El triunfo de Joe Biden | El Nuevo Siglo
Sábado, 7 de Noviembre de 2020

 

Trump sigue alegando fraude

Un choque de trenes a la vista

 

 

Joe Biden es el nuevo presidente de los Estados Unidos, salvo por el caso muy remoto de que las denuncias de fraude alegadas por el mandatario derrotado lleguen a algún Pereira. Lo que a primera vista y sin pruebas contundentes no parecería tener asidero alguno. En esa dirección, el asunto podría hacer parte, más bien, del espectáculo estruendosamente polarizador que comenzó hace cuatro años con la supuesta mácula de que las elecciones que llevaron a Donald Trump a la Casa Blanca estaban incididas por Rusia. Argumento que sirvió al Partido Demócrata para hacerle la vida imposible a esa Administración, durante todo el mandato, hasta llevar al Jefe de Estado a una fallida impugnación en el Congreso.   

Ahora parecería estar incubándose, del lado republicano, una actitud similar con base en aquellos alegatos de fraude que buscan poner contra las cuerdas, de antemano, a la Administración de Joe Biden. Por su parte, el único líder favorecido con al menos 75 millones de apoyos: la máxima votación de que se tenga noticia en el país del Norte. Pero al mismo tiempo las pretensiones reeleccionistas de Trump cobraron, contra todos los pronósticos, más de 70 millones de sufragios. En consecuencia, también la segunda votación más alta que persona alguna hubiera obtenido nunca allí. De modo que, dentro de ese panorama incierto, ambos partidos parecerían asimilarse a dos potentes trenes poco antes de un choque dramático, sin ningún punto intermedio que permita alguna avenencia.

Por lo demás, el Partido Demócrata conserva, luego de las elecciones, sus mayorías en la Cámara de Representantes. Aunque de otro lado vale decir que el Partido Republicano logró un ascenso muy considerable en el número de curules en cabeza de varias representantes nóveles.

Inclusive, todavía queda por dilucidar cuál partido conseguirá las mayorías en el Senado, puesto que las dos curules por Georgia tendrán que irse a balotaje en enero, ya que ningún aspirante obtuvo el 50 por ciento de los votos. Será, entonces, una disputa parlamentaria histórica, que defina cuál es la colectividad preponderante en la Cámara Alta y se resuelva de este modo el empate que hoy mantienen los registros.

No es, desde luego, asunto menor. Un triunfo demócrata en el Senado haría que su agenda política tenga la hegemonía, sin ningún acuerdo necesario con los republicanos, y pueda sacar avante la plataforma radical auspiciada por una vertiente de esa colectividad que no es, precisamente, la centrista liderada por Biden. En caso contrario, con un triunfo republicano en el Senado, se habrá dado curso al equilibrio del poder y a lo que en Estados Unidos se denomina “checks and balances”.                  

En otra perspectiva, el país fue abrumado por el voto por correo, que llegó a cifras extraordinarias, inclusive imprevistas. Muchos errores y eventuales anomalías pueden encontrarse en el camino. Pero fue un éxito que demuestra vigor democrático.

Si bien la mayoría de los estados cumplieron con su deber de contabilizar a tiempo esos votos, lo que se conocía iba a ser el método electoral predilecto de los ciudadanos, por cuenta de la pandemia, no deja sin embargo de ser curioso que, precisamente, en aquellos lugares que extendieron los plazos de conteo de sufragios se hubieran multiplicado las sospechas de fraude. Aún así, lo que parecería mucho más claro es que Trump cometió un error estratégico fatal al no haber auspiciado el voto por correo y haber dejado semejante espacio a Biden.   

Sea lo que fuere, el aspirante demócrata ha sobrepasado el umbral establecido en el colegio electoral para acceder a la Presidencia. Y ese es un dato insoslayable. Por supuesto, en un país tan altamente polarizado, con dos visiones tan encontradas de las realidades y de la vida, todo tiende a la división. No somos optimistas en cuanto a que baje la tensión y se llegue a algún punto de encuentro. Resulta obvio que lo esencial es predicar la unidad en tiempos de crisis. Lo que está ocurriendo no es, en absoluto, ideal para Estados Unidos. Ni para su influjo mundial.

La consecuencia más visible e inmediata de las últimas elecciones, aparte de análisis y reflexiones adicionales, es un país completamente fracturado por mitades y sin puentes. Semejante circunstancia puede ser el abismo. El vigor de la democracia puede estar, ciertamente, en la fortaleza bipartidista demostrada. Pero si ella no se maneja bien, con sindéresis, se habrá convertido en una energía disolvente que puede llevar a una catástrofe igual a la del coronavirus. Por decir lo menos.