*75.000 soluciones habitacionales en el cuatrienio
* Urge coordinación efectiva Distrito-Ministerio
La construcción en la capital del país es uno de los principales motores de la economía. Las cifras así lo constatan. Por ejemplo, el Producto Interno Bruto de Bogotá registró un crecimiento del 0,9% en el primer trimestre de este año (superior al promedio nacional). Uno de los impulsores de ese dinamismo fue, precisamente, el sector edificador que, según el Observatorio de Desarrollo Económico, tuvo un incremento anual del 23,1% y una contribución de 0,6 puntos porcentuales al valor agregado de la ciudad.
El mismo Observatorio indicó que las obras civiles fueron claves, registrando un aumento del 62,7%, en gran parte como resultado de la construcción en marcha de puentes, vías y la primera línea del Metro. De igual manera, las edificaciones residenciales y no residenciales mostraron un avance del 10,2%, mientras que las actividades especializadas en edificaciones y obras de ingeniería civil crecieron un 20,8%.
Otros datos cruciales para entender la importancia de la construcción en la ciudad: contribuye con el 3,2% del PIB, impacta 34 de las 68 actividades económicas principales, genera más de 208.000 empleos directos, de los cuales el 54% corresponde a edificaciones, incluyendo actividades inmobiliarias.
Visto todo lo anterior, se entiende por qué las apuestas por este nicho productivo en la metrópoli, que no ha escapado de la descolgada sectorial de los últimos dos años a nivel nacional, son determinantes para reactivar el aparato económico de la ciudad. En ese orden de ideas, sin duda constituye una buena noticia el lanzamiento por parte de la Administración Distrital del nuevo plan de vivienda denominado “Mi Casa en Bogotá”.
Las metas son claramente muy ambiciosas: a través de este plan de vivienda subnacional se plantea destinar un billón de pesos para la construcción de 60.000 nuevas viviendas, 12.000 mejoramientos habitacionales y 3.000 subsidios de arriendo social. Además del impacto en materia de reactivación económica, renovación urbanística y mejora en la calidad de vida de hogares de bajos y medianos ingresos, la idea es que esta estrategia permita generar no menos de 25.000 nuevos empleos directos e indirectos anualizados a partir del 2025.
Al decir de los expertos la principal fortaleza del programa distrital es que no solo está focalizado en familias que ganan menos de cuatro salarios mínimos mensuales y pertenecen a franjas de población vulnerable, sino que tiene cinco líneas de subsidio para que las familias puedan tener una oportunidad real de adquirir una vivienda de interés social o prioritario. Cada alternativa está pensada en distintos tipos de necesidades y fases del proceso de adquisición de inmueble, abarcando desde quienes hasta ahora arrancan en este propósito hasta a los núcleos familiares que ya están en etapa de compra activa.
Tanto los gremios de la construcción como las empresas edificadoras han recibido con buen ánimo las bases de este plan de vivienda, que obviamente está enmarcado en el Plan de Ordenamiento Territorial y alineado con el Plan de Desarrollo Distrital. Así como valoran la inversión y las distintas modalidades para beneficiarse de la estrategia, también insisten en que se aceleren otros requisitos básicos para llevarla a buen término, incluyendo también el impulso a la edificación de vivienda de mayor costo y otro tipo de edificaciones. Urgen, por ejemplo, más agilidad en los licenciamientos, acompasamiento funcional con los llamados Planes Parciales, una mejor gestión del Distrito para habilitar más suelo urbanizable −principal cuello de botella−, la definición integral de las zonas de reconversión y modernización urbanística, así como todo lo relativo a la adecuación de redes de servicios públicos y la interacción más efectiva para definir los planes de manejo de tráfico y conectividad vial, sobre todo en una ciudad que hoy tiene una gran cantidad de frentes de obra.
Obviamente en la implementación de “Mi Casa en Bogotá” es imperativo que los canales de interacción institucional entre el Gobierno nacional y el Distrito funcionen de manera eficiente y sin resquemores políticos, no solo en cuanto a la política de asignación y giro oportuno de subsidios, sino en otros aspectos en donde las decisiones superan el margen de acción administrativa, presupuestal y reglamentaria de la alcaldía, y corresponden a instancias ministeriales y derivadas.
Por lo pronto, la prioridad debe ser el arranque del programa e ir identificando los ajustes y correctivos por el camino. Está claro que la ciudad, por su tamaño y dimensión poblacional, tiene grandes brechas en cuanto al acceso a la vivienda propia, más aún después de recibir una fracción importante de migrantes venezolanos, lo que ha impactado la demanda residencial de forma significativa. Las bases de la estrategia están señaladas y es momento de poner manos a la obra.