* Menos política, más administración
* Siempre es mejor unir voluntades
En Bogotá, a diferencia de otras localidades, el Concejo es la suprema autoridad del Distrito Capital. Sus atribuciones son de carácter normativo, pero también le corresponde vigilar y controlar la gestión. Allí radica, de acuerdo con la Constitución interna de la ciudad, que es el Estatuto Orgánico, su valía y preponderancia.
A su vez, aunque tiene atribuciones amplias, las iniciativas se ven reducidas a lo que el Alcalde Mayor pueda presentar en proyectos de Acuerdo. Es ahí, ciertamente, donde se produce el consenso o disenso sobre las políticas a seguir. Tiene, por su parte, el Concejo la posibilidad de citar permanentemente a los funcionarios para que den explicaciones e inclusive puede recurrir a la moción de observaciones. El exceso de citaciones en algunos casos ha producido la parálisis administrativa, pero en otros ha sido el elemento sustancial del control político.
En términos latos, los Partidos representados en el Concejo, aparte del denominado Progresismo, se abstuvieron de hacer coalición con la Alcaldía Mayor y no participarán de la Administración Distrital. Es de alguna manera un revés para la Alcaldía y para la Secretaría de Gobierno, tanto en cuanto habían propuesto una coalición de unidad distrital al estilo de la nacional, con representación partidista. Todo ello era entendible en la medida en que la ciudad requiere aunar voluntades para salir de la crisis y la desaceleración que supuso el último Gobierno.
Han dicho las bancadas edilicias que ello no es irse a la oposición. Se sabe, sin embargo, que corresponde al Concejo acelerar o desacelerar los trámites, y siempre es mejor su activa participación que la atonía.
En tanto, es posible concluir que las ofertas de la Administración para ingresar al gobierno no fueron consecuentes con la propia propuesta. En efecto, si lo que se pretendía era trascender el 30 por ciento del resultado de la votación y ampliar las mayorías, lo ideal era establecer programas y participaciones sectoriales, de manera que hubiera responsables fehacientes, con el respectivo escrutinio público. Nombrado el Gabinete, sin esas consideraciones, pareció evidente que lo demás eran apenas circunstancias colaterales, sin capacidad dirigente y la responsabilidad concomitante.
Ha dicho el Alcalde Mayor que procederá, entonces, a realizar una administración al estilo de la de Antanas Mockus. Como una abstracción política puede sonar bien, y sin duda fue aquella época interesante por la transparencia y la autonomía. Pero no necesariamente es lo que da mayor agilidad a la Administración, como entonces pudo comprobarse con múltiples proyectos, entre ellos, por ejemplo, el Plan de Desarrollo, el Presupuesto, el cupo de endeudamiento y otros, como la modificación de la Empresa de Teléfonos, que hubo de votarse varias veces, sin éxito. En realidad, la naturaleza del Estatuto Orgánico propende más por un espíritu de colaboración administrativa que por una pugna política.
No hay duda de que para sacar avante a Bogotá se necesita la mayor cantidad de voluntad política posible. Especialmente, desde luego, en todo cuanto compete a la lucha contra la corrupción y los desfalcos que paulatinamente se van judicializando, una vez develados también los fraudes en el sistema de salud. Ello, tal como quedó demostrado en campaña de todos los candidatos, es un imperativo categórico.
Pero Bogotá también tiene otros frentes de acción. Lo importante es que sean precisos y puedan conseguirse a través de cronogramas y metas exactos.
Está claro que con las investigaciones por salir sobre algunos concejales y exconcejales puede haber estremecimientos intempestivos en la Administración citadina. No será ello óbice, desde luego, para dar el salto hacia adelante que reclama la ciudad. Lo que esperan los ciudadanos, como decía Rafael Reyes, es menos política y más administración. Y eso lo deben tener bien claro tanto el Alcalde Mayor como el Concejo Distrital, de manera que las relaciones no se vuelvan un asunto de perros y gatos, sino que puedan sobrellevarse positivamente dentro de las competencias de cada quien.