Alerta por siniestralidad vial | El Nuevo Siglo
Los motociclistas continúan siendo el actor vial con más víctimas fatales y heridos. /Foto ANSV
Lunes, 2 de Septiembre de 2024

* Más de 4.550 vidas perdidas hasta julio
* Menú amplio e integral de propuestas

 

Las tragedias viales en Colombia no paran. Ayer, lamentablemente, siete personas murieron y otras veinte resultaron heridas luego del accidente de un bus tipo ‘escalera’ entre San Agustín y Pitalito, en Huila.

El 2024 ha sido un año complicado en materia de siniestralidad en las carreteras. Las estadísticas del Observatorio de Seguridad Vial, con corte al pasado 7 de julio, dan cuenta de que un total de 4.551 vidas se perdieron. Si bien son 218 decesos menos que en igual lapso de 2023, continúa siendo una cifra fatal muy alta. En materia de heridos la situación también es preocupante: 15.000 personas resultaron lesionadas en este tipo de percances.

El mismo registro señala que los motociclistas continúan siendo, con mucha diferencia, la mayor cantidad de víctimas mortales (2.780), mientras que los peatones se ubican en segundo lugar (995). Domingos, sábados y lunes, en ese orden, son los días en que mayor cantidad de fallecimientos se presenta en las vías. Tanto en muertos como en heridos, los hombres tienen el índice de victimización más alto. La mayoría de los accidentes ocurre entre las seis de la tarde y las nueve de la noche. Otros dos datos que resultan significativamente relevantes: el número más alto de decesos se da en personas que están entre los 20 y 30 años. Y, finalmente, como es apenas obvio, las ciudades y departamentos con los mayores saldos de fallecidos y lesionados en accidentes viales son Bogotá, Antioquia y Valle, en donde la densidad vehicular y poblacional es la más grande del país.

No es fácil frenar la pérdida de vidas en las carreteras. Desde el Ministerio de Transporte, la Agencia Nacional de Seguridad Vial y las respectivas secretarías de tránsito departamentales y municipales (en estas últimas se ha experimentado un aumento sustancial de creación de cuerpos de tránsito locales) se viene trabajando en múltiples flancos. Aunque hay avances, la siniestralidad continúa siendo un problema mayúsculo.

En realidad, se trata de una crisis sobrediagnosticada. Los estudios confluyen en las mismas causas: irrespeto sistemático de conductores de vehículos, motociclistas, pasajeros, ciclistas y peatones a las normas mínimas del Código Nacional de Tránsito, sobre todo en cuanto a límites de velocidad y actuación temeraria. También se advierte sobre deficientes requisitos y nivel de exigencia tanto en las escuelas de conducción como en la misma expedición de licencias. Esto último es alarmante, ya que al revisar las principales causales de accidentes se encuentra una marcada impericia en la mayoría de los actores viales. Por igual, es claro que tanto en la revisión técnico-mecánica como en el porte del Seguro Obligatorio de Atención a Terceros (SOAT) hay una evasión impactante.

Asimismo, no es menor el debate en torno a la circulación en Colombia de vehículos que hace mucho tiempo superaron su tiempo de vida útil o cuyos sistemas de seguridad en frenos, mecánica, aditamentos anticolisión y modernización tecnológica rayan en lo arcaico, en contravía del desarrollo de la infraestructura, con carreteras de cuarta y quinta generación.

A lo anterior, habría que sumar otros aspectos que, sin duda, inciden directa o indirectamente en el incremento de la accidentalidad, como la disminución de los retenes de la Policía de Carreteras por situaciones de orden público, los escándalos de corrupción y fraudes en el SOAT, así como la explosión de fenómenos como el bicitaxismo, mototaxismo y de otras decenas de miles de particulares que, por cuenta del auge de las aplicaciones digitales de movilidad, terminan prestando servicios de transporte de pasajeros sin tener la suficiente experticia o licencia especial para ello.

¿Qué hacer? Son muchas las propuestas sobre la mesa. Hay quienes plantean, como un reciente estudio de Probogotá sobre la accidentalidad de motociclistas en la capital, que se adecúe la infraestructura vial y urbanística de forma tal que se obligue a andar más lento. También se ha pedido multiplicar el número de retenes y la cobertura de cámaras de fotomultas. No faltan los que urgen que en los peajes se instalen aparatos que permitan detectar vehículos sin SOAT o técnico-mecánica vigentes o conductores con problemas de licencia o un alto número de comparendos.

Del mismo modo, se propone extremar controles a las escuelas de conducción y los centros de reconocimiento automotor. Aumentar la red de ciclorrutas, elevar los requisitos para conducir motocicleta y regular su número por hora-tránsito, junto a redoblar las campañas de concientización ciudadana en conducción segura o reformar, otra vez, el Código Nacional de Tránsito, ya sea para reducir los topes de velocidad urbana, aumentar sanciones a infractores o proteger a los distintos actores viales (ayer, por ejemplo, se radicó un proyecto de ley sobre ciclistas) también hacen parte del menú de soluciones.

En realidad, todas son ideas con un nivel de utilidad. Sin embargo, la prevención más importante es la de cada persona en cuanto a que cuando transita por una vía esté consciente de que cumplir las normas de tránsito salvará su vida y las de los demás. Sentido común.