María Corina, el bastión | El Nuevo Siglo
/Foto red X María Corina Machado
Lunes, 9 de Septiembre de 2024

* Urge evitar que la dictadura la aprese o exilie

* Satrapía se impone a comunidad internacional

Una batalla perdida para la democracia. Así debe catalogarse el asilo obligado en España de Edmundo González, el candidato presidencial de la oposición venezolana que ganó los comicios del pasado 28 de julio, pero cuyo triunfo ha sido birlado por la dictadura chavista que, acudiendo a todo tipo de artimañas y represión violenta, insiste en mantener el burdo fraude electoral para atribuirle el triunfo al desprestigiado jefe del régimen, Nicolás Maduro.

Una batalla perdida porque González se vio en la urgente necesidad de abandonar el país ante la inminencia de su captura por parte de una justicia venezolana subordinada al gobierno autoritario, que buscaba a toda costa acallarlo, refundirlo y aislarlo en alguna cárcel, como les ha ocurrido a decenas de líderes de la oposición y alrededor de tres mil ciudadanos −la mayoría jóvenes− detenidos de forma arbitraria en las últimas semanas por hacer parte de las marchas contra el régimen sátrapa. A hoy no se sabe en dónde están esos centenares de personas, ya que no tienen acceso a sus familiares ni a defensa jurídica alguna. Incluso se ha denunciado que son blanco de torturas y hasta de desaparición forzada, en uno de los más graves episodios de violación sistemática de derechos humanos y perpetración de delitos de lesa humanidad en lo que va corrido de este siglo en todo el planeta.

Esa, lamentablemente, era la suerte que le esperaba a González, razón por la cual fue necesario tramitar su asilo, trámite en el que la tiranía ‘colaboró’, confirmando su urgencia de debilitar lo más posible a un dirigente al que la mayoría de los venezolanos y gran parte del mundo consideran como el presidente electo y quien en enero próximo debe posesionarse en el Palacio de Miraflores, dando paso al regreso a la democracia y el fin de la dictadura.

Así las cosas, mientras que se espera que González lidere una cruzada a nivel global para exigir que se respete su triunfo y que la comunidad internacional agrave las sanciones contra Maduro y compañía, la lucha a nivel interno seguirá en cabeza de la incansable y valiente María Corina Machado, sin duda el principal símbolo de la democracia en Venezuela. Ella misma ratificó ayer que, pese a todas las amenazas y riesgos, no se va a ir del país y, por el contrario, redoblará su liderazgo y la movilización de masas para que el chavismo salga del poder y reconozca el dictamen de las urnas.

Es imperativo que para protegerla la comunidad internacional pase de las advertencias a las acciones concretas. Visto lo ocurrido con González está claro que el régimen, pese a todas las alertas de la ONU, OEA, Estados Unidos, Unión Europea y un sinnúmero de gobiernos, no dudará en aplicar la misma ‘fórmula’ para neutralizar a Machado, ya sea enviándola a prisión, forzándola a pedir asilo o, lamentablemente el riesgo existe, atentando contra su integridad física.

Por lo mismo, hay que hacerle entender a Maduro que no se tolerará una sola agresión a Machado. Incluso sería conveniente que se advirtieran de forma anticipada las sanciones y castigos inmediatos y drásticos a que sería sometido el régimen si desafía a la comunidad internacional en este caso.

Inclusivamente, la propia Corte Penal Internacional, que poco a poco ha ido endureciendo el tono sobre la crisis desatada en Venezuela por el régimen de terror, bien podría dar pasos más decididos en cuanto a la posibilidad real de proceder a dictar una orden de captura a Maduro y el resto de su cúpula criminal. Nada más peligroso para la oposición y los millones de venezolanos que sufren día a día los excesos de la dictadura, que la sensación de impunidad e invulnerabilidad que está rodeando el tirano mandato.

Es innegable, por otro lado, que las ofertas de mediación –bienintencionadas, pero ingenuas− impulsadas por los gobiernos de Colombia, Brasil y México terminaron dándole espacio y tiempo al régimen venezolano para seguir atropellando a sus contradictores y tratar de ‘naturalizar’ el fraude electoral. Prueba de ello es que esas cuestionadas gestiones en nada beneficiaron a la oposición que ahora, tras el exilio de González, es claro que sufre un retroceso. Negarlo sería ilógico.

Configurado ese escenario, corresponderá a Machado aumentar su capacidad de vocería y liderazgo para suplir ese vacío. Tiene voluntad, carácter y carisma para hacerlo por más que se vea forzada a actuar, cada vez más, desde la clandestinidad o a limitar sus apariciones públicas. Ella, hoy más que nunca, es el bastión principal de la cruzada por la democracia en su país. Hay que rodearla y protegerla al máximo. Cualquier afectación de la que sea víctima será una mácula intolerable para la comunidad internacional, pues se estará evidenciando que la satrapía está ganando todas las batallas contra la libertad del bravo pueblo.