De acuerdo con los expertos, 2019 fue un año que se caracterizó por un avance más pronunciado en los precios. Desde uno de sus registro más cercanos a la meta del Emisor en febrero (3,01%), la variación anual del Índice de Precios al Consumidor (IPC) inició una tendencia predominantemente alcista hasta alcanzar 3,84% en noviembre, el que sería su registro más elevado en cerca de dos años.
Tal evolución estuvo marcada por una aceleración importante en la inflación de alimentos. Los precios de estos productos pasaron de crecer anualmente a una tasa de 3,61% en marzo de 2019 a un avance de 5,97% el mes pasado. Entre tanto, en este mismo periodo la inflación sin alimentos (3,29%) se mantuvo relativamente estable.
Dicha evolución creciente de la inflación no estaba contemplada en las expectativas del mercado. De hecho, entre marzo y noviembre, las sorpresas al alza respecto a los pronósticos de los analistas acumularon 46 pbs, debido en buena medida a los reportes sorpresivamente más elevados de la canasta de alimentos.
Expectativas
En consecuencia, las expectativas de inflación para cierre de 2019 fueron revisadas consecutivamente al alza a lo largo del año. Por ejemplo, el pronóstico promedio para los analistas pasó de ser 3,23% en marzo a 3,88% en el sondeo de noviembre.
“De nuestro lado, la estimación pasó de 3,4% en abril a 3,9% en nuestra última actualización de proyecciones. Ahora bien, el último reporte del IPC dio un alto a esta tendencia de incremento en las expectativas del mercado para la inflación de fin de año. Luego de conocerse que el avance de los precios fue 0,5 puntos menor que el esperado, el promedio de los analistas redujo su estimación en esta misma magnitud y espera ahora que la lectura del último mes de 2019 sea 3,83%”, sostienen los investigadores del Bancolombia.
La estimación de los analistas económicos supone que el aumento mensual de los precios en diciembre sería de 0,28%. Esto implica un incremento menor al observado un año atrás (0,3%) y también al registrado, en promedio, en la última década durante el mes (0,36%). Por componentes, dicho pronóstico le asigna un avance similar a la canasta de alimentos (0,31%) y a la que excluye este rubro (0,27%).
Proyección
Señalan los expertos que “nuestra proyección tampoco fue ajena a este contexto, por lo que revisamos a la baja nuestra perspectiva de inflación anual en 2019 de 3,9% a 3,8%. En términos mensuales, esta visión es consecuente con una inflación de 0,25%, menor a la anticipada por el consenso de analistas”.
Por componentes, la proyección para diciembre está apoyada en un incremento de 0,2% mensual en la inflación básica. Más en concreto, tal avance sería producto de un aumento de 0,16% en el rubro de los no transables, de 0,19% en el de los transables y de 0,3% en los regulados. Ahora bien, se espera que los alimentos registren una inflación más elevada (0,41%), en donde incidirá tanto el ajuste en la tarifa de los restaurantes como el de los alimentos para consumo dentro del hogar.
“De materializarse, este escenario aliviaría parte de las presiones en la inflación que anticipábamos para los próximos meses. En concreto, al incorporar nuestra nueva proyección y la senda de inflaciones mensuales previstas en nuestro escenario base a lo largo de 2020, encontramos que los desvíos frente al límite superior del rango de tolerancia del Emisor (4%) no tendrían lugar desde enero hasta abril, sino que ocurrirían en febrero y marzo, cuando se superaría esta referencia por 8 puntos y 4 puntos, respectivamente”, señalan los investigadores.
Tal diferencia también sería inferior a la que anticipábamos previamente (18 puntos en febrero). Esto último es una muestra más del carácter transitorio de las presiones recientes en materia de precios. Es importante recordar que la lectura de cierre de 2019 es una referencia en el ajuste de diversas tarifas para el año siguiente.
Así pues, pasar de una inflación de 3,18% en 2018 a una cercana al 3,8% en 2019 impone naturalmente una presión al alza para el incremento de los precios del año entrante.
“Nuestra revisión reciente implica, por lo tanto, un alivio moderado para esta fuerza alcista. En todo caso, y a pesar de este ajuste, consideramos que los riesgos en adelante continúan sesgados al alza. Para nuestra proyección de 3,5% para 2020, la principal fuente de incertidumbre es qué tan persistente es la depreciación de la moneda y, por lo tanto, la intensidad con la que se desarrolle el traslado de esta a los precios al consumidor. Por lo pronto, en nuestra estimación base incorporamos un impacto bajo, en el que la inflación de la canasta transable no se desviará considerablemente del 2%, lo que permitirá que la inflación básica se consolide cerca del 3,5%. Es precisamente por ello que el efecto del tipo de cambio se posa como el factor más importante para monitorear en materia de precios”, aseguran los analistas.
Según la ANIF
Por su parte, la ANIF señala que la inflación podría terminar el año en niveles del 3.8%, contra 3.2% de 2018, amenazando el requerido “anclaje inflacionario” respecto del rango meta del 2%-4% anual de largo plazo establecido por el Banco de la República (BR). De perderse este “anclaje inflacionario” en 2020, es probable que el Banco de la República deba incrementar su tasa-repo en +25 puntos para contener la inflación en un 3.5%.
De otro lado, los riesgos de moderado rebote económico también han coincidido con lo que avizorábamos bajo nuestro escenario de tensión, pues el crecimiento del PIB-real estaría rondando valores del 3% (contra el 3.3% estimado a inicios del año). Si bien Colombia muestra resiliencia frente a las tensiones macro-financieras globales y estaría liderando el crecimiento de América Latina en 2019 (0.5%), el problema es que el país no luce hoy mejor por las ansiadas aceleraciones hacia potenciales del 3.5%-4%, sino por los graves problemas de estancamiento económico y gobernabilidad de la región.
Para 2020, la ANIF proyecta otro moderado repunte económico hacia el 3.3% anual, aunque en dicho pronóstico cabe mucha incertidumbre por cuenta de la desaceleración económica mundial y las fragilidades estructurales que demuestran el mercado laboral y las cuentas fiscal-externa.