El azul bogotano | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Septiembre de 2015

*Hay más conservatismo que partido

*Lo que importa es poner en orden las cosas

Frente  a los movimientos que se vienen dando por la Alcaldía Mayor de Bogotá, algunos medios han decidido desestimar la fuerza y el sentimiento conservador capitalinos. Se trata, ciertamente, de comparar cifras estadísticas de las últimas campañas electorales, lo que desde luego, da un resultado adverso al conservatismo, comparado con otras épocas.

En efecto, en los tiempos en que se instauró la elección popular de alcaldes, el Partido Conservador, en sus diferentes vertientes, tuvo durante al menos una década preponderancia en el Concejo de Bogotá e incluso llevó a uno de sus líderes a la Alcaldía Mayor. En principio, la corporación distrital más o menos se dividía en 10 cabildantes liberales, nueve conservadores y un comunista.

Luego, cuando el Concejo de Bogotá pasó a tener 28 miembros, en razón de los cambios constitucionales, el conservatismo no bajó del 40% de la representación edilicia. En esa etapa surgieron los diferentes movimientos cristianos, incorporándose a la política. Pero en todo caso, la colectividad, a través del Movimiento de Salvación Nacional, la Nueva Fuerza Democrática, el Social Conservatismo, el Movimiento Nacional Conservador o el Conservatismo Independiente, siempre mantuvo una representación importante, inclusive muchas veces actuando como bancada unificada.

Eran los tiempos, por supuesto, en los que la llamada doble militancia no existía y podían manifestarse las diferentes tendencias sin la ‘disciplina para perros’. Luego se redujeron las personerías jurídicas y en las corporaciones se obligó a la actuación por bancadas, al mismo tiempo que por la fórmula constitucional el Concejo de Bogotá se creció desmesuradamente hasta 45 miembros. También se adoptó el método d’Hondt, cambiando el sistema de cuociente electoral por la cifra repartidora, llevando incluso a que se eligieran concejales con votaciones mínimas, mientras que otros quedaban por fuera de la corporación, con residuos altísimos.

Después, durante la presidencia de la República de Álvaro Uribe Vélez, se fundaron otros partidos con el propósito de apoyar la nueva figura de la reelección presidencial inmediata.

En ello el conservatismo, particularmente en Bogotá, sufrió las consecuencias por cuanto muchos de sus integrantes, cuando se permitió el denominado “transfuguismo”, dieron a parar en partidos como La U, Cambio Radical, el mismo Polo Democrático Alternativo y ahora el Centro Democrático. Con ello el Partido Conservador, desde el punto de vista de la representación, quedó diezmado.

De modo que de una parte es cierto, tal cual se hacen actualmente los análisis de las adhesiones conservadoras en algunos medios, en el sentido de que el Partido ha sufrido una mella en términos de registros electorales. No es así, sin embargo, cuando se entiende que una porción importante del sentimiento azul quedó adscrita a facciones diferentes del logo oficial. Fácil constatarlo de ciertos aspirantes en los partidos ya dichos en las aspiraciones para el Concejo distrital. Lo mismo que no es secreto que, huérfano el Partido de candidato a la Alcaldía Mayor de Bogotá, sus correligionarios se han venido inscribiendo en las diversas alternativas.

Por lo tanto, tal vez nunca como hoy, es tan válido en el caso bogotano reiterar la frase del doctor Álvaro Gómez Hurtado de que hay más conservatismo que partido. Tanto así, todavía con mayor claridad, al constatarse que para un lado va el Directorio Nacional, para otro el Directorio Distrital e incluso, algunos, entre ellos parlamentarios, que no han hecho caso a ninguna de las dos entidades estatutarias. Tendría que ser una política de altísimo nivel aquella de recuperar la integralidad del Partido Conservador en Bogotá. Mucho más hoy cuando la ciudad lo único que exige es poner orden en lo que se ha desordenado de modo tan dramático en los últimos lustros. Para ello también habría que comenzar, de alguna manera, en que las elecciones parlamentarias, en la ciudad, no sean simplemente el coto de caza para la cuadratura del círculo de las curules regionales.

Es claro, que Cambio Radical tiene viejos afectos dentro del conservatismo, precisamente por sus propuestas de orden, en esta ocasión bajo su candidato Enrique Peñalosa. Lo mismo que ese sentimiento también tiene expresión en propuestas como la creación de una Guardia Capitalina para superar la crisis de seguridad, planteamiento atinado hecho por el exministro de Defensa, Rafael Pardo. Todo eso está muy bien. Lo que en todo caso conduele el espíritu es que el conservatismo haya resignado llevar sus propias banderas cuando más lo necesitaba la ciudad.