Javier Díaz Molina es un ibaguereño que durante 27 años ha cargado con la responsabilidad de dirigir la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), una de las entidades más importantes de Colombia.
Según le contó a EL NUEVO SIGLO, en su tierra natal hizo la primaria y el bachillerato, pero cuando se graduó del Colegio Franciscano Jiménez de Cisneros tomó la decisión de viajar a la capital del país para convertirse en un profesional.
Siempre estuvo interesado en la filosofía y la historia, y desde joven vio el estudio como una puerta de salida, pues contantemente su papá le decía le decía “‘ustedes tienen que estudiar, si algo les puedo dar y dejar yo, es el estudio’”.
A la hora de elegir su profesión, su padre lo aconsejaba para que se formara en agronomía, veterinaria o zootecnia, pero a Díaz no le gustaba, él estaba interesado en la Economía. “Me presenté en dos universidades, la Jorge Tadeo Lozano y la Nacional economía y en ambas pasé, pero opté por la UNAL”.
Javier recuerda que en la universidad siempre fue buen estudiante y participó en cuanto tema político o grupo de estudio hubiera. Sin embargo, también reconoce que allí se despertó su postura crítica, pues asegura que siempre quería saber el porqué de las cosas.
“La universidad lo lleva a uno a ser muy crítico, a no comer entero. Yo tengo un profesor, Beethoven Herrera, quien todavía dice que yo cuestionaba todo, pues si él decía dos más dos es cuatro, yo le decía 'no, ¿explique por qué, ¿qué hay detrás de eso?, demuéstrelo'”.
Pero además del estudió también hubo tiempo para los amigos y la diversión, pues Díaz tenía un grupo de amigos en los tiempos universitarios –que había hecho en la parada del bus– con los cuales se reunía en una cafetería a tomar tinto, a hablar de la vida, a jugar cartas y, por supuesto, de vez en cuando, a cuadrar la ida a cine o a una fiesta.
El grupo de amigos aún se conserva, después de casi 40 años, y siguen tertuliando y tomando café en El Bosque e incluso todavía se hacen llamar ‘El síndrome del lobo’, nombre que hace referencia a que ninguno de ellos olvida aquel lugar de encuentro.
Un futuro prometedor
Sobre su primer trabajo aseguró que fue haciendo parte del estudio financiero para el parque Simón Bolívar. No obstante, con humildad reconoce que después de haber presentado el proyecto, el suyo no fue elegido, pues la iniciativa de una empresa japonesa (Jica) era notoriamente mejor.
Ante la negativa, él no se rindió, sino que, por el contrario, les pidió a los directivos de Jica que le prestaran los borradores del proyecto para analizar en dónde estaban las fallas y se dio cuenta de que “tenía errores de sumas, de cálculo, de multiplicaciones; los precios no tenían nada que ver con Colombia”.
En ese momento, Díaz vio una oportunidad de mejora y al día siguiente le mostró las correcciones al director del proyecto, quien convocó a una reunión de último momento con los directivos de lo que para ese entonces era Obras Públicas y ese mismo día escogieron su propuesta.
Más o menos a los 24 años, Javier hacía parte de un gran proyecto, el del parque Simón Bolívar y aunque había un equipo interdisciplinario y la responsabilidad era del Centro de Estudios, “el trabajo lo hacía yo”, aseguró.
Su gusto por el comercio exterior era evidente, por lo que le aconsejaron presentarse al cargo de vicepresidente que estaba ofreciendo la ANDI. Allí trabajó cinco años, pero en 1987 decidió empezar a trabajar con Analdex, inicialmente como vicepresidente técnico y luego de 10 años como líder de la organización.
“Duré 10 años como vicepresidente y en 1997, a mediados de año, me nombraron presidente y hasta el día de hoy estoy en ese cargo”.
Un corazón humilde
De los reconocimientos que le han hecho, el ejecutivo recuerda con un cariño especial cuando en el 2018 recibió la condecoración César González Muñoz al Economista del Año, un galardón que la Universidad Nacional creó tras el fallecimiento del docente –quien le dio clases– y que busca destacar la trayectoria en el área y la promoción de los valores sociales y empresariales en el país.
“Realmente tuvimos una muy buena amistad y cuando él murió, en la universidad decidieron crear el premio César González y el primero que se lo ganó fui yo, entonces ese premio para mí significa mucho. Los otros son reconocimientos al trabajo y a la labor que uno hace y también son satisfactorios”
Sobre cómo ha sido dirigir durante casi 27 años una de las organizaciones más importantes del país, Díaz indicó que ha sido muy satisfactorio, pues siempre ha tenido la filosofía de que las personas deben trabajar en lo que les gusta.
“Yo les decía a mis hijos que uno tenía que hacer en la vida lo que le gustaba y además de eso le pagan, pues mejor, porque no se convierte en una carga, uno despierta con ganas de ir al trabajo a tomar los retos. Entonces para mí ha sido muy satisfactorio este trabajo, lo he hecho gozándomelo y entregando todo lo que uno puede entregar".
En cuanto a la división del tiempo entre su trabajo y su familia, el directivo asegura que trató de mantener un equilibrio, no obstante, entre semana era un poco complicado, por lo que recuerda que les dijo a sus hijos que difícilmente podía estar de lunes a viernes, pero que el fin de semana siempre iba a estar ahí para ellos.
Los años pasaron y sus hijos crecieron, pero Díaz asegura que no se arrepiente de lo que ha hecho y de cómo ha distribuido los tiempos. Siente que no le hace falta hacer nada, por lo que en ocasiones piensa cómo va a ser ese proceso de transición cuando decida retirarse, pues ya está pensionado, pero la Asociación le pidió siguiera al frente. Sin embargo, como dijo él, "el tiempo se va agotando y creo que hay que ver cómo se surte ese proceso de transición. de encontrar la persona adecuada que coja esta bandera".
RECUADRO
Yo llegué cuando Analdex era muy pequeñito, eran muy pocos afiliados, y realmente esto es resultado de un proceso de construcción de una organización que hoy es líder en materia de comercio exterior.