Nada más complicado que la adopción de medidas de cuidado ambiental de alcance transnacional. Los tratados y acuerdos para combatir el cambio climático son un fiel ejemplo de ello. Precisamente por estas circunstancias es que resulta muy destacable el acuerdo sobre una “Ley de Restauración de la Naturaleza” que está a punto de ser adoptada por la Unión Europea tras un largo y accidentado proceso de negociación entre las naciones que integran este bloque.
La norma, que ya recibió autorización final por parte del consejo ministerial y que ya tenía visto bueno del Parlamento Europeo, pese a un último intento de bloqueo austríaco, es considerada como la medida comunitaria más importante en décadas de cara a imponer la obligación a todos los países de la UE en cuanto a la restauración de ecosistemas estratégicos y la protección de la biodiversidad.
Los defensores de la ley sostienen que se trata de un paso histórico sobre todo si se tiene en cuenta que este bloque multinacional el 80 % de los hábitats naturales se encuentran en un estado de conservación considerado “malo o mediocre”. De igual manera, el 70 % de los suelos se encuentran en mal estado. Todo ello implica que el riesgo poblacional por cuestiones ambientales y afectaciones en la seguridad alimentaria sea especialmente alto.
En ese orden de ideas, la “Ley de Restauración de la Naturaleza” exige que cada estado miembro implemente medidas de restauración en lo que resta de esta década en no menos del 20 % de los espacios terrestres y marinos. Este es el primer paso en la meta de que a mitad de este siglo esa directriz abarque todo el territorio de la Unión Europea.
Aunque el acuerdo establece una serie de flexibilidades para algunos países debido a particularidades en su entorno ambiental, en general todas las naciones están supeditadas a presentar avances en varios indicadores claves, relacionados con protección de ecosistemas y preservación de la fauna y flora. Hay objetivos muy puntuales en materia de frontera y producción agrícola como que el 30 % de los humedales drenados utilizados en actividades agropecuarias deberá ser restaurado hasta el 2030. Todo esto con el fin de alcanzar el 40 % en 2040 y el 50 % en 2050. La meta es reactivar esos sumideros naturales de carbono, lo que es clave de cara a revertir los efectos del calentamiento global.
Sería bueno que en el continente americano se empezarán a evaluar las posibilidades de un acuerdo trasnacional de este alcance. Obviamente hay muchas diferencias en cuanto a la naturaleza política de la Unión Europea, pero el ejemplo es de aquellos que vale la pena imitar.