200 años de la Cancillería | El Nuevo Siglo
Viernes, 1 de Octubre de 2021

Génesis de la diplomacia colombiana

* Bolívar y la tarea de don Pedro Gual

 

 

Se están celebrando los doscientos años de la creación, en 1821, de la Cancillería o Secretaría de Relaciones Exteriores de la República de Colombia, según lo dispuesto por el Libertador Simón Bolívar. Una nación naciente que con el triunfo en la Batalla de Boyacá y la libertad de la Nueva Granada y de Venezuela, luego con la incorporación de Quito y más adelante de Panamá, se convertía, tras Estados Unidos, en uno de los centros de poder más importantes del continente.

Como se recuerda, el Libertador había tenido a su cargo la gestión diplomática desde el momento en que se le dieron amplios poderes para gobernar sobre la marcha y hacer la guerra, en tiempos en los cuales la monarquía española insistía en plantear en el seno de la “Santa Alianza” que el conflicto en las colonias era un asunto de política interna, una suerte de rebelión de los ‘bandidos criollos’ que había que aniquilar a todo trance, castigando, encarcelando y despojando a sus protagonistas. De hecho, el propio Simón Bolívar sufrió cuantiosa expropiación de sus bienes en Hispanoamérica. 

Estados Unidos, que debía resolver diversos asuntos con España, que los había apoyado con contingentes militares en la guerra de independencia frente a los ingleses, mantenía buenas relaciones con Madrid, pero sentían natural y discreta simpatía la causa criolla. En tanto, Inglaterra, que había sido decisiva en la derrota de Napoleón en Waterloo, así como en restaurar en el trono a Fernando VII, al tiempo que aspiraba a abrir el comercio con Hispanoamérica, no disimulaba sus ambiciones coloniales en una región en donde España perdía predominio. De hecho, Londres mantenía las buenas relaciones con el Libertador, quien profesaba notable admiración por la eficacia del modelo político inglés y gozaba de la amistad personal de influyentes dirigentes del imperio británico. 

Así las cosas, en la naciente Cancillería colombiana don Pedro Gual -uno de los políticos más notables de esos días- buscaba arrancar y consolidar la política de ganar amigos a la causa colombianista y lograr el respeto y reconocimiento de la nueva nación por parte de la comunidad internacional. El distinguido hombre de Estado ocupó el cargo con lujo de competencia de 1821 a 1825. El Libertador le encomendó acercarse a las potencias y allanar respaldos en el exterior.

Es de anotar que en plena guerra a muerte en Venezuela se habían entablado negociaciones pacíficas con el general ibérico Pablo Morillo para regularizar el conflicto armado. Incluso el militar, en su correspondencia con la corona española, recomendó reconocer la beligerancia de los nuestros. Ello dio lugar a que Madrid modificara un tanto su política y contribuyera indirectamente a que se produjera el levantamiento de Riego, cuyas tropas se negaron a venir a combatir en estas tierras. Pero esa reflexión no prosperó. Por el contrario, en las autoridades ibéricas se dieron vagos intentos de organizar milicias para una intentona de reconquista suramericana, lo que dio al traste con la posibilidad de un entendimiento pacífico y de reanudar relaciones diplomáticas previo el reconocimiento de la independencia de las otrora colonias. 

La misión de don Pedro Gual consistió en consolidar, mediante la sutil negociación, los triunfos que mediante la espada había logrado el Libertador y dimensionar ante el mundo las posibilidades de amistad y mercado que con enorme riqueza ofrecía nuestro naciente país a la comunidad internacional. Por entonces figuraron en la nómina diplomática las más calificadas personalidades colombianas, consagradas a servir al país, en el objetivo de resolver los intrincados asuntos internacionales de los que habíamos estado ausentes por trescientos años. 

En uno de sus valiosos informes Gual, en 1923, explicaba sus objetivos: “El Ejecutivo ha montado todo su sistema de política exterior sobre sus tres grandes resortes y sobre alianza y confederación perpetua entre los cobeligerantes, unidad de conducta con los naturales, y la aplicación de todos los elementos disponibles de ofensa y defensa contra el enemigo, hasta reducirlo al estado de solicitar la paz”. 

Por entonces, la política exterior de Colombia se fundamentaba en el realismo en tanto se establecía en lo interior el orden constitucional y republicano. Todo ello mientras el Libertador y el general Sucre salían de campaña, haciendo uso de las armas y la naciente diplomacia, arropados con la bandera tricolor, con el fin de liberar Quito y Perú.

La rica correspondencia del Libertador y don Pedro Gual es prueba fehaciente de ese emprendimiento diplomático de tan alto vuelo, combinado con el esfuerzo de nuestros representantes en el exterior por posicionar la imagen de Colombia, sumar apoyos, reconocimientos, aliados, así como movilizar negocios. Una alta y fina diplomacia dos siglos atrás que poco a poco sentó las bases de Colombia. Gesta inteligente y heroica que hoy vale la pena recordar y destacar en los doscientos años del nacimiento de la Cancillería.