Lluvia de orejas, indulto y delirio en adiós a El Cid | El Nuevo Siglo
Foto Laura Gallego
Martes, 7 de Enero de 2020
Hernando Suárez Albarracín

Una vez más, plaza casi llena y tiempo excepcional para enmarcar la segunda corrida del abono de la Feria Taurina de Manizales.

Se lidió un encierro de la ganadería de Santa Bárbara, de lámina y juego excepcionales, que despachó la terna integrada por Manuel Jesús “El Cid”, Román Collado y Sebastián Hernández, quien tomó su alternativa.

El toro de apertura del festejo fue cedido por El Cid al toricantano Sebastián Hernández. Un ejemplar de 448 kilos de nombre Jinete, del que el boyacense aprovechó su buena embestida y el repetirse con prontitud. La faena arrancó palmas tras cada serie, aunque careció de esa emoción que sólo transmite la experiencia. Al novel habrá que abrigarlo, placearlo y ponerlo en buenas manos. Tres cuartos de espada un tanto trasera y tendidilla, fueron suficientes para que cortara su primera oreja como matador de toros.

En segundo lugar fue lidiado Rabioso, un toro que El Cid descifró muy pronto para terminar mostrándolo en toda su dimensión y deleitándose con muletazos de la suavidad única de su repertorio. La faena, que resultó de una dimesión indescriptible por las maneras del torero y la embestida franca del toro, fue colofonada con un espadazo hasta la bola y certero descabello. Oreja a Manuel Jesús y vuelta al pupilo de Barbero.

Turno para Román. El valenciano dio con un toro demasiado tardo y remilgado en la embestida, que tuvo la virtud de meter bien la cabeza en el engaño, pero no dio ninguna ventaja para el lucimiento. El astado fue áspero en su comportamiento, pero tenía lidia. Afortunadamente el valenciano supo cómo controlar la situación y logró sacar partido. Estocada y descabello. El público exigió el trofeo y la Presidencia accedió, porque el pundonor también tiene mérito. Y mucho.

Saltó enseguida Dicharachero, último toro que mató Manuel Jesús "El Cid" en Colombia. Castaño requemado, albardado y astracanado, fue de calidad en su juego, aunque de pitón izquierdo chavista.

Un cariño de Manizales fue acompañar toda su faena con el pasodoble de la Feria. El Cid se atornilló en el centro del ruedo y bordó una faena que resume su tauromaquia: La del temple soñado, la del desmayo que eriza el alma, la del natural imposible… la del toreo de verdad. Citó al toro al eje del anillo gris y depositó allí su último gran espadazo, recibiendo al toro y entregando el alma. Dos orejas y vuelta al toro. El Cid pondrá fin a su carrera en Bambamarca (Perú), el próximo 23 de febrero.

La tarde pintaba muy bien, pero faltaba más: Un Castellano de 472 kilos aguardaba en los toriles. Saltó a la arena y allí estaba Román esperándolo. El toro sabía cómo hacer su tarea; y la hizo, hasta que terminó convertido en una máquina de embestir. Había mostrado que no sólo tenía hechuras de bravo, sino juego para largo. Muletazos por las dos manos y el de Barbero cada vez se entregaba más. Qué manera de humillar, qué clase al embestir... La faena subió muy pronto de temperatura, porque toro y torero transmitían. Emocionaban… El toro ha sido indultado.

Delirio en la plaza, locura, nudos en la garganta... lágrimas.

Quedaba un toro. Sebastián no quería salir a pie de la plaza. Gracias a la Providencia, el cornúpeta no fue garbanzo y la faena agradó con suficiencia. Octava oreja de la corrida.

Toreros y ganadero en hombros. Que viva Dios. Que viva la fiesta. Que viva el toro bravo.