Colas y colados en el Transmilenio | El Nuevo Siglo
Miércoles, 15 de Abril de 2015

LA  concentración de personas y los tumultos que se arman en las estaciones de Transmilenio crispan los nervios de los pasajeros y funcionarios del sistema de transporte masivo. No hace mucho una empleada que cumplía labores de vigilancia en una de las estaciones se enfrentó a golpes con una usuaria y la Policía tuvo que intervenir. Trascendió que la agresora, que aparecía en videos golpeando a la pasajera, fue destituida por los directivos de Transmilenio.

Esos excesos de la encargada de la vigilancia muestran cómo, en ocasiones, en medio de las tensiones que deben afrontar a diario, el guardián del manicomio resuelve morder al loco del paseo. En vista de que trascendió que la empleada que hacía labores de vigilancia era celosa en cumplir su deber y no había dado muestras en ningún  caso de agredir a nadie, se deduce que las presiones del  trabajo agotaron su paciencia y la condujeron a la desesperación, con los  resultados ya conocidos. Esto significa que es preciso pensar no solamente en cómo frenar a los colados y a aquellas gentes sin educación que atacan a otras en medio de las aglomeraciones que se forman a la espera de ese transporte público, sino que también se debe buscar que los mismos empleados y los vigilantes reciban formación especializada  en el trato con el público, con el fin de que no ocurran esos deplorables incidentes en los que  prevalece la fuerza física sobre la razón.

Los estudiantes que se movilizan en el Transmilenio y que en algunos casos suelen ingresar subrepticiamente cuando las puertas de las estaciones se abren o quedan abiertas, también ellos deben ser reeducados en cuanto se refiere al respeto por las normas más elementales. Muchos de ellos en ocasiones no tienen los recursos suficientes para comprar el boleto. Por lo mismo, si a los estudiantes se les diera una tarifa más barata para sus viajes en el semestre, tal vez dejarían de colarse y hasta por su buen comportamiento se les podría premiar como vigilantes cívicos para evitar que los verdaderos malandros que roban a los pasajeros se cuelen y hagan de las suyas en el Transmilenio.