El secesionismo europeo | El Nuevo Siglo
Viernes, 21 de Marzo de 2014

*La unidad estatal

*Fronteras intraspasables

En  la medida que crece el tamaño de la Unión Europea, en el interior de las viejas patrias de la misma se produce a contrapelo un movimiento creciente  de irritación, descontento e inconformidad localista. Afloran antiguos antagonismos, descontento heredados, deseos autonómicos exagerados que atentan contra la unidad nacional. Se aducen diversos pretextos para clamar por la separación, por desgarrar una parte del país, los que más avivan la disputa son los políticos populistas, demagogos que explotan el regionalismo, que recuerdan antiguos desencuentros y hostilidades ciertas o falsas, con el gobierno central. No faltan los que atizan el fuego separatista con la finalidad de conseguir más recursos y tender una cortina de humo sobre sus oscuros negocios sucios. El separatismo, en ocasiones, puede ser un negocio que produce jugosas utilidades a sus gestores. Con la amenaza de segregar una región se consiguen votos, se puede llegar al Parlamento y alcanzar el poder en los gobiernos locales. Mas en el fondo suele tratarse de una visión miope de la política y de la historia; quienes emprenden esas políticas demagógicas carecen de la conciencia histórica y nacional, para entender lo local y lo general. En el caso de Cataluña, esta es España, como España es Cataluña, con todas las contradicciones y hostilidades que por tiempo afloran en pueblos que tienen una historia común, con divisiones ideológicas o sentimentales que han marcado su destino.

Y no se trata en exclusiva de España y Cataluña, políticos vascos han apelado al separatismo, por lo general en minoría, por lo que la izquierda intentó ganarse a la población mediante la violencia, jugada nefasta en la que se quedaron solos, el pueblo vasco no está por la violencia. En Italia la zona industrial del norte produjo varios movimientos ultras que estaban por el separatismo, por dividir Italia, los cuales sostenían que el sur y el norte se repelían, eran diferentes, estaban destinados a la hostilidad perpetua. Berlusconi atrajo a los separatistas y los convidó a participar con él en la política nacional y el movimiento segregacionista se debilitó. Ahora es Venecia la que esgrime múltiples razones para separarse de Italia.  El gobernador de Venecia sostiene que si Cataluña se separa, Venecia debe seguir el ejemplo. Y agrega: “La agitación nacionalista es más fuerte que nunca y no depende de la población del norte, cada vez más ahogada, depende de Roma”. Para auscultar la opinión de los venecianos, el gobernador convoca a un referéndum, que no tiene efectos legales, de lo que se trata es de medir la opinión a favor o en contra, no se sabe cómo se velará por la pulcritud del evento. Las farsas electorales están de moda y los opositores del gobernador sostienen que lo que busca es fortalecer su capital político y sacarle algunos euros a Roma.

En España el gobierno de Cataluña ha conseguido aglutinar una fuerza política separatista que le garantiza ganar las elecciones, en la medida que la oposición a su gestión se encuentra dividida. Los sondeos de opinión independientes muestran que la mayoría de los lugareños de Cataluña están por la unidad de España, Cataluña sola se convertiría en un micro Estado, tendría enormes problemas para sostener la farsa de una supuesta independencia y los costos burocráticos y de desarrollo se dispararían de tal modo que con el tiempo se convertiría en un Estado fallido e impotente, por lo que podría derivar en la anarquía y la disolución.

Los escoceses pretenden salir de la Gran Bretaña, sin importar que esto reduzca su influjo en Europa, un fuerte movimiento separatista aflora cada cierto tiempo. Pese a que a todas luces son parte de la historia común, Inglaterra no pierde mayor cosa si se van los escoceses, por lo que el gobierno conservador les da todas las garantías para que decidan por el voto del constituyente primario su destino. La opinión allí está dividida.

En España el magistrado Pérez de los Cobos, un respetado jurista, se pronunció sobre la política divisionista y disolvente del gobierno catalán, para trazar la frontera entre el nacionalismo local y la unidad de España. Por lo que explicó que existe una frontera intraspasable que nadie puede transgredir en un  Estado de Derecho, ni por cuenta de los representantes legítimos de los ciudadanos. Se trata de  la legalidad y la lealtad constitucional. “El primer precepto determina que no hay leyes válidas fuera de la Constitución y que el legislador está sujeto a ella”. El segundo, que “los poderes públicos deben abstenerse de adoptar decisiones o realizar actos que perjudiquen el interés general”.