Cuando mueren grandes del arte y la cultura | El Nuevo Siglo
AFP.
Sábado, 6 de Octubre de 2018
Andrés Rivera

LA MUERTE siempre ha despertado diferentes preguntas y sensaciones generalmente incómodas en el ser humano. En particular, al morir algún personaje representativo del arte y la cultura, se empiezan a manifestar varios fenómenos que no dejan de ser interesantes o al menos significativos.  El pasado lunes primero de octubre la prensa tanto nacional como internacional informó sobre el fallecimiento de 4 figuras emblemáticas de la música y el humor. En lo local el humorista colombiano Enrique Colavizza y el músico vallenato Huges Martinez. El escenario internacional, por sulado, despidió a Jerry Gonzalez, jazzista estadounidense, y a Charles Aznavour, cantautor considerado por algunos como el Frank Sinatra francés.

 

Los colombianos

En el caso de Colavizza, que participó en Sábados Felices por 37 años, se despierta una especie de nostalgia con cariño y agradecimiento. Acompañó a una cantidad de familias los sábados por la noche a través del humor creando personajes y situaciones que pudieran hacerlos sonreír al menos por unas horas a pesar de estar inmersos en un país con tantas dificultades. Recuerdo momentos de mi niñez en donde la familia se reunía en la cama de mis padres para ver el programa, comentar los chistes y compartir juntos frente a una pantalla y reír arropados por la misma cobija. Un recuerdo quizá simple para muchos, pero significativo para mi.

La muerte de personas como Colavizza pueden despertarnos la conciencia al reconocer que su labor ha dejado en nosotros algo más que unas horas de distracción y sonrisas. El humor nos regala momentos valiosos en la vida. Su recuerdo es una muestra de convicción y pasión por un arte es mucho más difícil de lo que parece el mundo que nos rodea. Su muerte me recuerda que existen personas que nadan contra corriente al vivir a través de una pasión. Que se esfuerzan por mantener viva nuestra risa porque reconocen el gigantesco valor y en increíble poder transformador de una carcajada.

Huges Martínez fue uno de los músicos emblemáticos de Colombia de la segunda mitad del siglo 20. Debo reconocer que no conocía su nombre ni su cara pero definitivamente había escuchado su música. Huges Martínez pertenecía a esa época mágica del vallenato en donde las letras narraban historias acompañadas de interpretaciones magistrales de guitarra y percusión. Era un músico vallenato en ese tiempo en donde el acordeón aún no había entrado a escena y la riqueza melódica de las cuerdas hacían del fondo ideal para hacernos transitar por esas historias de amor, dolor y picardía que ese vallenato de antaño sabía retratar.

Su muerte hace pensar en el relevo generacional y en la transformación del vallenato como género musical. Es muy probable que las generaciones de finales de los años 90 en adelante no tengan tanto acceso o interés en el vallenato de décadas atrás. Seguro es inevitable que el vallenato de Martínez pase de las parrandas a los museos. Afortunadamente la memoria en las regiones logra mantenerse un poco más gracias a los festivales y otros esfuerzos que mantienen vivo el legado de maestros. Al morir figuras como él recordamos la permanencia de todo. Recordamos que estamos inmersos en un flujo constante de transformación nos guste o no la dirección que persigue.

 

Trompetista y cantautor

Jerry Gonzalez fue uno de los íconos del Jazz latino. Logró un nivel muy alto en la interpretación de la trompeta y de las congas que le permitió colaborar con figuras Eddie Palmieri, Chet Baker, Freddie Hubbard entre otros. También participó  en proyectos musicales con artistas como Tito Puente, Paco de Lucía, Chano Dominguez entre otros. Incursionó en el son cubano intentó fusionar el flamenco y el jazz. De la muerte de músicos como él, que ya era un referente mundial del latin jazz, se manifiestan algunos fenómenos para reflexionar.

Al igual que con el fallecimiento de los grandes artistas a nivel mundial, se dispara un despliegue mediático significativo al igual que una activación comercial alrededor del arte del difunto. Por un lado podría se uno de los mejores homenajes, diseminar lo más posible su obra y lograr que muchos puedan disfrutar de ella. Pero por otro lado, parece como  una manipulación emocional oportunista del mercado para sacarle el mayor provecho económico de la muerte de un artista que significó bastante para muchos. Empezamos a ver los documentales, las biografías, las películas, los tributos etc. que pueden tener esa doble cara.

Una figura como Charles de Aznavour puede caer también en esas mismas dinámicas. Cantautor francés reconocido mundialmente por mas de 1400 canciones grabadas; de las cuales 800 escribió directamente, más de 100 millones de álbumes vendidos y con casi 300 discos publicados, era considerado por muchos como el Sinatra francés. Charles Aznavour y artistas como él, pertenecen a una generación en donde la expresión emocional a través de las letras y de la presencia escénica eran algo fundamental. Imaginemos por ejemplo a Édith Piar, con quien Aznavour colaboró. Podía estar en un escenario desnudo, sola junto a un piano, frente al micrófono y sin bailar y así, conseguía generar una reacción increíble tras terminar una canción. Ahora los muchos artistas no hacen un espectáculo sin complejas coreografías, juegos de luces y efectos especiales. Tampoco dan tanta importancia al contenido de las letras sino a algún ritmo pegajoso, a la repetición monotemática o a responder principalmente a lo que el mercado y el público demanda de ellos.

Una generación de grandes artistas está muriendo, ¿A qué le llamaremos grandeza en los años por venir?