Desconcierto. Eso es lo que reina hoy en torno a la Selección Colombia y en general en el fútbol profesional, cuyos resultados en los últimos años son pobres.
Nadie entiende cómo de ser protagonistas en las copas Libertadores y Suramericana, se pasó a ser convidados de piedra.
Lo mismo ocurre con los seleccionados nacionales en las diferentes categorías. Hace tiempo que la Sub-17, Sub-20 y Sub-23 no son protagonistas como lo fueron en 1985 con Luis Alfonso Marroquín o posteriormente con Finot Castaño, con Eduardo Lara, Juan José Peláez o el mismo Reinaldo Rueda.
Pero lo que más preocupa es el nivel del seleccionado de mayores y la confusión aumenta entre propios y extraños porque de clasificar a dos mundiales seguidos bajo la orientación técnica de José Pékerman, ser protagonistas de primer orden en el Mundial de Brasil 2014 en donde James Rodríguez fue el goleador, o en Rusia 2018 en donde de no ser por la definición desde los 12 pasos frente a la encopetada Inglaterra, se hubiera podido avanzar más, se pasó a practicar un juego desabrido e inofensivo.
Resulta difícil creer que el nivel que hoy tiene el equipo dirigido por Reinaldo Rueda es reflejo de lo que acontece entre casa, donde se tiene un torneo y unos clubes competitivos, para la liga más no a nivel internacional, porque la mayoría de convocados no militan en equipos nacionales sino en el exterior.
Es más, la base de la Selección y los referentes como David Ospina, James Rodríguez, Juan Guillermo Cuadrado y Falcao García están en elencos de alto nivel competitivo y como ellos hay muchos otros que brillan allá pero acá se pierden.
¿Qué está pasando? A nivel de clubes está claro que los planteles se arman para ganar la liga, una liga que por negocio se volvió corta, de solo seis meses y que no permite hacer procesos y por ende se improvisa a la hora de encarar la Suramericana o la Libertadores.
También es claro que es poco lo que se está trabajando en el fútbol aficionado. El torneo de reservas desapareció, el ascenso solo funciona para la A y la B, cuando debería cobijar a la C, y la Difútbol se conforma con saber que el Pony Fútbol o la Copa Bon Bon Bum muestran algunos nuevos talentos o que uno que otro club trabaja las divisiones inferiores, pero no hay un plan de trabajo que garantice que las selecciones menores tengan de dónde surtirse.
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¿Y la Selección?
Hoy la gran preocupación es que la inofensiva e improductiva Selección Colombia, que acumula ocho partidos sin ganar, tres de ellos perdidos y cinco empatados, al tiempo que acumula más de 650 minutos sin hacer un gol, espera solo un milagro para clasificar al repechaje.
Para los directivos, encabezados por Ramón Yesurún y Álvaro González Alzate, sería un alivio que se hiciera el milagro y se avanzara a la repesca porque tendrían justificación para sus desacertadas decisiones.
Hoy los dos, junto al Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Fútbol, pasan de agache. Todas las críticas recaen sobre el técnico Reinaldo Rueda y sus desacertados cambios, su tozudez a la hora de mantener en la cancha a Juan Guillermo Cuadrado, así su aporte sea ínfimo, y el llamado de sus protegidos como Miguel Borja, Jimmy Chará o Gustavo Cuéllar, en cambio de darle oportunidad a otros que la merecen.
O también el susto de jugársela con hombres jóvenes como Yaser Asprilla. Hoy en Colombia no hay renovación y ese es el otro aspecto que preocupa de cara a las eliminatorias para el Mundial de México-Estados Unidos y Canadá.
Ya los directivos deberían estar trabajando hacia ese torneo. No sería extraño si optaran por mantener a Rueda como seleccionador, pero si lo van a hacer, que lo digan de una vez y que den razones.
Así mismo, que esgriman un plan de trabajo y que no suceda como cuando lo sacaron de Chile (donde cumplía una pobre campaña) y lo trajeron a no hacer nada durante tres o cuatro meses.
O, si piensan cambiar de estratega, que tan pronto termine la eliminatoria presenten al nuevo seleccionador y digan “esto es lo que vamos a hacer para no fracasar en el intento de llegar al Mundial 2026”.
¿Verdadero nivel?
¿Qué está pasando con la Selección Colombia? ¿Se perdió competitividad? ¿Hay un grupo de jugadores inconformes con el técnico? ¿Son los jugadores los que quitan y ponen técnico?
Estas y otras preguntan rondan hoy en el ambiente futbolero y las respuestas solo las tienen los directivos, el cuerpo técnico y los jugadores.
Lo evidente es que Colombia tiene una Selección con un rendimiento muy pobre y que no hay quien asuma el liderazgo y diga: vamos a salir de esta y para lograrlo tenemos que rompernos el alma.
Frente a Argentina en la derrota 1-0 se vio a un equipo muy ceñido a un libreto pensado en defender para intentar sacar un empate y nada más porque Colombia nunca ha sido contragolpeadora.
No hubo un solo jugador que dijera: esto no es lo que nos convine, necesitamos atacar, buscar el arco contrario, y por ello siempre los 11 estuvieron detrás de la línea del balón.
Y es posible que no se haya perdido competitividad, sino que hay conformismo y se requiere de un revulsivo, como ocurrió en Uruguay, en donde a los directivos no les tembló la mano para despedir a un símbolo como el ‘Maestro’ Óscar Tabárez y poner un técnico joven como Diego Alonso, quien llegó y en dos partidos reencausó a los Charrúas y hoy está en la cuarta casilla y con el tiquete prácticamente asegurado para ir a Catar.
Tal vez el técnico hubiera sido Carlos Queiroz, pero a los directivos les faltó sensatez y mano firme para defender su gestión, que era buena, y no darle gusto al grupo de jugadores que estaban inconformes porque protegía a James.
No es que Colombia haya perdido competitividad a nivel de selecciones, sino que se cayó en una etapa de letargo, de conformismo, en la que no ha habido quién haga reaccionar al grupo de jugadores. Rueda es muy calmado, muy pasivo y dado a formar grupos que lo protejan, y eso no funciona sino por un rato.
En cuanto a competiciones de clubes, sí se perdió protagonismo, competitividad por una razón, a los directivos lo único que les interesa es mostrar a sus jugadores para venderlos y estabilizar las finanzas.
Esperanza
En lo que resta de la eliminatoria, Colombia debe remontar una diferencia de cinco puntos para alcanzar a Uruguay en la cuarta casilla -la última con cupo directo al Mundial- o de cuatro unidades para igualar a Perú, provisionalmente en zona de repechaje.
Con las eliminadas Venezuela y Bolivia por delante en el calendario, los colombianos también aguardan por un resbalón de Chile, que es sexta (19 puntos).
El juego alegre y la buena técnica que llevaron a la tricolor a Brasil-2014 y Rusia-2018 dieron paso a un equipo tímido e incapaz de avanzar con el balón dominado.
La estrella en ascenso Luis Díaz, flamante incorporación del Liverpool inglés, tampoco fue el salvador de un equipo en franca agonía.
Por ahora la única esperanza es que en los dos partidos que restan se vea una Selección distinta, que demuestre que nada tiene que ver el nivel del fútbol interno con el rendimiento del representativo patrio, que los jugadores que actúan en Europa, México, Brasil o Estados Unidos, marcan diferencia y que lo que hoy ocurre es cuestión de un bajón.
No será fácil hacerlo porque el técnico, quien es el que debe transmitir confianza y seguridad, se nota ido, confundido, sin ideas para hacer reaccionar a sus dirigidos. Así lo demuestra en sus decisiones, especialmente cuando de hacer cambios se trata. Nunca ha sido atrevido.
¿Qué pasará? Solo Yesurún y González Alzate lo saben. Pero la Selección que hemos visto en los últimos ocho partidos no es la verdadera de Colombia. Algo pasa al interior y tal vez nunca se sepa qué es.