.

Vino luego el crédito de Antioquia Luis Miguel Ramírez. El encaste Contreras, todos lo sabemos, es exigente: Se le hace todo bien o protesta y todo lo descompone. Es un encaste duro, pasado de 'picante'; por eso las figuras lo rechazan. Quien no porte el carnet de torear, que exigen siempre los mondoñedos, pasa las afugias que pasó en este turno Luis Miguel Ramírez. Silencio. Y vamos con el siguiente porque aquí no pasó nada.

Con Tigrero, cuarto de la tarde, Ánderson Sánchez no pudo estar a gusto con él, pero estuvo con él. Llegó con ganas a la plaza y echando mano de ellas bregó para dejar algo en el ruedo, aunque todo quedó en muletazos aislados. Tres espadazos perpendiculares y cuando se aprestaba a descabellar, sonó el tercer aviso.

La segunda salida del rejoneador venezolano fue más infortunada que la primera. Lejos de hallar las distancias para ejecutar las suertes, estuvo falto de tino para darle vistosidad a su labor. Flojo en banderillas y carente de temple. Mató de rejón caído contrario. Silencio.

El sexto de la corrida, fijo y con movilidad, aunque a base de viajes cortos, permitió a Manuel Libardo una faena que no fue emotiva porque el toro tampoco tenía transmisión. Manuel Libardo bajó la mano y logró muletazos importantes. Lástima que se le refundió el rincón de Ordóñez y pasó un rato amargo para enviar a este negro al desolladero. Seis pinchazos y estoconazo desprendido hasta la empuñadura. Silencio.

Cancionero asomó por los toriles en séptimo lugar. De buen juego el novillo dio lo que deseaba Luis Miguel Ramírez para justificar la inscripción de su nombre en el cartel. La faena logró alcanzar algo de efervescencia; el paisa se dejó contagiar y rayó un puntito en bullidor. Se lució en dos tandas de muletazos sobre la mano derecha, a las que el astado fue con entrega. Espadazo delanterillo. Una oreja.

Naranjito clausuró la corrida. Buen toro (ya había cumplido los 4 años), el que correspondió en suerte a Anderson Sánchez. Acudía con codicia, sin distraerse un ápice y metía la cabeza abajo por los dos pitones. Anderson lo ensimismó demasiado y evidenció que tampoco había estado al día en los tiempos. Espadazo desprendido, casi caído. Una oreja y vuelta al ruedo al toro. Así terminó el primer festejo, que tuvo como preámbulo el grito del tendido joven, que llegó a la plaza con una inmensa pancarta que decía “Por una Colombia Libre”, que fue acompañado por las restantes 12.000 personas que casi llenan los tendidos.