El reto creativo | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Septiembre de 2014

*Civilización y cultura

*Falencias del Invima

 

Es  evidente la inmensa  complejidad del debate sobre los fines de la educación en ciencia, tecnología, cultura y civilización. El reto cultural de Colombia es de proporciones gigantescas, en cuanto  se trata de un país de desarrollo desigual, que tiene en las grandes urbes unos cuantos elementos que están a la avanzada del siglo, en tanto los más se encuentran en un tiempo histórico diverso y retrasado, en especial en la periferia, el hombre sigue como en los primeros tiempos de la creación, donde prevalece el instinto y la naturaleza. A su vez, no olvidar en los inicios balbucientes del debate, que no se debe confundir civilización con cultura. Una cosa es servirse de los bienes que producen los inventores y que la tecnología pone al alcance de todos, hasta de los más incultos, lo que tiene que ver con la civilización, otra es la verdadera cultura, a la que pertenecen los creativos que le brindan a la humanidad su producción. Parafraseando a Eco, podría decirse que así como en la Edad Media, unos pocos monjes eran los guardianes de la cultura y sus intérpretes, en el mundo actual unos pocos sabios y técnicos están al tanto de las grandes innovaciones en la ciencia.

La debilidad de Colombia en materia científica es notoria. Se da una gran confusión aun entre los más interesados en el tema y se cometen errores graves de buena fe. Es el caso del Invima, donde a unos cuantos burócratas se les ha ocurrido exigir receta médica para que las gentes puedan acceder a determinados medicamentos de origen vegetal, que han sido usados en la región por milenios.  Lo que es peor, caso único en el mundo. Muestra la audacia y los peligros de la burocracia que pretende regularlo todo, manía que en nuestra región hace los obstáculos más difíciles de superar para los científicos e innovadores. La pretensión del Invima significaría destruir la incipiente industria que produce en el país medicamentos naturales, puesto que tendrían que invertir sumas millonarias en grandes laboratorios. Como se sabe, por ejemplo, para tratar el cáncer existen plantas tropicales que han tenido efectos sorprendentes sobre determinados enfermos, tal como lo reconocen los sabios que se ocupan en buscar la cura para esa terrible enfermedad. Los laboratorios especializados suelen indagar sobre las propiedades de las yerbas tropicales con la finalidad de llevarlas al laboratorio y al mezclarlas con otro producto, así entran a alegar el valor agregado, después la patentan y nos lo venden a precios exorbitantes. Eso sería lo que pasaría si prospera el esquema del Invima, que parece contradecir todos los prospectos  oficiales de los distintos gobiernos en materia de permitir a la población que se valga de las plantas curativas de los abuelos para sus dolencias, que es algo que se fundamenta en el tan pregonado libre desarrollo de la personalidad y el derecho a la salud.

Es un hecho que tenemos unos cuantos científicos que se destacan por sus investigaciones y aportes a la humanidad, como Llinás,  Reynolds Pombo y Patarroyo, Lo mismo que otros menos conocidos que se queman a diario las pestañas en los laboratorios en el desarrollo de investigaciones que de resultar traerán no solamente beneficios  a la humanidad sino a Colombia.

Por supuesto que la educación es fundamental para estimular a los jóvenes en la investigación y la creatividad,  en especial a los que tienen inclinaciones y facilidades para sumergirse en ese campo. El Nuevo Siglo entrevistó a la jovencita Vanessa Restrepo de 17 años, quien según el informe, “es la primera persona en el mundo en crear energía a partir de los procesos biológicos del agua”. La investigadora colombiana diseñó un carro que no consume gasolina, ni gas, se sirve del agua para producir energía por medio del vapor. Ella cuenta que se inspiró en las inundaciones del 2012, donde se preguntó ¿qué hacer con tanta agua? Y pensó  que “el agua podría sustituir la gasolina en los automóviles. Con un pequeño motor, y luego de que el recurso hídrico cumplía su proceso biológico, empezaba a darle energía al automotor para que empezara su desplazamiento”.  Al interrogarla sobre cómo va con la patente del invento, contesta, entre perpleja y consternada: “La solicitud de patentes en Colombia no es amigable con el investigador. No hay apoyo a los inventores durante el proceso. No hay a quién acudir. Tras varias solicitudes aún nos encontramos en proceso de peritaje. Tras vencerse varios requerimientos para conseguir la patente apareció la Universidad de Oxford para darme su apoyo en este arduo proceso”. Y después algunos funcionarios públicos se quejan de la fuga de cerebros, cuando es evidente que para avanzar en educación y cultura se necesita algo más que recursos y buenas intenciones, es preciso apoyar a los creadores, que suelen ser una minoría en todos los ámbitos.