Escenario cojo
*Piso mínimo para diálogo de paz
*A las Farc todavía les hace falta
Cabeza fría. Eso es lo que más se requiere ahora que las Farc, tras someterlos más de doce y catorce años al infierno del secuestro, liberó al último grupo de policías y militares que mantenía cautivos. En medio de la carga emocional que tiene ver los encuentros entre éstos y sus familias, y el impacto por los relatos sobre el horror que sufrieron los plagiados y las pocas esperanzas que los mantuvieron con vida, hay quienes se aventuran a afirmar que están dados los escenarios para abocar en el corto plazo diálogos de paz, e incluso proyectan hipótesis sobre mediadores, agendas, plazos e instancias que se deben ir superando a lo largo de la negociación.
Sin embargo, tratándose de un asunto tan complejo como es la búsqueda de una salida negociada al conflicto armado interno, es necesario tomar distancia de la dramática coyuntura y, con la suficiente perspectiva, analizar con objetividad lo que está pasando.
¿Qué hay, realmente, de nuevo en el escenario? Tres elementos básicos. El primero, la aceptación tácita de las Farc del fracasó estruendoso de su estrategia de los últimos 15 años basada en hacer de la libertad un botín de guerra. El anuncio subversivo de no volver a incurrir en el plagio extorsivo así como la liberación unilateral e incondicional de los últimos 10 policías y militares que la subversión siempre calificó de ‘canjeables’, son prueba evidente de ello.
En segundo lugar, es claro que el relevo forzado en la cúpula subversiva, tras el abatimiento de Cano y la llegada de Timochenko, ha generado cambios en la estrategia político-militar de las Farc, a tal punto que esa facción no sólo insiste en abocar un diálogo de paz sino que propone retomar para ello la agenda negociada en el Caguán. Y, como tercer elemento básico, es indudable que el debilitamiento estructural de las Farc se ahonda en la medida en que los golpes de la Fuerza Pública son cada vez más frecuentes y secuenciales, tanto en nivel de neutralización de cabecillas como de diezmar las bases combatientes subversivas.
Frente a ello, el Gobierno se ha mantenido en la misma línea: la única posibilidad de abrir un proceso de diálogo preliminar es que la guerrilla devuelva a todos los secuestrados, no incurra de nuevo en esta práctica, cese el terrorismo y las hostilidades contra el Estado y la población civil. ¿Qué ha cumplido? A decir verdad, la falta mucho. Si bien liberó al último grupo de uniformados cautivos, aún queda pendiente la suerte de decenas de civiles plagiados por razones económicas. Aunque anunció el fin del secuestro extorsivo, sólo el tiempo dirá si cumplirá. Y en materia de terrorismo y atentados contra las Fuerzas Militares y los habitantes de zonas rurales y urbanas, en los últimos meses los ataques aumentaron.
Visto de forma objetiva y fría ese escenario, queda claro que, como lo afirma el Presidente de la República, algunos de los gestos de las Farc deben valorarse pero todavía son insuficientes para cumplir ese mínimo de condiciones que exige el Gobierno para abrir la ventana de un eventual diálogo, en el que, además, no habrá cabida inicial para mediadores o facilitadores nacionales o internacionales.
¿Entonces? No hay opción distinta a esperar el desarrollo de los acontecimientos. Pedirle al Gobierno que se mueva antes de que se cumplan las condiciones que tanto ha reiterado, resulta apresurado y riesgoso. Las Farc, entonces, tendrán que ofrecer algo más para demoler la desconfianza e incredulidad nacional e internacional que su propia incongruencia y violencia generaron.
Semanas atrás en estas páginas llamábamos la atención sobre la propuesta guerrillera de avanzar hacia un acuerdo para la regularización de la guerra. Y sosteníamos, al analizar sus implicaciones, que ello suponía, de entrada, la prolongación de la misma. Sin embargo, precisamos que si la regularización se traducía en una decisión unilateral de la subversión para respetar las normas del Derecho Internacional Humanitario, que todos los días viola flagrantemente, podría ser un paso en la dirección correcta que el Estado valoraría de forma positiva y, entonces, la posibilidad de acercarnos a la apertura de un proceso de paz no estaría tan lejana. La guerrilla sigue teniendo la palabra.