Con las cámaras de referentes del séptimo arte como Marta Rodríguez, Carlos Sánchez y Carlos Álvarez, quienes documentaron los cambios políticos y sociales en los 60, como materia prima, Jacobo del Castillo lanzó su ópera prima “El film justifica los medios”, una cinta que rinde homenaje al cine político colombiano.
La película, que se podrá ver en las salas de cine de Bogotá, Cali y Medellín hasta este martes, y en Manizales hasta el 3 de junio, recupera ese trabajo que se desarrolló en los años 60 y 70, cuando este grupo de jóvenes amantes del cine decidieron salir a las calles y viajar a zonas rurales para documentar con su cámara lo que sucedía en el país. Sin proponérselo, ellos y otros jóvenes cineastas fueron testigos de los cambios políticos y sociales así como de las gestas que definieron el rumbo de Colombia.
Hoy Marta Rodríguez, Carlos Sánchez y Carlos Álvarez (q.e.p.d.) son los protagonistas de esta película, de la que también podría decirse es una reflexión por la preservación de los archivos y la memoria, y una conciencia por documentar y registrar nuestro tiempo presente para que sea visto en el futuro.
Jacobo del Castillo, el director de la cinta, cuenta en entrevista sus expectativas sobre la recepción del público y los vestigios de la realización de este filme, que ya ha recorrido y ha sido reconocido en varios eventos cinematográficos en Latinoamérica como el Festival Viña del Mar en Chile, Midbo de Bogotá, el Festival de cine latinoamericano de La Plata en Argentina y el Festival Internacional de Cine de Derechos Humanos en Venezuela, entre otros más.
Como realizador e historiador ¿qué diferencias o similitudes hay entre historia y memoria?
JACOBO DEL CASTILLO: La historia es eso que se supone que ya ocurrió, los acontecimientos y episodios que configuran un pasado común y que “tradicionalmente” reposan en los libros, documentos oficiales, estatuas y monumentos. La memoria, en cambio, tiene que ver con cómo se recuerda lo sucedido y cómo se construyen los relatos, implica un terreno abiertamente subjetivo porque son las versiones de lo que entendemos o vivimos de la historia. Es la memoria de los vencedores o los vencidos, de las víctimas, de quienes hicieron cine, de los gobiernos, de los estudiantes; la memoria es un relato en constante construcción y disputa.
¿Cuál es la intención que tienen con el espectador actual?
JDC: Pensamos que recuperar la memoria de los cineastas, las imágenes y lo que sucedió en el país nos sirve para redescubrir lo que no sabíamos y para no olvidar. La película recupera el testimonio de estas madres y padres del cine documental político colombiano, pero no queremos quedarnos en la nostalgia, queremos generar una conversación con la generación actual y preguntar ¿qué vamos a hacer con ese material ahora?, ¿para qué me sirve, además de conocerlo?
¿Cómo cree que el público recibirá esta película?
JDC: Siento que cada vez hay más audiencia y el público puede estar interesado en encontrar parte de su historia en el cine. Cuando presentamos la película en el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, durante la Muestra Internacional Documental de Bogotá (Midbo), espectadores entre los 20 y 35 años de edad manifestaron que, aunque nunca habían visto esos filmes de los 60, las imágenes les resultaban muy familiares. Así que creo que hay puntos entre la cultura y la historia colombiana que pueden despertar interés. Además, a propósito del Paro Nacional y las movilizaciones, la gente está muy interesada en redescubrir cosas. La historia y la memoria están muy presentes en el colectivo por estos días.
Marta Rodríguez es un referente en la cinematografía colombiana, ¿qué significa contar con ella en la película?
JDC: Algo que tiene que ver con el espíritu de “El film justifica los medios” y pensando en Marta Rodríguez y su cine, es que estas historias y películas son archivos que están vivos. Con ella compartimos un relato y es el hacer cine con pocos recursos. Ella expresa que cuando empezó a hacer cine con Jorge Silva debían hacer muchos oficios, ser toderos y sacar adelante el proyecto con las uñas. Esa historia, 50 años después, sigue siendo la misma en el cine colombiano, a pesar de que hay fondos, becas y que se supone que todo es más fácil.
Dice que hacer cine sigue siendo difícil, pero en la película afirman que ahora todo es más fácil…
JDC: Siento que hoy es más fácil acceder a equipos, tecnología y educación. Sin embargo, una película no es tener una cámara, es también la idea, y por eso me gusta el legado de ellos de ver el cine como un descubrimiento con los otros, de la realidad. El cine como medio que cuenta mucho más allá que una historia. Claro, los tiempos son diferentes, cada época tiene sus adversidades, pero el llamado sigue siendo llevar hasta el final la película.
¿Cómo ve el panorama del actual cine político e independiente colombiano?
JDC: A pesar de que tengo un pensamiento sobre mi película, en ningún momento quiero que marque un deber ser o hacer del cine político. Cada generación configura su propio imaginario sobre lo que considera cine político y, como dice Marta Rodríguez, todo cine es político, desde el más militante hasta el que se burla de todo.
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¿Es bien recibido el cine político?
JDC: Actualmente en el cine colombiano y latinoamericano hay propuestas muy interesantes, políticas a su manera, y creo que la autocrítica va enfocada a que ahora la censura no está relacionada con el mensaje, sino con la distribución, porque hay ciertos estándares a los que nos hemos ido aplacando con tal de que nuestra película esté en determinado lugar. Son estos lugares donde se está definiendo el cine, pero el cine colombiano tiene muchas opciones muy potentes, desde las historias íntimas familiares hasta los relatos nacionales.
¿Cuál ha sido el tránsito por festivales cinematográficos?
JDC: La ruta empezó por Bolivia, cuando la película aún no estaba terminada y siguió, ya estando finalizada, en Viña del Mar (Chile), uno de los festivales más longevos en Latinoamérica y que en sus comienzos tuvo una marcada línea política, incluso muchas de las películas que reseñamos estuvieron en ese festival. También estuvimos en Brasil, Argentina, Chile, Perú, Venezuela y varios festivales de Colombia. En Europa aún tenemos bajo perfil, solo hemos estado en España e Italia. Estamos muy contentos porque, aunque se diga que es una película para público especializado, quien la ha visto en Latinoamérica se ha sentido identificado con la historia colombiana.
La película finaliza con la frase “La película existe porque se resiste a desaparecer”, ¿cuál es el mensaje de esa premisa poética?
JDC: Es la última parte del proceso de la película: hay una historia de unos cineastas que queremos recuperar, hay una historia del país que queremos recuperar, así como del oficio y el quehacer del cine documental político y artesanal. Pero nos encontramos con que estos archivos que son material fílmico se han ido perdiendo, hay obras que desaparecieron y al final queremos hacer conciencia sobre la importancia de la preservación y conservación de las imágenes, hay profesionales que se dedican a conservar el archivo, a restaurarlo, a convertirlo en otros formatos para que puedan ser vistos hoy.