*Hace 25 años tronaron los cañones
*El descalabro de los generales
EL presidente de la Academia Colombiana de Historia, Enrique Gaviria Liévano, se refiere públicamente al luctuoso aniversario de la guerra de las Malvinas, para aclarar que: “En 1982 nos apartamos del consenso latinoamericano”. Puesto que: “El agresor era Argentina, y Colombia no podía apoyar que se aplicara contra Inglaterra el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) porque en ese momento los ingleses no eran los agresores. Pero Colombia sí apoyó la reivindicación argentina respecto a las Malvinas”. Y aclara: “Creo que es importante que Colombia apoye abiertamente la reclamación de Argentina”. La declaración del presidente de la Academia de Historia, institución asesora del Gobierno en los temas que le competen, cobra especial relevancia en cuanto en esos días nos dieron el ominoso titulo de ser el Caín de Latinoamérica; pocos aceptaron la aparente sutileza de la política exterior del gobierno de entonces. El distinguido historiador e internacionalista aconseja al Gobierno que asuma una postura favorable a Argentina en la cumbre de Cartagena, a la que asistirán los presidentes de la región. El Nuevo Siglo ha sido vertical al seguir la tesis defendida por el Libertador Simón Bolívar del uti possidetis juris, que consagra los antiguos límites que teníamos en la región cuando hicimos parte del Imperio Español en América. Doctrina que evita que las nuevas naciones se enzarcen en continuas guerras fronterizas y rechaza la intervención colonialista.
El caso argentino se enmarca en el tiempo en el principio internacional hispanoamericano del uti possidetis juris. A la luz de esos principios civilizados corresponde facilitar la resolución negociada y pacífica de los conflictos. Por lo mismo mantenemos una actitud serena con respecto al Reino Unido; potencia amiga con la que nos ligan lazos entrañables desde los tiempos de la Guerra de Independencia y en la actualidad.
Las investigaciones históricas de argentinos y especialistas de otras latitudes, sobre la Guerra de las Malvinas, muestran que la dictadura del teniente general Leopoldo Fortunato Galtieri, enfrentaba crisis de desprestigio político, contradicciones, coincidentes con la sistemática represión y el agotamiento del modelo autoritario para manejar el país, so pretexto de librarlo de la amenaza revolucionaria. Los asesores del régimen con intención de fortalecer el proceso, optan por dos juegos de guerra, con la finalidad de unir y seducir la población; barajan la posibilidad de atacar a Chile por cuenta de reivindicaciones territoriales o invadir a las Malvinas. Los ensayos de movilizar tropas subrepticiamente a la frontera con Chile, resultan infructuosos; el gobierno del general Augusto Pinochet vigila las fronteras, en tales condiciones el factor sorpresa no da lugar. Así que optan por el sorpresivo asalto armado en las Malvinas.
Lo inesperado del ataque de las tropas argentinas contra la guarnición inglesa, relativamente mal armada, produjo, inicialmente, victoria transitoria. El pueblo argentino conmovido colma las calles y respalda la incursión militar. Galtieri debe salir varias veces al balcón de la Casa Rosada a recibir ovaciones de una gigantesca y entusiasta multitud contagiada de patriotismo. En Londres, la señora Margaret Thatcher sopesa con su gabinete la situación e intenta en vano un arreglo amistoso, incluso, conseguir por la vía diplomática que las tropas argentinas se retiren, mientras moviliza su Flota de Guerra y las tropas. Ambos bandos combaten con arrojo. La posibilidad de una paz negociada se esfuma al ser bombardeado el Belgrano, por fuera de la zona de exclusión. El apoyo previsible de los Estados Unidos a la Gran Bretaña, aliado privilegiado en la guerra fría, inclina la balanza en favor de los europeos. Y ambos bandos dejan dolorosísima estela de muertos y heridos en las Malvinas. Al final se descubre que pese al entusiasmo de las tropas argentinas, no estaban preparadas, ni para la guerra, ni para el crudo invierno; emplean reclutas bisoños, logística y misiles fallan, los esfuerzos de la aviación y la marina no consiguen su cometido, se llega al fiero combate cuerpo a cuerpo, sin poder evitar el desplome. La decepción del pueblo argentino se propaga por el país, con insatisfacción y repudio visceral del régimen, que hace insostenible la dictadura.
Se reconoce la caballerosidad de los soldados británicos, quienes, pese a brutalidades aisladas en ambos bandos, no caen en la euforia de la victoria y dan oportunidad a los oficiales y soldados argentinos, algunos jóvenes imberbes, de rendirse y ser respetados dentro de los cánones establecidos en estos casos por las naciones civilizadas. Tal como lo reconoce el general Martín Balza, quien combatió en las Malvinas y hasta hace poco representó a su país en Colombia. Como hermanos hispanoamericanos y, a su vez, como amigos de la Gran Bretaña, debemos apoyar el empeño de las partes por negociar y llegar a acuerdos bilaterales sobre el futuro de las Malvinas.