Es evidente el gran protagonismo que han ido teniendo, de manera creciente, los flujos financieros internacionales en los actuales procesos de globalización. La dinámica de estos masivos movimientos financieros confiere un carácter actualizado a los escenarios mundiales y afectan los procesos productivos. Es decir, repercuten en mecanismos relacionados con la generación de bienes, servicios y empleo, esto es, en el incremento de oportunidades para la población.
Las cifras difieren considerablemente, pero mientras la producción total de bienes y servicios en la economía mundial sería de unos 85 millones de dólares, las economías de los flujos financieros estarían moviendo al año uno 800 millones de dólares. Uno de los rasgos más llamativos en todo esto, y no ciertamente el único, es que ese movimiento de recursos opera como juego cero: lo que necesitamos para abrir más oportunidades en el empleo –economía real– se va a la economía de derivados financieros –economía financiarista o bancaria–.
Desde la perspectiva de interconexiones, de mayores o menores nexos, en la actual globalización, es posible sostener que los flujos financieros están más globalizados, es decir, pueden moverse e intercambiarse más libremente entre los mercados.
Los bienes y servicios no están tan globalizados. Aún deben sortear barreras arancelarias, no arancelarias –tales como medidas y requerimientos fitosanitarios–, cuotas, y en general restricciones específicas de mercado. Lo que menos está globalizado es el movimiento de recursos humanos no calificados. Basta ver las tragedias cotidianas que tienen lugar ya sea en el Mediterráneo –que se ha convertido en una inmensa tumba común– o bien en la frontera entre México y Estados Unidos.
Esta mayor movilidad de flujos financieros se ve favorecida por el mayor desarrollo tecnológico. Es así como, desde finales de los años sesenta, los setenta y los ochenta, estos flujos afectaron el ingreso y fuga de capitales, en particular desde los países en desarrollo o emergentes. Un indicador que ha incluido estos flujos, afectando tanto la economía real como la bancaria, es la inversión extranjera directa (IED).
Esta dinámica de movimientos financieros, además del papel de inversiones de empresas multinacionales o transnacionales, ha propiciado en mayor o menor grado el desplazamiento de empresas locales. En algunos casos es claro el papel más bien consumidor y no productor que tienen sociedades en las cuales, por ejemplo, las remesas familiares tienen un papel protagónico en la vida económica de los países.
Guatemala es un ejemplo de ello. En esta economía centroamericana de cerca de 104.000 millones de dólares anuales de producto interno bruto (PIB) y 17 millones de habitantes, las remesas familiares han llegado a constituir hasta cerca de un 18% del total de producción anual. Algo que es superior al ingreso de divisas de cualquier producto tradicional o no tradicional de exportación.
Otro factor de reforzamiento con el cual cuentan los flujos financieros internacionales está relacionado con recolocación de fondos a fin de evitar tributaciones. Se trata por lo general de reducir obligaciones de pago en los países en los cuales tienen operaciones directas en producción de bienes y servicios. En esos países se pueden evidenciar casos en los que existen zonas francas, eso atrae capitales productivos, algo deseable como medios para generar oportunidades de empleo productivo.
Una de las dificultades con esto de zonas francas indefinidas –más allá de lo precario o no del empleo creado– es que operan aprovechando bienes públicos que son responsabilidad de los Estados. Tal es el caso de dotación y operación de energía –usualmente eléctrica–, carreteras, instituciones directamente relacionadas con calidad de productos, puertos, aeropuertos y conexiones de ciberespacio, incluyendo banda ancha.
Estos bienes públicos implican costos, inversiones por parte de entidades públicas. A estos rasgos, en cuanto a concesiones, se agregan factores de corrupción directa o indirecta, que pueden llegar a involucrar a miembros de los parlamentos o congresos, cuando de controles legales y disposiciones jurídicas se trata.
Como era de esperarse, los flujos financieros llegan a paraísos fiscales, los cuales compiten por la captación de esos recursos y el correspondiente cobro de costos, por lo general indirectos. Con ello, pequeños estados que operan garantizando muchas veces secretividad de cuentas, ven favorablemente impactadas las condiciones de vida de sus sociedades, tanto en lo macro, como en el ámbito específico de empresas y personas.
Un ejemplo de flujos financieros captados influyendo en países de “acogida bancaria”: Luxemburgo. De conformidad con un estudio realizado por Damgaard y Elkjaer en 2017, este pequeño país del centro de Europa, de 2.500 kilómetros cuadrados y 115.000 habitantes, ha tenido entradas por más de 5.000 veces su PIB anual; y salidas de 3.000 veces su PIB, conforme a la categoría de inversión extranjera directa (IED).
Es indiscutible el importante papel que tienen en el mundo las empresas transnacionales, los flujos financieros y las inversiones que realizan en economía real. Se estima que en 1960 había 7.000 transnacionales, en 2011 habrían sido 65.000 empresas de este tipo. Actualmente controlan dos terceras partes del comercio planetario, generando cerca del 15% del total de producción mundial anual.
*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Facultad de Administración de la Universidad del Rosario.
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