La Cátedra Colombia | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Abril de 2015

El futuro del estamento militar

Nuestras tropas ganaron la guerra

 

EL  comandante del Ejército, general Juan Pablo Rodríguez, tuvo una esclarecedora intervención el 10 de abril en el Teatro Patria, con la finalidad de informar a los altos mandos los alcances del crucial papel que debe cumplir la institución en la actualidad y a partir del momento en el cual el Gobierno colombiano llegue a un acuerdo de paz con la guerrilla. Para el curtido oficial, con una amplia experiencia en combate y quien comandó varios de los más decisivos ataques a la cúpula de las Farc, los contundentes golpes que las tropas le propinaron a esa agrupación subversiva y la constante presión sobre sus mandos medios y milicianos, fueron los que consiguieron el objetivo de debilitarlos a tal punto que se vieron forzados a negociar. Es una verdad de a puño que gracias a esa voluntad de sacrificio y a la elevada moral para buscar la victoria militar a todo trance en las zonas más difíciles de la geografía nacional, se desarticuló la cúpula subversiva que, en su mayoría, debió buscar refugió en países vecinos o enfrentar la muerte en nuestro territorio.

Tiene claro el general Rodríguez que el prestigio de las Fuerzas Armadas se mantiene incólume y en medio de las crisis que sacuden las instituciones los colombianos duermen tranquilos, en cuanto confían en los esfuerzos de los soldados que velan para que nuestra sociedad pueda vivir lo más posible ajenos a la violencia e inseguridad. Por la misma razón no se le teme a negociar con las Farc, puesto que de por medio están de garantes las Fuerzas Armadas, comprometidas en el respaldo a la política de convivencia que se desarrolla desde la Casa de Nariño. En la última década y media las tropas colombianas se fortalecieron y profesionalizaron, al punto de ser reconocidas como entre las más eficaces del hemisferio occidental y algunos de sus operativos utilizados como ejemplo a nivel orbital. Por lo mismo, viejos anhelos de los mandos subversivos, como el abatido ‘Mono Jojoy’, en el sentido de atacar las grandes ciudades y tomarse el poder por las armas, se tornaron inalcanzables y, todo lo contrario, empezaron a sufrir una escalada de golpes tácticos y estratégicos sin precedentes. Ya hoy no existe la menor posibilidad de que en Colombia se vivan episodios al estilo de la guerra de posiciones que marcaron el final del conflicto que se libró en El Salvador.

Se puede afirmar, entonces, que técnicamente la guerra la han ganado nuestros soldados con el apoyo de la gran masa de colombianos que está por la paz. Lo  que busca el gobierno del presidente Santos, por medio de la negociación, es evitar que siga corriendo inútilmente la sangre y generándose más tragedias y dolor por cuenta del accionar de los alzados en armas. Puesto que, como sostiene con razón el general Rodríguez, las tropas colombianas de tierra, mar y aire, están preparadas para las diversas opciones que se presenten, ya sea un acuerdo de paz o una escalada de la vía militar para reducir a los violentos. Por eso se afirma que las Fuerzas Armadas son las principales garantes de la paz, en cuanto su misión fundamental es garantizar el orden interno y la defensa de las fronteras.

Las Fuerzas Armadas nacionales son referente obligado para las instituciones internacionales como la ONU y diversos países en la estrategia para acotar la subversión. Oficiales extranjeros arriban al país para conocer los avances de las  tropas en la lucha  contra los violentos. En un mundo en llamas, en donde el terrorismo desestabiliza en el Medio Oriente gobiernos de distinto signo, nuestros soldados deben prevenir que grupos subversivos mutantes intenten ganar espacio  y conducirnos a una violencia terrorista inmanejable. Por lo que es preciso ahondar en la modernización de las tropas, concentrar los servicios de Inteligencia, mantener la integración de los diversos cuerpos militares, todo ello en un esfuerzo mancomunado de las   diversas fuerzas para ser más eficaces y derrotar al enemigo.

Las Fuerzas Armadas, contra lo que presuponen algunos descriteriados, sin bajar la guardia por un instante, están en el corazón de los colombianos, comprometidas a fondo en actividades pacíficas, como desminar el territorio, o al frente de proyectos de desarrollo e infraestructura en zonas remotas o de gran vulnerabilidad. Allí no sólo garantizan el orden público sino que construyen vías, que son verdaderas autopistas de paz y desarrollo. Está probado, como en una ecuación matemática simple, que en donde se consigue comunicar las distintas zonas del territorio nacional avanzan la civilidad y el orden.