La guerra interminable | El Nuevo Siglo
Viernes, 12 de Septiembre de 2014

Siguen los bombardeos

Más incertidumbre y terror

Los  conflictos entre Oriente y Occidente se dan desde tiempos antiguos, cuando las legiones de Julio César se abren paso en el misterioso Egipto, dando pie al famoso drama de Shakespeare, en el cual se vislumbra la posibilidad de la unión de dos mundos de casarse este  extraordinario caudillo con la bella Cleopatra. Napoleón ensaya sus armas en la región, posteriormente, y, como consecuencia del derrumbe del Imperio Turco en  la I Guerra Mundial, se reorganizan casi que al azar de los pozos petroleros las nuevas naciones. Las que se convierten en monarquías o en repúblicas, sobre la cuales va a pesar omnipresente el tema del petróleo que para entonces se ha convertido en la sangre de la industria. Unas monarquías estarán con las potencias de Occidente a las que les garantizan el suministro del crudo a precios bajos a cambio de enriquecer a los intermediarios, otras se inclinan por el nacionalismo, el socialismo y la dictadura del caudillo de turno, casi todas están contra el Estado de Israel, factores que sumados a las divisiones fundamentalistas incrementan la tensión durante la guerra fría, que no tiene fin y sigue con otros nombres en esta parte convulsionada del mundo.

En Oriente, de cuyas entrañas han brotado casi todas las religiones importantes del mundo, incluido el cristianismo, es común que lo religioso se mezcle activamente con la política, como en el caso de Al Qaeda, que irrumpe con Osama Bin Laden, hijo del magnate musulmán que administraba el templo de la Meca. Él se  destaca como aliado de los Estados Unidos  en Afganistán, en la guerra de liberación nacional que se libra contra la Unión Soviética. El millonario saudí cambia de bando, al parecer muy irritado, cuando los estadounidenses no  le cancelan los dineros que había invertido en la construcción de un aeropuerto. En consecuencia, como un nuevo Aníbal jura vengarse, se junta con los de Al Queda, que controla el gobierno del país y programa el acto terrorista del 11 septiembre de 2001, cuando a las 8.46 a.m. el Boeing 767 de American Airlines se estrella  contra la torre norte del World Trade Center en Nueva York. A partir de entonces para sorpresa de los que proclamaban el fin de la historia, la misma se parte en dos y la amenaza terrorista se extiende sombría por el espacio de  los Estados Unidos y el mundo, que no volverá a ser como antes. 

Por lo mismo era predecible que los Estados Unidos reaccionaran con vigor frente al avance de las milicias que aspiran a forjar a sangre  y  fuego un poderoso Califato, con los restos de países cuya frágil estabilidad se hundió con la primavera árabe. Hasta el pacifista presidente Barack Obama, no podía quedarse impávido, mientras sus aliados de los países petroleros sucumbían uno a uno y las milicias yihadistas sedientas de sangre los  pasaban por las armas. Los bombardeos de los Estados Unidos han coincidido con los anuncios de Washington, de intervenir militarmente; se sabe que desde el portaviones George H.W. Bush fueron lanzadas dos bombas de 230 kilogramos y los misiles cruzan el espacio, en busca de sus objetivos militares. Obama proclama que "Estados Unidos llega para ayudar”, cuando miles de amigos corren peligro mortal, se trata de devolverles la confianza a los aliados que se sentían abandonados e incapaces de resistir solos la feroz embestida de los yihadistas.

El llamado de Obama a conformar una gran coalición internacional contra los yihadistas ha sido acogido de inmediato por diez  países árabes, que encabeza  Arabia Saudita, que anuncian su compromiso formal con los Estados Unidos en el combate contra el Estado Islámico (EI). Anuncio que hicieron al concluir la  reunión de ministros de Exteriores con el secretario de Estado norteamericano, John Kerry. A la reunión asistió el  príncipe Saud al Faisal, los ministros de Exteriores de Kuwait, Qatar, Bahréin, Omán, Irak, Egipto, Jordania, Líbano y Turquía, país que se negó a permitir operaciones militares de Estados Unidos desde su territorio.

La monarquía saudí abre su territorio como base regional de los rebeldes sirios moderados. Lo que crispa más la situación, puesto que como están las cosas Rusia mantiene una firme alianza con el gobierno de Siria. Arabia Saudita recibirá a los alzados en armas y los Estados Unidos los van a entrenar. Lo mismo que se anuncia que Inglaterra y Francia colaborarán militarmente con los Estados Unidos en la gran ofensiva contra el terrorismo. Lo cual parece repetir lo que pasó en Libia, donde ayudaron a derrocar al dictador libio y armaron a los rebeldes, sin poder controlar la situación que hasta el momento en Libia es de anarquía y terror.  Lo que determina que la incertidumbre se mantenga y existan temores de una terrible guerra generalizada de proporciones gigantescas.