Espejo social de Medellín | El Nuevo Siglo
Lunes, 1 de Septiembre de 2014

*La violencia urbana

*Crece la natalidad desesperanzada

 

No cabe duda, la población de Bogotá se resiente día a día por cuenta del atraso estructural de la capital. Las personas que salen y viajan a Medellín, no se cansan de hablar sobre los avances de esa ciudad que ha debido confrontar problemas urbanos de la mayor complejidad. El Valle de Aburrá se ha vuelto estrecho para la cantidad de población que alberga, las comunas en un tiempo se habían convertido en guetos en los cuales imperaba la ley del revólver y el puñal, dominados por pandillas de matones y sicarios, que mantenían en continua zozobra a los vecinos, cuando no resolvían secuestrarlos, atormentarlos, vejar a sus hijas, incitar al vicio a los jovencitos, cobrarles peaje a todos y vender las muchachas o alquilarlas en los lupanares. A las comunas llegaban delincuentes de otras regiones para recibir instrucciones del crimen organizado, como se va a una universidad prestigiosa a recibir formación académica. Para “graduarse” debían cometer un crimen o participar en las vendettas con otros asesinos, que solían ser a muerte por el dominio de sus respectivas zonas de influencia. Alcanzaron tal fama los bandidos de las comunas que se les contrataba en el exterior para cometer asesinatos selectivos.

Semejante estado de caos y prevalencia de los violentos parecía imposible de  someter al imperio de la ley. Lo que no amilanó a las fuerzas vivas y de orden de la ciudad que resolvieron enfrentar el crimen organizado. Es así como el mayor de los capos y otros de las bandas más sanguinarias fueron combatidos de manera sistemática por las fuerzas del orden al servicio del Estado, lo que no era fácil en una ciudad en la que llegó un momento en el cual el capo de capos de la ciudad pagaba por las cabezas y las orejas de los policías muertos o heridos. El estamento policial en sus cuadros inferiores cuando no residida en los cuarteles habitaba las comunas, en donde al ser  identificados su vida tenía precio y fueron muchos los que cayeron. Entre tanto la sociedad se organizó y se ocupó en los problemas sociales, al comprender que la represión no es arma exclusiva para acorralar a los malhechores. Se trataba de limpiar las comunas, de hacer trabajo social allí, de fomentar el deporte entre los jóvenes, al tiempo que se les inculcaban valores y se les estimulaba para que estudiaran y se empeñaran en convertirse en hombres de bien. El esfuerzo de persuasión y reeducación que contó con el apoyo de la clase dirigente inteligente ha dado tan positivos resultados que es un ejemplo en el mundo de cómo se puede reducir el crimen en las urbes modernas.

No quiere esto decir que se haya conjurado el mal; en ese campo las fuerzas del orden no pueden bajar la guardia. Cada cierto tiempo vuelven los brotes de violencia urbana, es así como  se denuncia que la guerra entre pandillas por el territorio que deja dividendos a los criminales se desborda. En Medellín han vuelto con cierta intensidad los choques entre pandilleros donde: desde enero se contabilizan más de 1.250 homicidios, lo que ha puesto en alerta a todo el país. Algunas familias han tenido que huir de sus viviendas y abandonar sus pertenencias, por el terror de ser asaltados o eliminados. Aun así, pese a la curva recurrente de nuevos brotes de violencia en las comunas, los expertos están de acuerdo que el resto de la ciudad ha mejorado y en las mismas comunas, se lucha por convencer a los inadaptados y forajidos para que desistan de la violencia.  Y se reconoce que millares de jóvenes han salido de las garras del delito y se han convertido en trabajadores o empresarios productivos.

La violencia urbana no es exclusiva de Medellín, en otras ciudades de Colombia y en Bogotá, se denuncian a diario  los delitos que cometen las pandillas, las barras bravas, los agentes que promueven la venta de drogas y los vagos que en los barrios de la periferia propician la venta de drogas y bazuco, como antesala de otros delitos. En la prensa se destacan casos aberrantes en los cuales en un colegio de Bogotá, los compañeros de clase de una adolescente intentan el chantaje a la madre para que pague varios millones o difunden un vídeo de su hija desnuda. Por fortuna la familia puso la denuncia y los culpables han sido identificados. Esa es la muestra de la manera como entre la muchachada el mal ejemplo lleva a que se cometan delitos que es preciso combatir de raíz, puesto que los sociólogos, antropólogos y psicólogos, advierten que la peor de la violencias por venir se está incubando en las urbes de Colombia y que es preciso, dado el incremento de la natalidad, estar alerta para impedir que prospere.