Aislamiento social y cuarentena | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Abril de 2020
  • El retorno de los tiempos
  • El mundo virtual y el mundo real

 

 

El ser un humano, como se sabe, es un animal esencialmente social. Lo que en otras palabras llamaba Aristóteles: el animal político. Es decir que se define, no solo por sus características orgánicas, sino porque la sociedad lo determina y su tendencia intrínseca y fundamental es a subsistir en compañía de los demás. Esto, asimismo, porque, tal y como lo han dicho desde hace siglos los filósofos e historiadores, el ser humano tiene una condición primordial en el espíritu de colaboración que anima su estructura emocional profunda. Es decir que su existencia goza de una premisa básica en la organización y progreso de la vida en comunidad. Es de allí de donde, en efecto, han surgido los elementos sustanciales de la cultura y la civilización hasta hoy. Por tanto, la humanidad, en todos sus períodos, no es otra cosa que el desenvolvimiento de ese sentido social insoslayable y fructífero.

Pero también y desde siempre, cuando el ser humano se ha sentido gravemente amenazado como en la actualidad, se repliega socialmente y vuelve, por decirlo así, a la protección de la caverna. Precisamente, en estos momentos de despliegue planetario del Covid-19, aun sin respuestas efectivas de la ciencia y a la expectativa de que ellas sean encontradas rápidamente, el mundo ha vuelto por la solución que siempre ha tenido a la mano frente a las pestes: el aislamiento social. Y ese es el dato primordial: estamos como en las épocas bíblicas, las antiguas y medievales, porque no hay otra alternativa viable cuando se trata de la supervivencia, aun si hace no más unos meses muchos proclamaban que habíamos llegado al culmen de desarrollo de la humanidad y al máximo progreso racionalista del ser humano, tal vez alienados con el espejismo de la tecnología y el homo-tecno, incluida la inteligencia artificial: error.

Efectivamente, hay pasajes recurrentes de la Biblia respecto de las pestes; Tucídides por su parte se encarga de ampliar el tema en una de las primeras narraciones históricas de que se tenga noticia y los católicos oran en la actualidad ante el Cristo de San Marcelo que derrotó la pandemia de entonces, a mediados del siglo XVI. De hecho, uno de los principales pensadores italianos actuales demuestra como El Decamerón, el primer y extraordinario libro que deja a un lado las grandes gestas bélicas para concentrarse en las vivencias humanas, se fundamenta en los cuentos de quienes pretenden pasar el tiempo en una estancia y evadir la epidemia del momento con los relatos del amor sensual. De otro lado, algunos han traído a cuento El amor en los tiempos del cólera, de García Márquez, y desde luego a la orden del día está La Peste, de Albert Camus. Asimismo, sobre el tapete ha quedado el relato preciso de Laureano Gómez, en 1918, sobre la llamada gripa española (que no es española) en Bogotá y su desarrollo catastrófico. En todos los casos se toca, de una u otra manera, el tema del aislamiento social.

Por supuesto, ahora la diferencia con esas épocas estriba en que la información se da en un tiempo real a través de las redes sociales, como nunca había ocurrido, y el número de contagios y fallecimientos se contabilizan en estadísticas de conocimiento público inmediato, no solo en las localidades, sino en el mundo. Ante ello, cualquier decisión sobre el aislamiento social y las respectivas cuarentenas, suele tornarse en un debate. Y es lo que está ocurriendo no solo en Colombia, sino a nivel mundial, puesto que todas las decisiones tienen un escrutinio público y político inmediato.

Inclusive hoy preponderan las plataformas digitales, otra circunstancia desconocida antes y que ha permitido mantener en alguna proporción la vida tal y como se le conocía antes del aislamiento. Eso está bien. Lo que no parece ser positivo es que ese método se adopte hacia el futuro para suprimir todo cuanto ha sido esencial en la definición del ser humano como persona social. En particular, pensar que los mecanismos exclusivamente digitales podrán suplantar la educación y la pedagogía con maestros presenciales. Ni pensar, tampoco, que la administración de justicia pueda realizarse de la misma manera. Y ni siquiera llegar a creer que la hechura de la ley y el control político del Congreso puedan llevarse a cabo de forma tan difusa e imposible de seguir como las sesiones virtuales. Podrá, ciertamente, mantenerse lo virtual hacia el futuro para muchas actividades, de modo favorable. Pero hay otras que tendrán que mantener lo presencial, a fin de no desquiciar la socialización del ser humano.

Por lo pronto, el presidente Iván Duque ha actuado sensatamente, prorrogando la cuarentena hasta el 11 de mayo, con algunas exenciones nuevas. De la responsabilidad ciudadana depende en buena medida los resultados de la revisión periódica anunciada, siempre y cuando, y ante todo se mantenga la curva epidemiológica dentro de la estrategia adoptada por el Ministerio de Salud. Solo cuando esto esté resuelto, tanto en el mundo como en Colombia, se tendrá ineludiblemente que volver a activar todo el contenido social del ser humano, para volver a ser lo que siempre hemos sido.