Carácter y valor civil | El Nuevo Siglo
Martes, 22 de Octubre de 2013

*Se evitó una tragedia mayor

*Los curadores en la mira

Entre los hechos que merecen ser destacados en medio del alud de noticias negativas que ha dejado el desplome de la torre 6 del edifico Space del Poblado en Medellín, se debe destacar la firmeza de carácter del funcionario Jaime Enrique Gómez, director encargado del Departamento de Atención y Gestión de Riesgo y Desastres (Dagrd) de Medellín, quien, 34 horas antes de que ocurriera la tragedia  ordenó evacuar a los residentes en ese edificio. Como numerosas personas de las que vivían allí eran influyentes se negaban a abandonar sus apartamentos, por lo cual el acucioso geólogo debió acudir directamente a la Policía, angustiado por el peligro que corrían sus vidas. Gómez consideró que el peligro era inminente de que el edificio se derrumbara, en contra del parecer de los ingenieros de la constructora que levantó esa edificación, cuyos propietarios la habitaban, por lo que estaban seguros de que lo habían construido cumpliendo con todas las normas que se requieren en estos casos, de lo contrario no arriesgarían sus vidas viviendo allí, ni tiene sentido que una firma respetable con décadas de experiencia en el ramo de la construcción invirtiera en una mole de no estar segura de su solidez.

La evidencia de las grietas que se observaban en el edificio y las quejas de algunos de los habitantes e inquilinos llevaron a Gómez a ordenar el desalojo inmediato, así los constructores alegaran que los estudios de ingeniería se habían hecho teniendo en cuenta la naturaleza del terreno y la calidad de los materiales, por lo que no había ningún riesgo. Para el geólogo la determinación a tomar no era fácil en cuanto de tratarse de una falsa alarma, de una decisión equivocada vendrían quejas y eventuales demandas contra él  y contra el Municipio. Muy seguramente, la protesta de los constructores que apostaban a la solidez del edificio y de los que se negaban a abandonarlo le costaría el puesto y mil inconvenientes más. Aun así su sentido de la autoridad  y la responsabilidad, como la valiosa opinión de tres ingenieros que lo acompañaban, lo determinó a tomar la decisión que le aconsejaba su conciencia y conocimientos. Con valor civil y resolución inquebrantable ordenó el desalojo. Su firmeza acalló las protestas y salvó a 22 familias de morir. La situación era desesperada y dolorosa para los residentes, en cuanto de improviso se veían obligados a dejar sus pertenencias, no había tiempo para sacar más de una maleta o, posiblemente, morir. La mayoría prefirió oír al funcionario y aferrarse a la vida.

Entre los que se salvaron están, por supuesto, los dueños de la constructora, así como el curador, que aún no se sabe si era socio de la misma, lo que sería a todas luces irregular. Según informes de última hora el curador se habría rajado en algunos exámenes que le hicieron las autoridades para seguir en el cargo. Existe en el país una gran prevención contra  curadores codiciosos e inescrupulosos  que por ganar más dinero permiten que se construya en zonas prohibidas y de alto riesgo, como es el caso de los cerros en Bogotá, donde el peligro de derrumbes ha sido advertido por las autoridades en diversas ocasiones sin que se tomen medidas al respecto. La experiencia de los curadores urbanos ha sido en algunos casos nefasta para el patrimonio arquitectónico de la capital, no solamente por los peligros que existen de temblores en una ciudad que como México se ha construido sobre una depresión lacustre, sino por las fallas geológicas que confluyen en la misma. El tema se extiende a otras ciudades y regiones que se ven afectadas en su calidad de vida y seguridad por las decisiones nefastas de los curadores urbanos, como es el caso de las playas que son de la Nación que se ha convertido en uno de los escándalos mayúsculos que propician los curadores urbanos, puesto que de manera ilegal han violado la ley entregando valiosas  playas a los particulares.

En cuanto a Jaime Enrique  Gómez es de destacar que cuando acudió a la Policía en el Poblado, explicó la urgencia y gravedad de la situación, asunto en el cual  por fortuna lo secundaron y respaldaron de inmediato, al reconocer la responsabilidad de su cargo y la de ellos mismos como agentes del orden. Siempre en contravía de la opinión de varios ingenieros, seguramente, de buena fe, que estuvieron vinculados a la construcción del edifico, que negaban de plano que se pudiera caer. Las gentes en ocasiones se aferran a modelos y fórmulas que creen invulnerables y prefieren hundirse con ellas, que reconocer su error, como el que se agarra a una piedra y se ahoga.