Estratificación: corazón distrital | El Nuevo Siglo
Miércoles, 12 de Noviembre de 2014

*Segregación parte de la Administración

*La calentura no está en las sábanas

El  tema de las viviendas de interés prioritario en el Norte de Bogotá, que ha suscitado gran controversia, tiene su malhadado origen en el sistema de la estratificación. En efecto, por la forma de cobrar tarifas, prediales, y cargas tributarias diferenciales, el mismo Distrito determinó que la ciudad se aislara y separara en guetos. De manera que el principal reproche debe ser, precisamente, contra el sistema.

Todo ello provino de la idea de los subsidios cruzados. Es decir, que a mayor estrato, de acuerdo con la zonificación de la urbe, mayor en monto a pagar por los servicios de energía, agua, basuras y en general los diferentes elementos necesarios para el diario vivir. Del mismo modo, con base en esa estratificación, se dividió el costo de la tierra y ello hizo que, localidad por localidad, los precios  fueran diferentes. Así, igualmente, los lotes al norte de la ciudad tomaron valor inusitado y en la misma medida los costos por metro cuadrado de las construcciones. Con ello, a su vez, se determinaron no solo los impuestos prediales, sino también los cobros por valorización local para las obras en las zonas de antemano estratificadas.

Esa noción de clases, malamente incursa en todos los dictámenes financieros y presupuestales del Distrito, ha ocupado durante décadas el espíritu y las técnicas administrativas. No existe un debate en el Concejo Municipal o en los Consejos de Gobierno que no se refieran, por descontado, a las estratificaciones y con ello logró incorporarse, paulatinamente y a través de los lustros, la cultura  del estrato social; estrato, a su vez, certificado precisamente en los pagos de las facturas mensuales y los impuestos anuales.

De esta manera, paralelamente, se usó también el concepto marxista de  plusvalía, de suerte que a los propietarios de vivienda se les cobró, y cobra, un mayor valor tributario por el mayor valor del precio de las viviendas gracias al acumulado de valorización. Con ello se robusteció el avalúo catastral, también estratificado, y la costumbre se volvió ley general con base en tales conceptos  clasistas, adoptados tanto por la Secretaría de Hacienda como por las empresas de servicios públicos.

La justificación, como se dijo, era la de establecer un sistema de subsidios cruzados, de manera que, los más pudientes sufragaran montos superiores frente a los estratos más bajos, a los que se redujo el costo promedio de forma considerable. De suerte, por su parte, que las grandes inversiones hechas por las empresas de servicios públicos en los últimos 40 años se han debido, en proporción importante, a los pagos de los estratos 3, 4, 5 y 6. Y los impuestos  prediales cobrados han servido para el desarrollo de áreas del tamaño de Ciudad Bolívar, Bosa o Usme, permitiendo algún tipo de  equilibrio social. De hecho, una ciudad como Bogotá, construida  bajo el éxodo de muchas poblaciones a raíz de la violencia sufrida en una centuria, pudo sufragar el impacto poblacional a causa de los subsidios cruzados. Hoy la ciudad es, de lejos, la mayor empleadora del país, que aporta, con Cundinamarca, más del 30% del Producto Interno Bruto y permite las mayores tasas tributarias para el Presupuesto Nacional.

La polémica por la construcción de tres o cuatro complejos de vivienda, que suman 372 apartamentos para población desplazada, en unos parqueaderos del IDU en el Norte de Bogotá, no toca el punto central de lo que ocurre en la ciudad que es, precisamente, la cultura de la estratificación que ha sido propiciada desde hace años, incluidas por supuesto las administraciones de Izquierda. De manera que podrán construirse las viviendas, ni más faltaba, sobre la base de que Bogotá ha sido, de siglos atrás, generosa con la población desplazada. Es más, muchos de sus barrios emblemáticos, como  Muzú, se  hicieron para población desplazada por la violencia. Y localidades enteras fueron incorporadas de la periferia, legalizando y  ampliando, a través de décadas, los servicios públicos.

El verdadero debate en Bogotá está, por el contrario, en el sistema de estratificación adoptado, fundamento de la segregación social. Ello, desde luego, pareciera un debate intocable, edificadas todas las finanzas públicas y los  criterios administrativos en ese escalafón de clases, subyacente y permanente. Una cosa, ciertamente, sería tomar la construcción de los 372 apartamentos como consigna de un igualitarismo publicitario y otra demostrar cómo el motor de la desigualdad arranca por el propio corazón distrital.