“Vamos mi amorcito, yo te llevaré, al decimoquinto festival en Guararé”, es parte de la letra de todo un clásico de la música de América Latina, compuesta e interpretada por el maestro Alfredo Gutiérrez y que representa una de las canciones insignia del artista.
Su nombre de pila es Alfredo de Jesús Gutiérrez Vital, conocido también como el “Rey vallenato”, el “Monstruo del acordeón”, “El rebelde del acordeón”, “El rebelde del vallenato”, “El tri-rey vallenato” y “El último juglar vallenato”. Nació el 17 de abril de 1943 en Los Palmitos, Sucre.
“Desde que era un niño me gustó mucho el acordeón, me la pasaba en los matorrales cantando y soñando con ser un artista. Ya a los cinco años tenía compuestas dos canciones y adolescente ya cantaba en los pueblitos del departamento”, le dijo a EL NUEVO SIGLO el compositor, quien este fin de semana es homenajeado en el Festival Centro en Bogotá, en reconocimiento a su trayectoria artística.
En tarima “El tri-rey vallenato” puede utilizar entre 10 y 12 acordeones. Según él cada canción tiene un sonido y una historia diferente y el maestro sabe tocarlas muy bien cuando está con su público, razón por la que lo nombraron el “Monstruo del vallenato”.
“En casa tengo como 30 acordeones y a cada uno le tengo un nombre especial, como ‘Dos mujeres’, ‘La paloma guarumera’, ‘La guayabera’, ‘El tapado’…”. Sobre este último Alfredo cuenta una historia particular: “Le suenan cinco liras al tiempo y se le tapan las otras, queda sonando una sola; es un sonido especial, como sale en ‘Anhelos’”.
Otra de las características que lo hace especial es que es capaz de tocar el acordeón con sus pies. “Yo siento la música en mi cuerpo”, dice.
Sin duda, Alfredo Gutiérrez es un artista de dimensiones fantásticas. Gracias a una envidiable genialidad y sorprendente destreza con su acordeón, ha interpretado distintos géneros musicales, pero el aporte que ha hecho al folclor vallenato tiene un enorme valor cultural e histórico.
Musicólogos lo comparan con grandes figuras de otras expresiones musicales con identidad y transcendencia. En otras palabras, Alfredo Gutiérrez es para el vallenato, lo que la Sonora Matancera es para la música popular cubana y caribe, Willie Colón para la salsa, Vico C para el reguetón o Jimi Hendrix para el rock.
Su trayectoria musical abarca más de 800 composiciones, según él mismo lo afirma. Desde los diez años formó parte de Los Pequeños Vallenatos, junto a otros artistas como Arnulfo Briceño, Adonay Amaya y Ernesto y Alfonso Hernández.
“Corría el año 1943 y nos fuimos a Bucaramanga a conformar el grupo, con el que recorrimos los cinco países bolivarianos; la gente nos aclamaba, nos fue muy bien en esa época”, refiere el maestro.
Uno de sus primeros hitos como músico, que lo catapultó y llevó a convertirse en la legendaria y reconocida figura que es hoy, fue la pericia para acoplar la música sabanera con la vallenata, un hecho que rompió tendencias y con el que se consolidó como intérprete.
“En 1961 montamos Los Corraleros de Majagual y fue en ese año cuando ya inicié profesionalmente mi carrera como artista”, resalta.
Con Los Corraleros de Majagual, junto a grandes como Calixto Ochoa, César Castro y “Chico” Cervantes, entre otros, Gutiérrez sembró un legado musical, demostró su amplia capacidad interpretativa, creativa y compositora, con letras nunca que memorizó, pues todas las canciones brotaban en su pensamiento y ahí quedaban automáticamente grabadas.
Recientemente, Gutiérrez denunció el mal manejo que han tenido las regalías que recibe por parte de las disqueras, algo que lo ha venido aquejando durante varios meses: “No quiero morir en la miseria como han muerto la mayoría de artistas que ha dado Colombia porque las disqueras se quedan con todo el patrimonio de uno”, mencionó.
Músico de oro
Gutiérrez es uno de los artistas con más producciones grabadas en Colombia. Sabe combinar su fama y talento desbordante con humildad, sencillez y una innata espontaneidad, evidente solo con oírle hablar.
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Con casi 80 años de vida, al artista se le nota una frescura, una esencia humilde y, sin duda, un amor incondicional por la música.
Su gran obra ha sido compensada con aplausos, afecto y un sinnúmero de galardones. En México ha ganado dos veces un trofeo llamado Trébol de Oro y otro denominado Califa de Oro. En Venezuela le han entregado en cinco oportunidades el Guaicaipuro de Oro y el Carnaval de Barranquilla le ha otorgado tres Congos de Oro. En el 2007 fue nominado al Grammy Latino por el álbum “El más grande de los grandes”.
El Gobierno del Cesar también ha reconocido su grandeza musical y los aportes que ha hecho al folclor vallenato. El año pasado la institución gubernamental le rindió homenaje mediante un concierto y la develación de una escultura de cera en tamaño real, que forma parte del salón de la fama del museo del vallenato, inaugurado recientemente en el departamento.
Incluso, Alfredo Gutiérrez también recibió un homenaje en Panamá. El gobierno local de Guararé, donde se inspiró para hacer su composición, le entregó las llaves de la ciudad, en reconocimiento y declaración como uno de los más importantes juglares del país centroamericano.
“Hace tres meses la Cancillería de Colombia me homenajeó en Bogotá. Estoy muy agradecido, me siento honrado y afortunado por ese cariño que la gente me ha demostrado. Ahora, con la edad que tengo quiero seguir cantando, componiendo, brincando en la tarima, gozar de la vida y, como siempre, continuar tocando el acordeón”, expresa vigorosamente Gutiérrez, quien actualmente vive con su familia en Barranquilla.
Para este año el artista tiene programada una serie de presentaciones y, según dice, lo hará con toda la energía de cuando tenía cinco años en Los Palmitos.
“En marzo tengo dos conciertos sinfónicos en Bogotá. Ese mismo mes, el 16 y 17 me voy a presentar en Monterrey, México, y estoy preparando unos temas nuevos para lanzarlos ahora en el mercado. ¿Mi salud? Oh no, estoy perfectamente, todavía tengo fuerzas para brincar en la tarima, soy un atleta en la tarima, nada me detiene y más si lo que estoy haciendo lo disfruto”.
Le gusta ver fútbol y estar informado. Dice que cuando no está en la tarima, está en su casa, cuidando que todo esté en orden y que no falte nada. “Soy un hombre casero. Me gusta estar pendiente de mis cosas”, acota el compositor.