Descolgada económica en A. Latina | El Nuevo Siglo
Jueves, 15 de Diciembre de 2022

* Región crecería en 2023 apenas a 1,3%

* Urge activar ya planes de contingencia

 

 

El enfriamiento de la economía global no tiene reversa. Los estimativos de la banca multilateral sobre el riesgo de un clima recesivo el próximo año se han generalizado y las alertas están prendidas en todo el planeta. Incluso ya varios países se han declarado en dicho estatus negativo. Resulta evidente que el efecto rebote en la producción, comercio y consumo registrado tras la etapa más crítica de la pandemia está empezando a quedar atrás.

Es innegable que 2022 ha sido muy complicado por el coletazo de la guerra en Ucrania, el cuello de botella del primer semestre en la logística de transporte global, la escasez de alimentos, agroinsumos y materias primas, la disparada de los precios del petróleo y gas así como ola inflacionaria generalizada y el alza permanente en las tasas de interés.

Lo que es más grave es que el panorama para el próximo año no asoma mejor. Por el contrario, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional advierten un retroceso económico global. Ayer el turno le correspondió a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), según la cual el crecimiento regional para 2023 será una tercera parte de la tasa esperada para 2022.

Las cifras son contundentes: se prevé que este año el promedio de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en toda la región cierre alrededor de 3,7%, dato que ya de por sí representa un retroceso drástico frente al 6,7% del año pasado. Más alarmante es que los pronósticos para el próximo no superan el 1,3%, lo que evidencia que la desaceleración será muy fuerte y tendrá alto impacto económico, social, político e institucional.

Está probado que la creciente inflación y las medidas contracíclicas para combatirla adoptadas en muchos países de América Latina y el Caribe, que en su mayoría se dirigieron a encarecer el costo del dinero, disminuir la liquidez y enfriar producción, comercio y consumo, llevaron a ralentizar el PIB, obviamente con diferente ritmo, según el país.

Por ahora los pronósticos señalan que la cresta inflacionaria podría empezar a bajar en los próximos meses pero ello dependerá no solo del desenlace de la crisis en Ucrania y la estabilización del mercado de hidrocarburos, sino también de las medidas que cada gobierno aplique para enfrentar un menor dinamismo económico, la salida de inversión extranjera directa, amortiguar un inesquivable apretón del gasto y las maniobras que adopte para mantener a flote la potabilidad fiscal.

Colombia no será la excepción dentro de este contexto preocupante. Tras crecer el año pasado al nivel récord de 10,6%, se estima que este 2022 cierre con un promedio del 8%, lo que ubica al país en la parte alta de la tabla no solo de la OCDE sino a nivel mundial. Sin embargo, las proyecciones para 2023 son críticas: el PIB bajaría a estimado del 1,5%, una caída casi que vertical que tendrá coletazos negativos en materia de inversión extranjera, recaudo tributario, inversión social, empleo, ingreso de los hogares, productividad empresarial y otros campos.  

Por ello, la Cepal advierte que toda la región debe prepararse para aplicar políticas cautelosas y ponderadas que permitan sortear este difícil escenario. En materia fiscal urge evitar ajustes prematuros del gasto y suplir ingresos a través de la reducción de la evasión y elusión. También recomienda reformas que aumenten la recaudación y progresividad de la estructura impositiva. Es imperativo, igualmente, el apoyo multilateral a través de la movilización de la liquidez desde la banca multilateral. También resulta vital equilibrar el manejo monetario y financiero acudiendo a “instrumentos macroprudenciales y de regulación” que ayuden a manejar la demanda agregada minimizando los efectos sobre el crecimiento y la inversión. Todo ello debe ir acompañado de dinamizar la inversión y la productividad para atender las demandas sociales, creación de empleo decente, reducir la informalidad, la desigualdad y pobreza, al tiempo de avanzar en la adaptación y mitigación del cambio climático.

Como se ve, el 2023 tendrá de múltiples desafíos. En América Latina y el Caribe cada país tiene unas particularidades muy definidas en materia económica y, por lo tanto, las recetas que funcionen en una nación no necesariamente tendrán el mismo efecto en otra. Colombia, como todo el subcontinente, tiene que preparar desde ya su plan de contingencia para mantenerse en la parte alta de la tabla de crecimiento, así este amenace con caer el próximo año a niveles mediocres en todo el globo.