Barbarie y alta política | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Abril de 2015

Los   griegos sostenían que los hombres en sociedad cumplimos un rol similar al de los actores, particularmente, en lo que se refiere a la política, en cuanto cada cual asume el papel que le corresponde según su capacidad, actividad, su circunstancia y ambiciones. Claro que  son raros los políticos que imitan a los grandes hombres del pasado, puesto que no siempre se tienen las condiciones para asumir responsabilidades y por lo tanto prefieren inspirarse en personajes menores, más fáciles de entender y seguir. Los primeros sirven de arquetipos y guías a los hombres, los segundos los confunden y al imitarlos  se rebaja la política misma, que pierde la más noble de las condiciones de servir al bien común y los grandes ideales de la humanidad. Es por eso que se cometen grandes crímenes y bajezas en nombre de la libertad, la democracia y la justicia.

Las sociedades viven históricamente un círculo vicioso, del que tratan de liberarla los grandes políticos y aquellos que son capaces de abrir nuevos caminos a los pueblos. Ese ir y venir del trajinar de las generaciones se palpa en la evolución misma de la política colombiana desde sus inicios cortesanos en la Colonia o en los balbuceos de la República durante la denominada por don Antonio Nariño, Patria Boba.

Es evidente que no basta con  imitar a los grandes de la historia, dado que los hechos cruciales son irrepetibles. ¿Quién iba a pensar que sería el caraqueño Simón Bolívar y no el santafereño don Antonio Nariño, el Libertador de la Nueva Granada?  Lo que demuestra que las fuerzas de la historia son las que empujan a los hombres y la política en los grandes momentos, por lo que es de presuponer que la voluntad de paz que anida en el corazón de los colombianos es superior a la tendencia homicida de los violentos, por lo que sean cuales fueren los obstáculos para alcanzar por la vía diplomática un acuerdo político digno, la razón terminará por prevalecer sobre la fuerza. La voluntad de 40 millones de colombianos por vivir en orden, civilidad y paz, es superior a la amenaza de los bárbaros.