El arte femenino colombiano llega a las salas londinenses | El Nuevo Siglo
“Paisajes comunes, lugares distantes” es una de las obras que harán parte de la exposición que se inaugurará el 21 de este mes.
Foto Juliana Ríos
Martes, 14 de Junio de 2022
Redacción Cultura

Una propuesta hecha por artistas latinoamericanas, entre las que se encuentran las colombianas Ana Isabel Diez y Juliana Ríos, llega a la galería londinense Amalgama con la exposición “Ficciones opuestas: mujeres provocando los hechos y las fabricaciones”.

El 21 de este mes, de 6:00 p.m. a 8:00 p.m., se llevará a cabo la inauguración de esta muestra, que estará abierta hasta el próximo 3 de julio, y cuyas piezas desafían nuestra comprensión de lo imaginario en una era de incertidumbre fáctica.

Curada por la fundadora de Amalgama, Daniela Galán, la muestra exhibirá a las artistas Ana Isabel Diez, Andrea Alkalay, Camila Villalobos, Dania González, Juliana Ríos, Mari Claudia García y Matilde Amigo. Igualmente, en colaboración con Barcu, esta exposición viajará a Colombia para ser exhibida durante la Semana del Arte de Bogotá en octubre.

Utilizando el collage como medio y concepto, el fascinante trabajo de estas siete mujeres deconstruye y transforma imágenes y nociones que una vez fueron consideradas hechos fácticos, imparciales y neutros.

El reportaje político, los medios de comunicación, el paisaje, los testimonios e incluso el cuerpo humano son replanteados en la obra de estas artistas, como gestos ficticios derivados de determinados procesos creativos. De tal forma, al subrayar su carácter artificial e imaginario, su obra permite revelar las narrativas que construyeron estos conceptos en el pasado, dando lugar a nuevos mundos, ajenos a los paradigmas tradicionales, y creando nuevas formas de entender la realidad.

Mari Claudia García y Camila Villalobos disrumpen el poder de los medios de comunicación y los circuitos de información en el activismo personal y político. En el video de García, “Hombre nuevo”, somos parte de una conversación entre adolescentes cubanos que discuten sus nociones de éxito, particularmente dentro del fenómeno del reguetón y la cultura del “reparto”. Se observa cómo estas prácticas crean una influencia más allá de la experiencia musical y transforman su lenguaje, sus cuerpos y sus actitudes frente a la vida.

Del mismo modo, en su obra “La revolución que nunca sucedió”, utilizando 11 EP grabados con imágenes tomadas durante los últimos levantamientos políticos en Cuba, García reflexiona sobre la censura y el sesgo del periodismo político en la Cuba contemporánea. A medida que los discos giran en un tocadiscos, los espectadores enfrentan el sonido discordante que producen las imágenes talladas al desaparecer con el movimiento.

Usando una estrategia similar, “Demasiado cerca” de Villalobos reconstruye dolorosamente los testimonios de 16 mujeres mexicanas que fueron víctimas de abuso sexual, en una serie de collages visualmente impactantes. A través del diálogo con el trabajo de Mónica Mayer en el “Proyecto El Tendedero”, su obra atrae y obliga a observar estas experiencias, por incómodas y horribles que sean.

Sin embargo, contrario a la obra de Mayer, en donde el espectador podría dejar de leer los testimonios o incluso dudar de su existencia, la estética gráfica y propagandística de Villalobos impide desviar la atención, y fuerza a reconocer su verdad.



Ana Isabel Diez, Andrea Alkalay y Dania González cuestionan la naturaleza objetiva del paisaje, exponiendo las estructuras sociales que lo definen y lo construyen. “Punto de cruce” de Diez muestra la imagen de un terreno en Pacora (Colombia), metódicamente tejida con costuras XY en una tela industrial.

Este material, generalmente utilizado para ocultar sitios de construcción, ahora sirve para ocultar las divisiones patriarcales del trabajo. La artista crea una analogía entre la costura XY y los cromosomas XY para examinar por qué a ciertos oficios se les asigna un género particular, afectando la forma en que son valorados y compensados económicamente en la sociedad colombiana.

Del mismo modo, “Paisaje sobre paisaje”, de Alkalay, expone las dimensiones culturales que conciben la idea de la naturaleza. Después de tomar una fotografía de un entorno natural, que normalmente carece de interferencia humana, la artista procede a transformarlo en un código RGB, un sistema de representación del color en el espacio digital. Posteriormente yuxtapone ambas imágenes, para mostrarle al espectador que la realidad puramente objetiva no existe, ya que aún la naturaleza es un producto de nuestra percepción y nuestra experiencia del mundo.

Las “Ciudades tienen árboles enfermos”, de González, reconstruye la cartografía de los desechos, creando una representación del mapa de Colombia a través del desperdicio de la actividad humana. Su serie de fotografías documenta la actuación de la artista en 2019 cuando caminó por Bogotá, llevando fósiles y piedras formadas tras derretir el plástico desechado que recolectó en sus viajes por el país. Para González, el plástico es un recurso ilimitado, un residuo del paisaje y de la materia que sirve como testimonio de nuestra existencia. Por lo tanto, al imitar al titán griego Atlas, que llevaba el peso del mundo sobre sus hombros, su gesto destaca la liviandad del plástico como símbolo de su falta de alma y de su dañino legado en el medio ambiente.

Finalmente, Juliana Ríos y Matilde Amigo desafían las narrativas detrás del diario vivir al cuestionar cómo nos expresamos en estados de alienación. Las pinturas de Ríos son el resultado de una residencia de tres meses en La Guajira, Colombia. Después de reconstruir la casa de su abuela, se mudó de la capital al pueblo de Villanueva con su esposo y su hijo recién nacido. Su trabajo es un testimonio de su cotidianidad y de la observación intuitiva y honesta de las experiencias de sus vecinos. En sus pinturas, el espectador puede ver cómo el vivir en este lugar es un viaje en el tiempo, como este se ralentiza y se devuelve a un momento ajeno a la contemporaneidad de la ciudad.