El derrumbe de Gadafi | El Nuevo Siglo
Sábado, 22 de Octubre de 2011

* En Libia se repite la historia

* Tienen con qué pagar la reconstrucción

 

Desde cuando se produjeron las súbitas protestas en el Medio Oriente, y movimientos que desafiaban a los organismos de represión, en contra de dictadores que parecían anclados de por vida e inamovibles en el poder, pocos imaginaron que el caudillo libio Muamar Gadafi tuviese los días contados. Apenas hace unos meses se le veía desafiar a la oposición reducida a la clandestinidad, lo mismo que a los gobiernos extranjeros, calificar de cucarachas y ratas a sus críticos. Si bien su rugido ya no era el del león que duró 42 años gobernando de facto el país, era evidente su decisión inquebrantable de luchar hasta el último aliento y morir con las botas puestas, como lo expresamos en los inicios del conflicto.

 

Nadie en sus cabales podía imaginar que el veterano caudillo del utópico libro verde y el apoyo a revolucionarios de diversas regiones del mundo, incluso de aleves ataques terroristas contra aviones comerciales, pudiera sobrevivir contra Estados Unidos, las potencias y la OTAN, que con el apoyo de la ONU, lo bombardeaban a diario.

 

El jerarca libio con ceguedad desconcertante se negó a negociar y prefirió jugarse la suerte mediante las armas. Es posible que confiara en su suerte que lo había librado en el pasado de morir en feroces atentados y superar conflictos, como soportar el bombardeo a su campamento en el que perdió a una de sus hijas, por cuenta de la decisión del presidente de EE.UU., Ronald Reagan, de castigar al tenebroso beduino implicado en diversos atentados contra Occidente. Así como pudo superar el multimillonario embargo de sus cuentas y bienes en el exterior. Sabía negociar por debajo de la mesa con los gobernantes europeos y de otras zonas del planeta para ganar aliados, así fuesen momentáneos. Mas en esta ocasión había acumulado durante su larguísimo y oprobioso régimen numerosos enemigos en las fronteras y en el exterior, y, los pocos “amigos” que le quedaban le dieron la espalda. Un hombre de su olfato político no podía ignorar que su situación era más que desesperada, no tenía salida. Así que la pregunta obligada se refiere a su decisión de ahogar en sangre el país antes que renunciar al poder, una de las formas de repetir el drama de Sansón en el templo, que prefiere morir con tal de llevarse a los filisteos por delante.

 

Lo anterior prueba en cuanto a lo que se refiere a la posibilidad de derrocar un régimen de fuerza por medio de elementos armados y con guerra civil, que para conseguir invertir las fuerzas y convertir a los inermes grupos de oposición en organizaciones dispuestas a derrocar el gobierno, es vital la tercería política. Sin los bombardeos de los aliados que arrasaron cuarteles, focos dispersos de lucha, los polvorines y parte de las grandes ciudades, lo mismo que aldeas a lo largo y ancho del país, que le siguieron la pista al jerarca, su familia y los soldados y políticos más fieles, es posible que éste hubiese retardado su caída por mese y aun años. Así como la audacia con la cual se penetró a los cuadros de mando del gobierno y unidades militares, bajo la presión de amenazarlos con la Corte Penal Internacional y ofrecerles el olivo de limpiar su pasado de colaborar en la lucha contra el dictador. Al mismo tiempo, la misma decisión de Gadafi de combatir hasta el final radicalizó el país y precipitó su trágico final.

 

Las muerte de Gadafi en circunstancias confusas se lleva a la persona que podía informar sobre los fondos secretos de Libia, de sus alianzas con movimientos insurgentes de otras regiones del globo, de sus tratos secretos con gobernantes de Occidente y dictadores vecinos, con la antigua URSS, la China de Mao, los vietnamitas, Fidel Castro y sus amigos, lo mismo que podría hablar de las toneladas de oro que desaparecieron en los últimos meses de las arcas oficiales. Es posible que, según uno de los informes médicos más recientes, no haya recibido el tiro de gracia de las turbas, sino que sus captores lo llevaban a rastras muerto. Eso plantearía que lo torturaron antes y lo eliminaron después. Las tribus libias fueron antiguas aliadas del Imperio Egipcio, han sobrevivido durante siglos guerras y ocupaciones, aún cuentan con gigantescas reservas de petróleo, que les permitirán pagar a los mismos que los bombardearon la reconstrucción de sus ciudades y centros productivos. Así que la reciente historia de Irak se repite en Libia bajo otro signo, por el sistema más sofisticado del bombardeo sin el asalto de tropas extranjeras, para que asuman el poder las fuerzas de transición y se organice un gobierno.