* Redimensionar agenda E.U.-América Latina
* Leer un continente con nuevas realidades
MÁS allá del ambiente festivo y de optimismo generalizado que se respira en la Cumbre de las Américas que se desarrolla en Cartagena, lo cierto es que el continente enfrenta grandes desafíos políticos, sociales, económicos, de equidad, seguridad e institucionales.
Dejando de lado esa anacrónica discusión sobre la existencia de “dos Américas”, lo cierto es que el hemisferio ha cambiado de manera sustancial en las últimas dos décadas, y los escenarios geopolíticos variantes exigen de todas las naciones un mayor dinamismo en su estrategia internacional y la interacción en nivel continental. Obviamente los primeros llamados a entender esa realidad y liderar los cambios son, precisamente, los gobiernos de los países con más peso y poder regional. Y allí la mayor responsabilidad es, sin duda, de Estados Unidos.
Tal como lo publicó ayer este diario, el prestigioso centro de análisis y pensamiento Diálogo Interamericano hizo una objetiva radiografía del papel que ha cumplido en los últimos años Estados Unidos en el hemisferio y señaló abiertamente las falencias en que ha incurrido, sobre todo de cara a América Latina. El análisis parte de la base de que es necesario sopesar los cambios más importantes que han marcado un nuevo escenario en el continente: el ascenso brasileño, el desafío mexicano, los avances económicos y sociales de varias naciones que se ubican ahora en el grupo de economías emergentes (Colombia, Chile o Argentina), el giro hacia políticas pragmáticas y de centro, el surgimiento de entes regionales como Unasur o la ALBA, el preocupante aumento de la inseguridad ciudadana y los problemas graves que afectaron a la primera potencia mundial tanto en lo económico como en lo militar en la última década.
Con base en esa radiografía, Diálogo Interamericano advierte que Estados Unidos está en mora de rehacer su relación con América Latina y que para ello no sólo debe sentar las bases de una nueva relación que ponga fin al distanciamiento actual sino trabajar con más ahínco en la resolución tangible de tres grandes temas pendientes que generan muchas tensiones: inmigración, lucha antidroga y Cuba.
Para ello, el centro de pensamiento recomienda a Washington plantear una hoja de ruta que, con un concepto futurista, proactivo y equilibrado, se afinque en impulsar la expansión del comercio, la inversión y la cooperación en temas económicos y energéticos, para evitar la incursión en la zona de potencias de otros continentes. Igualmente debe ser más dinámico en el impulso de la llamada “gobernabilidad democrática”, así como promover una renovada instancia de cooperación regional y global, bajo el entendido de que sólo un continente con menos desequilibrios y desigualdades permitirá el progreso sólido de todas sus naciones.
¿Washington ha entendido la necesidad de “rehacer” sus relaciones con América Latina? Las opiniones están divididas. Hay diagnósticos que advierten que la Casa Blanca en la última década descuidó la región y perdió influencia geopolítica y económica de forma sustancial. El actual mandatario, Barack Obama, no lo ve así, según lo expresado en su entrevista ayer con El Tiempo y el Grupo de Diarios América. El Presidente norteamericano, que anoche arribó a Cartagena, expone las bases de su agenda amplia y muy dinámica con los países latinoamericanos. Sobre el tema antidroga, reitera que no comparte las tesis legalizadoras, aunque admite le necesidad de un diálogo para reenfocar los esfuerzos en la lucha contra el narcotráfico. En cuanto a Cuba, insiste en exigir una apertura democrática real en la Isla y sostiene que si bien no ha logrado sacar avante la reforma migratoria que prometió al llegar a la Casa Blanca, hay cambios a la vista para mejorar la relación con los millones de latinos en Estados Unidos.
Obama evidencia que sí está redimensionando su relación con Centro y Suramérica, bajo el claro norte de que el continente es clave para su país en lo político, social, económico e institucional. Y también con la premisa de que esa nueva agenda debe basarse en naciones fuertes, democráticas, con instituciones sólidas, justicia independiente, libertad de expresión y gobiernos transparentes que atiendan a las necesidades de sus ciudadanos.
Como se ve, lo importante es que esa nueva agenda, más equilibrada, realista y, sobre todo, de doble vía se vaya afincando y los frutos se den a corto, mediano y largo plazos.