Lo que no se ve de la paz | El Nuevo Siglo
Miércoles, 11 de Agosto de 2021

* Realidad de la llamada implementación

* Una cosa es la propaganda y otra los resultados

 

Al cumplirse tres años del gobierno del presidente Iván Duque son muchos los balances por estos días. Uno de los tópicos que suele a traerse a cuento es, sin duda alguna, el relativo al acuerdo de paz suscrito entre la administración Santos y las Farc. Que, como se sabe, pasó de pensarse en términos de meses a una negociación ampliamente prolongada. Además de establecerse una ruta aún más dilatada, de quince años, en la llamada implementación, a manera de vigencias futuras, aunque sin el fondeo respectivo.  

Pero más allá de las continuas polémicas que suscita un tema tan divisivo en el país lo cierto es que, a pesar de las graves dificultades por las que atraviesa Colombia, a cuenta de la trágica pandemia del coronavirus, hay avances no despreciables en este campo. Efectivamente, una conclusión que se deriva, no solo de los informes periódicos de la Consejería Presidencial para la Estabilización y Consolidación, sino de los reportes trimestrales de la Misión de Verificación de Naciones Unidas ante el Consejo de Seguridad.

Por su parte, desde el comienzo el gobierno actual adujo que en el anterior primó la improvisación y enumeró una gran cantidad de metas y objetivos sobre los que, a la luz del acuerdo, no se tuvo la precaución de proyectar seriamente cuál sería la inversión presupuestal necesaria. En ese orden de ideas, fue así como tocó empezar a aterrizar el convenio, de la formulación teórica a la práctica. Es decir, organizar las partidas institucionales, así como crear, financiar y poner en marcha los mecanismos de la denominada implementación, en las distintas etapas y flancos. Una tarea por demás compleja que, ciertamente, se ha adelantado en medio de las dramáticas circunstancias de seguridad por las que hoy pasa la nación colombiana: reincidencia armada de las facciones desmovilizadas que habían liderado la negociación y fortalecimiento evidente de las que, sin rechazo alguno de sus antiguos compañeros, se mantuvieron al margen del pacto; espiral de los cultivos ilícitos en las zonas desalojadas; incumplimiento en la entrega de bienes por parte de las estructuras desactivadas; nula colaboración para desmantelar las rutas y corredores del narcotráfico, con grave perjuicio para los líderes comunitarios… Así como, de otra parte, insatisfacción de las víctimas en las comparecencias de verdad, justicia y reparación, frente a lo dicho por las Farc ante la JEP. En tal escenario, tanto por las exiguas solicitudes de perdón como por la ausencia probatoria de tiempo, modo y lugar en crímenes de gran impacto por ellos sorpresivamente aducidos, entre ellos, el de Álvaro Gómez. Y de colofón, como si fuera poco, escalamiento geopolítico de la situación de orden público en las fronteras, en especial la de Venezuela, con atentado presidencial a bordo. En suma, una situación que ha llevado a muchos a preguntarse dónde quedó la anhelada paz.

Con todo y lo anterior, el gobierno no ha evadido sus responsabilidades y ha venido sacando avante los compromisos del acuerdo precedente, partiendo casi de cero. Dentro del amplio plazo establecido, no son pues de desconocer, por ejemplo, las más de 310 mil indemnizaciones individuales a víctimas con una inversión superior a $2.6 billones. También son de resaltar las 139 mil hectáreas restituidas a desplazados y desarraigados. Lo mismo que el más de un millón de hectáreas ingresadas al Fondo de Tierras de la Nación. En igual medida, es de exaltar la formalización de 654 mil hectáreas a través de 24.842 títulos. De igual manera, los apoyos directos e indirectos a más de 13 mil desmovilizados en 580 municipios. Por lo demás, sería un exabrupto dejar de lado las billonarias inversiones en los 170 municipios priorizados dentro de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). Así como la reestructuración del programa de sustitución de cultivos ilícitos para hacerlo funcional y la puesta en marcha de las estrategias con enfoque de género y étnico. No es, asimismo, una nota menor la activa e indispensable modernización, con acuerdo o sin este, como de antemano estaba señalado, del Catastro Multipropósito.

Son elementos a tener en cuenta a la hora de hacer los balances. Cosa diferente, claro está, es permanecer atado al propagandismo de otras épocas. En ese caso, muchos reflectores se pudieron citar y muchas cintas se pudieron cortar. Pero eso es harina de otro costal.