Hoy ya no es secreto que una de las características del autodenominado progresismo está en el lenguaje político que destila por el mundo, con su zigzagueante derivación en los diferentes países.
Por eso es común observar, a raíz de la deriva que se pretende consagrar de verdad revelada en la rutina idiomática “progre”, que el satánico Adolfo Hitler sea la figura más recurrida para deslegitimar a quienes no piensan de la misma manera que ellos. Y que desde luego nada tiene que ver con un pensamiento de las condiciones protervas del nacional-socialismo y su raigambre antidemocrática y racista. Lo cual, por descontado, deja entrever la naturaleza que palpita en los esquizoides contrarrelatos que se pretenden hegemonizar.
Por su parte, es connatural del temperamento progresista suscitar el catastrofismo y la polarización.
Un caso demostrativo de estos días, en cuanto al fatalismo extremo, es el de la candidata del Partido Demócrata Kamala Harris, en Estados Unidos, quien ante cualquier pregunta siempre contestó, durante el transcurso de la campaña presidencial, que el mundo se va a acabar en un dos por tres por el cambio climático. Fue tal la insistencia en el tema y el vacío dejado en los otros, en particular sobre la economía (que en una cifra abrumadora es la inquietud central del electorado norteamericano), que sus asesores encontraron en aquel factor, expresado como un detonante reiterativo, el motivo del repunte de Donald Trump en las últimas semanas, ya cerca de las urnas.
De repente calló Harris el asunto, dando un viraje notorio. Pero ahora su partido se pasó a la tesis de que la otra campaña, la republicana, es un nido de nazis y fascistas (cuando menos la mitad de Estados Unidos). Al mismo estilo de lo aducido en 2020. Aún no se sabe si finalmente será la consigna salvadora que le permita superar la tendencia negativa. Esa que, a su vez y bajo criterios similares, no pudo superar en Brasil el partido socialista del presidente Lula, derrotado en toda la línea en las recientes elecciones regionales.
En Colombia, la importada muletilla intenta hacer carrera. Claro, si aquí se ha llegado al atronador mentidero de que los judíos son nazis, pues qué decir de ahí para abajo de que el expresidente César Gaviria, por otra parte, es un Hitler. Todo porque va a ganar arrasadoramente la Convención Liberal. No va y sea, además, que esa “guarida de fascistas” haga uso de la Constitución y declare democráticamente la oposición. Nada más.