Cultura ciudadana y convivencia | El Nuevo Siglo
Viernes, 10 de Abril de 2015

Cada   día se hace más patente que gran parte del problema social colombiano tiene que ver con el marco elemental de educación y cultura cívica. En algunos países de la Europa nórdica, en los cuales se ha avanzado más en convivencia, los investigadores de la cultura social han encontrado que, por ejemplo, en Noruega, se procura que los hijos cuando están pequeños no entren de inmediato muy temprano a la educación preescolar. Se trata de conseguir que las primigenias enseñanzas, en cuanto a la introducción a los temas elementales del conocimiento, se impartan en casa. Se considera, así, que los mejores maestros son los padres, obviamente cuando éstos cuentan con un nivel de educación aceptable. Naturalmente en aquellos países donde no se tienen esos niveles de cultura hogareña, se deben esforzar los profesores en las aulas por impartir ese conocimiento decisivo en la etapa de formación de los niños.

En nuestro país, en el cual en mala hora se abolió de la educación primaria parte del estudio de la historia, la cívica y la urbanidad, los padres no siempre conocen las normas más elementales de convivencia. Varias generaciones han crecido, desde mediados del siglo pasado, ignorantes de las reglas esenciales de la urbanidad. Reglas que comienzan por conceptos tan básicos como respetar al  otro, saludar, dar la silla a las damas, no incomodar con el ruido al vecino, solicitar con cordialidad y respeto un favor, no agredir a los compañeros de estudio o trabajo ni a los vecinos… También se enseña a usar los baños públicos con cuidado, bañarse las manos para evitar molestias a los otros y contagio de enfermedades, así como se advierte sobre no lanzar basura en las vías y espacios públicos... Con esa formación casera, el niño, el joven y el adulto podrían tener una vida mejor. La educación que inculcan los padres a los hijos no se borra, por el contrario, forma el arquetipo social de respeto a la vida, tolerancia y cultura de paz.

Hoy se puede ser civilizado, tener móvil y ordenador, lo que no significa necesariamente ser culto ni pacífico. Recordemos que los violentos usan tecnología para perpetrar o publicitar sus fechorías. Necesitamos para la paz una juventud civilizada y culta.