Incertidumbre del proceso | El Nuevo Siglo
Jueves, 22 de Enero de 2015

*Los métodos abiertos y cerrados

*No es bueno el carrusel de propuestas

Bochinche  y confusión están creando los procedimientos del proceso de paz. Y no es bueno que eso ocurra porque ayuda a generar incertidumbre y falta de credibilidad. Suficiente, por descontado, la división que produce cualquier determinación en La Habana para añadir, al ya exacerbado ambiente, elementos como en un salpicón.

Es cierto, claro está, que todo proceso de paz, además de la ruta crítica preestablecida, va fraguando su propio camino, por lo cual requiere de insumos continuos y de mantener la iniciativa so pena de su parálisis. Pero los cánones esenciales, fruto de una estrategia meditada, deben prevalecer por sobre la bulla, los protagonismos y la sensibilidad de la escena política. De lo contrario el proceso será motivo de mayor polarización y de una tendencia hacia el desconcierto.

Los procesos de paz, de acuerdo con las lecciones avanzadas en el mundo, suelen dividirse entre cerrados y abiertos. Los cerrados son aquellos en los que previamente se pactan los instrumentos y objetivos, bajo unas metas irrestrictas y un cronograma inmodificable. Los abiertos, por el contrario, son aquellos en los que no se tiene una agenda comprometida, sino que se va organizando y activando de acuerdo con las necesidades del diálogo y no se plantea un objetivo final hasta que no se encuentre absolutamente consolidado.

En el caso actual, donde por cuarta vez el Estado colombiano adelanta negociaciones con las Farc (o diálogos, como ellos dicen para evitar mayores compromisos), puede decirse que existe, desde el anterior punto de vista, un proceso semicerrado o semiabierto. En efecto, lo primero, porque por anticipado se señala el objetivo del fin del conflicto y la dejación de las armas, y lo segundo, porque carece de tiempos y cronogramas prefijados.

La estrategia de hoy es efectivamente diferente a la inicial, donde las conversaciones y acuerdos eran confidenciales. Por el contrario, se decidió publicar los convenios, sobre puntos adelantados de la agenda, en lo que hubo sin embargo de señalarse tanto los consensos como los disensos. Es decir, tan solo acuerdos parciales que habrán de retomarse. Igualmente, se cambió la consigna de que se mantendría la guerra, en el territorio, como si no hubiese negociación y se negociaría en la mesa como si no hubiese guerra. La misma dejación de las armas tiene hoy la ambivalencia de si ellas serán entregadas al Estado o a terceros.  Y otros  casos, como que las partes hablan más por fuera de la mesa, sin la partitura de la agenda, que dentro de sus límites.

   El comienzo del 2015 ha encontrado al proceso lleno de otras vicisitudes. El anuncio escueto del cese el fuego bilateral, sin una pedagogía de sus implicaciones, medios y significado, ha producido tremores innecesarios. Está bien el anuncio presidencial, como parte de las etapas lógicas para el fin del conflicto armado, pero de inmediato hubiera sido plausible el detalle del tema por parte de los encargados, más allá de la explicación genérica. Por el contrario, dejado ese vacío el “uribismo” entró a llenarlo, exigiendo para ello la inmovilidad, localización y verificación de las tropas guerrilleras en sitios puntuales del territorio. Cualquiera familiarizado con los procesos de paz, y desde luego el Gobierno y la Fuerza Pública, saben que esto es necesariamente así en un armisticio viable y válido, que no otorgue ventajas militares. Cuántos lugares, cinco, diez o más, está por verse, y muchos ya asocian el tema con las reservas campesinas. El hecho es que el Gobierno quedó a trasmano, dejando la iniciativa política a los opositores, en algo que era a todas luces evidente.

Algo similar puede decirse de la refrendación popular del Acuerdo Final, que se creía un axioma. Por vía de las opiniones del Fiscal General de la Nación, ello pareció resquebrajarse. No por él, sino porque el Gobierno no salió al paso con una propuesta taxativa, sino de nuevo una opinión genérica por donde se filtran todo tipo de comentarios. Ya no se sabe si habrá refrendación del constituyente primario, es decir, una manifestación constitucional, formal y jurídica, además de política, o tan solo una legitimación, que sólo cubre el último aspecto. Un nuevo espacio, libre y expedito, para que los enemigos del proceso promuevan la incertidumbre.

Está bien que el proceso tenga aperturas, en el sentido de consolidarlo con insumos concretos, pero no tanto hasta el punto de no saber a qué atenerse.