Falso dilema habanero | El Nuevo Siglo
Domingo, 27 de Octubre de 2013

Falso dilema habanero

 

*De botas o votos

*Paz con justicia y reparación

 

Las declaraciones del político socialista español y expresidente de su país, Felipe González, sobre la violencia colombiana y las alternativas políticas, en el supuesto del avance de las negociaciones de paz en La Habana, plantea el dilema que a su juicio se les avecina a las Farc, de seguir con la guerra con las botas puestas o salir a conseguir votos. Puesto que su suerte pasaría a depender de los votos y no de las botas. A juicio del dirigente español es más difícil pedir votos que usar las botas. La charla se efectuó en el Capitolio Nacional, donde González se refirió al proceso de negociación desde el gobierno de Belisario Betancur; y recordó que lleva más de 30 años interesado en el proceso político colombiano, el desarrollo de la violencia y los intentos de paz.

Para el avezado político en materia de negociación de paz las cosas han cambiado sustancialmente desde la época en la cual Belisario, en plena guerra fría, trató de apaciguar a los alzados en armas y buscar la negociación con el M-19, quienes malentendieron los denodados esfuerzos pacifistas del gobernante, confundiendo su postura con la debilidad y la claudicación del Estado. Por lo que resolvieron avanzar a las vías de hecho y asaltar el Palacio de Justicia, secuestrar a los magistrados y forzar al gobernante a negociar. Se trataba de engañarlo y  en medio de esa trama  capturarlo, con la finalidad de hacerle un juicio político, ejecutarlo o  desterrarlo del poder. No se sabe si esa versión  es exacta o hace parte de la leyenda,  puesto que el jefe de los asaltantes murió en el intento, pero varios de los que han investigado el tema la dan por cierta o posible. Lo que muestra el grado alucinante al que habían llegado en sus planes y audacia los del M-19, incluso en caso de no ir tan lejos y limitarse a negociar sin capturar al Presidente y algunos ministros. No sorprende del todo esa pretensión si recordamos que en Nicaragua, en pleno ejercicio de la dictadura de Anastasio  Somoza, el comandante Cero Eden Pastora, se tomó por asalto la sede del cuerpo legislativo y obligó al gobierno a negociar para salvar la vida de los secuestrados, con lo que para algunos sería el empujón magistral que condujo a  la estrepitosa caída del dictador.

Lo que no concuerda en las declaraciones del famoso político español de visita en Bogotá es su afirmación sobre la agenda entre las partes que negocian hoy en La Habana, en cuanto los negociadores de las Farc se han salido de los 5 puntos iniciales acordados y hablan de 90 más, con el argumento de que la agenda resiste diversas innovaciones y cambios. Y los 90 puntos contradicen la argumentación de González, puesto que afirma que: “Ahora en Colombia ya no se discute cómo se reparte el poder entre el que tiene las armas y el que tiene la legitimidad de las armas. No, no es cómo se reparte el poder. El poder lo van a distribuir los colombianos mediante su voto y el que quiera participar tendrá que abandonar las botas para pedir los votos". Puesto que lo que están planteado los alzados en armas en La Habana es exactamente lo contrario, la impunidad, zonas campesinas en las que ejercerían la soberanía y cambios que implican modificar la estructura de poder en Colombia. Y no son vanas palabrerías: el jefe de los indígenas del Cauca, cuya tribu vive en las zonas bajo presión de las Farc, en entrevista con el ministro del Interior, logró lo que parecía imposible, que les reconozcan plena soberanía, al punto que las compañías que intenten invertir en el Cauca deben pedirles permiso a las tribus, lo que podría ser un gran obstáculo al desarrollo y favorecer el predominio de las Farc.

El falso dilema que maneja, muy posiblemente de buena fe, Felipe González, que demostró ser un político sabio y prudente en el manejo de la transición de la dictadura a la democracia,  de botas o votos, soslaya el trasfondo del desafío político de la negociación. Para una paz duradera es preciso que los delitos de lesa humanidad sean castigados, que entreguen las armas y si quieren se quedan con las botas, pero  que haya justicia y reparación.