Libros: físicos vs. digitales | El Nuevo Siglo
Jueves, 24 de Octubre de 2013

Aunque la polémica no es nueva, sin duda la advertencia del Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, en el marco del VI Congreso Internacional de la Lengua Española en Panamá, sobre las rivalidades entre los libros físicos y los virtuales marca un nuevo horizonte en el debate.

De acuerdo con el célebre escritor peruano “el espíritu crítico, que ha sido algo que ha resultado de las ideas contenidas en los libros de papel podría empobrecerse extraordinariamente si las pantallas acaban por enterrar a los libros”.

Agregó el Nobel que estaba convencido de que la literatura que se escribiera “exclusivamente para las pantallas sería una literatura mucho más superficial, de puro entretenimiento y conformista”, añadió.

Aún así el también ensayista y analista político latinoamericano dijo que hoy por hoy era muy difícil profetizar “qué cosa va a ocurrir y si el libro digital va a anular enteramente al libro de papel”.

Si bien no es la primera vez que se habla de las ventajas y desventajas de la producción de libros digitales y cómo han venido desplazando a los físicos, Vargas Llosa da un nuevo enfoque a la polémica al hablar ya no de la practicidad de un modelo u otro, o incluso de cuál de los dos resulta más económico y asequible para el público. Lo que le preocupa a Vargas Llosa es  hasta qué punto la profundidad que permite el libro físico al lector, la capacidad de reflexión que incita, se vea afectada cuando el escritor se enfoque en que toda su producción intelectual tendrá como medio de difusión Internet, las redes sociales y todos los dispositivos de información virtual.

¿Se puede hablar, entonces, de que la literatura escrita para ser publicada en medios físicos es distinta de aquella que se sabe de antemano tiene que adecuarse a los lenguajes digitales?

Se trata, sin duda, de un interrogante bastante complejo, que supera la esfera del debate intelectual al más alto nivel y tiene su reflejo en la cotidianidad, incluso en Colombia. Por ejemplo, meses atrás se conoció la historia de una profesora de un municipio costeño que pidió a sus alumnos de secundaria leer un libro, pero les dijo que sólo les valdría el trabajo si entregaban el físico de la obra, con los señalamientos requeridos. Ante la protesta de los padres, la docente explicó que si bien en Internet se conseguía el texto del libro, los alumnos no se concentraban en la lectura, no analizaban con profundidad los pormenores de las historias e incluso se terminaban distrayendo en redes sociales y otras entretenciones virtuales.

No se trata, como se dijo, de un asunto menor. Por algo en el marco del Congreso de la Lengua Española uno de los apartados se dedicó a analizar los retos que plantean los medios audiovisuales y los contenidos en Internet, que acaparan cada vez más la atención de los niños y jóvenes, dejando el libro impreso en segundo plano.

La polémica aún no termina, pero es claro que debe profundizarse sobre las implicaciones de los libros en físico y la forma en que los digitales les están quitando terreno. El problema no es el número de lectores, pues éste aumenta día a día, sino en cual de los dos medios la literatura es de mejor calidad y su impacto sobre el consumidor.