Danzó el ballet folklórico de México | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Septiembre de 2012

PorEmilio Sanmiguel

Especial para El Nuevo Siglo

 

La presentación del Ballet folklórico de México, la noche del pasado viernes 20 de septiembre en el Teatro Mayor, como lo indicaba el programa de mano, era efectivamente una “Función de gala”. Por la doble razón de la presentación de la legendaria compañía fundada por Amalia Hernández (1917 – 2000) en 1952, que en buena medida ha sido el paradigma de todos los ballets folklóricos del continente, y porque la función se realizó a beneficio del Museo Nacional, que de las entidades culturales de este país es una de las más ejemplares.

 

El Museo Nacional, que ocupa parte del edificio del viejo panóptico de Bogotá, existe casi a pesar del Estado colombiano, que a lo largo de décadas ha demostrado su inhabilidad para conseguir que la institución logre por fin ocupar la totalidad del panóptico para lograr que el país cuente con un museo a la altura del arte nacional.

 

Elvira Cuervo de Jaramillo fue la persona que logró, desde la dirección, el milagro de hacer que el museo una entidad moderna, pero por esa incapacidad del Estado de que hablaba, no consiguió el sueño, de ella y de todos los colombianos, de finalmente hacer realidad la ampliación, y como su paso por el Ministerio de Cultura en el pasado gobierno fue lamentablemente tan breve, la situación no ha tenido solución.

 

El teatro estaba a reventar de público con lleno completo del aforo. A las ocho en punto de la noche se inició la presentación que, como era de esperarse, colmó ampliamente las expectativas de los espectadores.

 

La maravilla de la compañía estriba justamente en esos lineamientos y rumbos que marcó Amalia Hernández, en el sentido de conseguir un espectáculo que hunde sus raíces en lo más profundo de la tradición cultural mexicana y también en el mundo de la leyenda y los mitos del país azteca, sin ceder a la tentación de convertir el espectáculo en un carnaval de brillos y lentejuelas.

La primera parte abrió con el ballet azteca Los hijos del sol, más en el mundo de la reinterpretación de rituales ancestrales que de una reconstrucción folklórica; enseguida Guerrero – Gerrero, inspirado en Vicente Guerrero y Guerrero, luego Zacatecas que retrata las influencias españolas, enseguida Charreada y para cerrar la primera parte el gran espectáculo de Fiesta en Tlacotlapan, fiesta de la Virgen de la Candelaria en Veracruz.

 

La segunda parte del espectáculo tuvo una línea estética similar a la primera: abrieron con Cocheros, de inspiración precolombina, luego la Bodaen la Huasteca, baile de cortejos y coqueteos. Continuaron con la Danzadel venado, danza exenta de cualquier tipo de influencia española para cerrar el espectáculo con lo que más adoran los colombianos de la música y el folklor de México, la Fiestaen Jalisco, con sus chinas poblanas, los charros y, cómo no, el mariachi; en realidad un colombiano tiene que ser “piedra” para no emocionarse con el espectáculo, por supuesto con la música y con el rico vestuario de la coreografía encargada de cerrar la presentación de la compañía. El público así se lo hizo saber a los artistas del Ballet, que ahora está bajo la dirección de Salvador López López, que, dicho sea de paso es nieto de Amalia Hernández y el continuador de su empresa.

 

A la final, pues la satisfacción de haber asistido a un espectáculo sencillamente extraordinario, en el que los bailarines dejan la sensación de que lo suyo no es en realidad un oficio producto de horas y horas de ensayo sino un placer auténtico, por la alegría y por la energía desbordante que salía del escenario, y también el sentimiento en el público del deber cumplido por apoyar de esta manera al Museo Nacional.

 

CAUDA

En honor a la verdad hay que decir que, si bien es cierto el Estado colombiano ha mostrado un aterrador desgreño con el asunto del Museo, también hay que reconocer que al menos no se haya hecho de la entidad un coto de las voracidades burocráticas, porque al fin y al cabo en los últimos años la dirección ha tenido al menos una sana continuidad: primero con Elvira Cuervo y ahora con María Victoria de Robayo que, en la medida de las posibilidades le han dado una sana continuidad a una labor que más que admirable es milagrosa.

 

¿Será el presidente Santos la persona que haga realidad la ampliación del Museo? ¿Hasta cuándo van a entender los presidentes que con el paso del tiempo se les recuerda es por la obras y no por las intenciones?