Inflación versus salarios | El Nuevo Siglo
Viernes, 2 de Diciembre de 2022

* Trascendental informe de la OIT

* Más allá del pulso de porcentajes

 

En gran parte de los países se está tomando por estos días una decisión crucial: el aumento salarial para el próximo año, sobre todo en lo relativo al sueldo básico o la remuneración estándar. No es un tema menor en la medida en que, según un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un 90% de los Estados afiliados a esa agencia global disponen de sistemas de salario mínimo.

Claro, cada nación tiene su propio mecanismo para determinar los reajustes respectivos, ya que en algunos casos existen sistemas automáticos que con base en determinados indicadores y variables señalan, por defecto, el porcentaje de incremento. En otros es el gobierno de turno el que discrecionalmente señala el monto del aumento, en tanto que en naciones como la nuestra se busca que haya consenso entre sindicatos y patronos, pero si esa negociación falla el Ejecutivo es el que decreta, finalmente, cuánto sube el sueldo base. De igual manera, hay muchos países en donde hay modalidades salariales muy específicas y diferenciadas por oficio, edad, nivel de riesgo laboral, cualificación de talento humano, tipo de contratación, cobertura en seguridad social e incluso particularidades regionales…

Sin embargo, en medio de un mundo globalizado hay factores que afectan de manera general los mercados laborales. La pandemia de covid-19, por ejemplo, tuvo un coletazo del que ningún país estuvo exento, a tal punto que, en su momento, se llegó a hablar de más de 50 millones de empleos perdidos y una cantidad superior de plazas impactadas por las cuarentenas, rebajas salariales, disminución productiva…

Otro ejemplo de esa afectación global es el informe de esta última semana de la OIT, según el cual la grave crisis económica provocada por la inflación y la desaceleración del crecimiento mundial está generando una severa caída de los salarios mensuales reales en numerosos países. De acuerdo a la agencia de la ONU, este conjunto de factores, que tienen su principal origen en circunstancias como la prolongada guerra en Ucrania y la consecuencial escasez de alimentos y materias primas así como el aumento de los precios del petróleo y el gas, ha golpeado el poder adquisitivo de las clases medias y afecta en mayor proporción a los hogares con bajos ingresos en múltiples naciones.

De acuerdo con el “Informe Mundial sobre Salarios 2022-2023, impacto de la inflación y del covid-19”, durante el primer semestre de este año los salarios mensuales disminuyeron en términos reales un 0,9%. No es un hecho menor, ya que es la primera vez en este siglo que dicho indicador ha sido negativo. No deja de llamar la atención que en las economías más potentes que hacen parte del G20 los sueldos disminuyeron un 2,2% entre enero y junio, mientras en las economías emergentes el crecimiento salarial se desaceleró, pero mantuvo un valor positivo del 0,8%. Para el caso de América Latina y el Caribe, el índice descendió a menos 1,4% en 2021 y a menos 1,7% en la primera parte de este año.

Como es apenas obvio, la OIT advierte que esta disminución del poder adquisitivo por cuenta de la carestía genera un mayor riesgo de malestar social e incertidumbre. De igual manera, se profundiza la desigualdad de ingresos y la pobreza aumenta, sobre todo para los trabajadores con remuneraciones más bajas.

Para no pocos analistas, es claro que la inflación se ha convertido en el mayor enemigo de la plusvalía salarial, no solo porque el incontenible aumento del costo de vida ‘devora’ en cuestión de semanas o meses el incremento real en los sueldos, sino porque, además, muchos costos de bienes, productos y servicios están indexados al dato periódico del índice de precios al consumidor.

Por lo mismo, resulta un albur considerar que la recuperación del poder adquisitivo se basa única y exclusivamente en aumentos superlativos de los salarios. Los economistas ortodoxos señalan que se requiere, principalmente, que las autoridades económicas maniobren con medidas contracíclicas que desaceleren el costo de vida. Medidas que pueden ir desde reducir el consumo, disminuir la carga tributaria y enfriar el sistema productivo, hasta abaratar costes de alimentos y productos esenciales de la canasta familiar básica e incrementar ayudas y subsidios focalizados a los sectores más vulnerables.

Como se ve, todo lo anterior evidencia que en las negociaciones salariales de final de año hay múltiples elementos a tener en cuenta más allá del mero pulso por el factor porcentual de incremento. Mantener el poder adquisitivo y la progresividad socioeconómica son la prioridad y requieren medidas integrales y multidisciplinarias.