¡Júbilo colombianista! | El Nuevo Siglo
Martes, 27 de Enero de 2015

La  excelencia de la mujer colombiana y su hermosura desde hace mucho tiempo singularizan nuestra raza. Por eso, desde el resonante triunfo de Luz Marina Zuluaga, elegida Miss Universo en 1958, reconocimiento que ha llevado con legítimo orgullo y gracia, lo que le ha ganado la admiración de la sociedad durante mucho tiempo, cada vez que una compatriota concursaba en el evento orbital de belleza sorprendía que no estuviera en los primeros lugares e incluso empezó a hacer carrera la idea de resignarnos a que nuestras candidatas quedaran, como máximo, de virreinas, incluso por tres años seguidos.

Pero en esta ocasión, tan pronto como Paulina Vega arribó a Miami causó impacto por su presencia, hermosura y fina estampa, muy representativas de las colombianas, de esa raza cósmica que presentía José Vasconcelos, quien a principios del siglo XX planteaba que en esta zona tropical se  asombraría el mundo por la superioridad de sus gentes en diversos campos y nos recordaría a las amazonas de la leyenda, que eran tan bellas como excelentes guerreras. Lo cierto es que en las últimas semanas los colombianos, al verla tan atractiva, elegante, segura y alegre a través de los medios de comunicación, empezaron a tener el pálpito de que, por fin, volveríamos a tener otra Miss Universo, tras más de medio siglo sin ese trono.

Este domingo el optimismo generalizado se mantuvo hasta el último minuto, pese a la creciente tensión al observar que las otras finalistas eran también magníficas exponentes de la belleza universal, por lo que el final resultó de mucho suspenso. Afortunadamente la personalidad cautivante de la colombiana y su respuesta a las complejas preguntas que le hicieron los jurados y el público a través de las redes sociales, terminaron por confirmar su favoritismo y rendir a todos. La feminidad, unida a la visión estética del más representativo encanto de la mujer colombiana, en general, conmovió al mundo. Acaso podrá haber otras tan bellas, quizá más bellas o menos bellas que nuestra Miss Universo, ello dentro del concepto subjetivo de lo que significa la belleza que heredamos de los griegos. Pero lo que más importa es que Paulina encarna el ideal sublime de los poetas en cuanto a lo que singulariza en lo estético a nuestras jóvenes, en particular la inteligencia social y la gracia de la mujer. 

No faltan los que denigran de  estos concursos y pretenden que son un banal  derroche de energías, recursos y tiempo productivo. No hay tal, esos concursos estimulan la sana competencia y la superación personal, sin desconocer, claro está, que en el trasfondo está una poderosa industria de la moda, productos de belleza, turismo y un emporio publicitario multimillonario que genera múltiples puestos de trabajo y jugosas ganancias. Además, quién mejor embajadora de Colombia en el mundo que Paulina Vega.