Futuro conservador | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Marzo de 2014

Unidad monolítica de ideales

Somos la balanza del poder

Superado los distintos comentarios que se han hecho sobre las elecciones del Congreso, la distribución de fuerzas representativas que corresponden a los distintos partidos, se van aclarando y apenas faltan unos pocos reconteos para saber cómo queda la relación de fuerzas, que tendrá a su cargo la presentación de reformas y leyes decisivas para el futuro en el país. Esa composición de agrupaciones políticas difiere un tanto de los pronósticos, los sondeos, las encuestas y las presunciones de los futurólogos que pronosticaban el entierro del Partido Conservador, cuando los más optimistas de los encuestadores sostenían que escasamente conseguiría el 5% de los votos. La situación conservadora se tornaba más difícil por el desencuentro entre sectores del Partido, en particular por cuanto en la Convención conservadora, el  bochinche y los gritos impidieron que se desarrollara normalmente la misma y que hablaran los distintos actores que debían dar a conocer sus tesis en un ambiente democrático de respeto entre las partes.

Por el desarrollo tormentoso del certamen conservador, quienes estaban por la coalición no tuvieron la oportunidad de exponer sus ideas y se retiraron del mismo, así que  el asunto quedó pendiente de la demanda que se interpuso para que las autoridades electorales establecieran la legitimidad o Ilegitimidad del evento, y esclarecer el devenir político. En esta situación de encrucijada se presentó a las elecciones el conservatismo en las regiones sin el apoyo de dirigentes de arraigo nacional que en otros tiempos sumaban votos a los candidatos que apoyaban, como era el caso de Álvaro Gómez y de los jefes tradicionales de otras fuerzas políticas. La mayoría de los aspirantes al Senado y a la Cámara, no contó sino con su propio esfuerzo para sumar el apoyo popular. A los partidarios de la coalición se les descalificó con el cuento de la mermelada, es decir, las obras que con apoyo oficial se habían ejecutado en las regiones. Quizá por esa razón los encuestadores pensaron que sin el aliento de figuras nacionales que apoyaran a los candidatos regionales, éstos se hundirían. Se estimó alegremente que el partido del orden, que desde la fundación de la Republica ha sido la muralla con la que se han estrellado los diversos intentos anárquicos, disolventes, revolucionarios y subversivos, desaparecía de la escena. Históricamente cuando el Partido Conservador se debilita en cuanto a la defensa de sus ideales y proyectos, los males para el país se multiplican. Sin una fuerza conservadora pujante, capaz de decidir el cambio, el camino queda expedito para los aventureros del caos, el populismo o la revolución. Es lo que desgraciadamente ha ocurrido en varios países de Hispanoamérica, en los que al desaparecer los partidos conservadores, dieron paso a los excesos del socialismo de Estado.

El triunfo conservador en las urnas que registramos oportunamente no se mide en exclusiva por el número de senadores y representantes que salieron elegidos; como se sabe millares de conservadores votaron por candidatos del Centro Democrático y de la U, sin mencionar a otro amplio espectro de los que no votaron. Son las mayorías conservadoras dispersas. La representación conservadora en el próximo Congreso tendrá la mayor responsabilidad en presentar proyectos y defender las grandes propuestas de cambio que reclama la Nación, siempre teniendo en cuenta el bien común y los postulados de justicia social que en la actualidad defiende con ardor el Papa Francisco. Lo conservador no se puede dormir en los laureles, tiene la misión y la responsabilidad en la elección presidencial de determinar quién será el próximo gobernante de Colombia.

En lo doctrinario y en cuanto a las políticas a seguir en materia de cambio social, la unidad conservadora es monolítica, lo mismo en lo que se refiere a combatir la corrupción y propiciar la positiva inversión de los recursos públicos. El próximo gobierno debe contar con el apoyo conservador para fomentar el desarrollo agrícola  e industrial, así como en la trascendental tarea de transformar la periferia del país, como lo hemos repetido varias veces; sembrar en la Orinoquia arboles en 8 millones de hectáreas, lo que se constituiría en un bosque que fortalecería la industria maderera, que sería una de las grandes fuentes de ingresos para financiar a los reinsertados, los colonos y estimular  la vida productiva, las regiones y crear el más formidable polo de desarrollo nacional.