Norte de Santander en la mira | El Nuevo Siglo
Miércoles, 25 de Enero de 2012

* Ya es hora de que el Estado prevalezca
* Teatro de operaciones binacional

 

A las hostilidades que azotan desde hace años al Cauca, y que no han podido ser revertidas decididamente ni en tiempos de la seguridad democrática, se une la guerra que viene presentándose durante este año en Norte de Santander. El caso es que allí, de alguna manera, prevalecía la calma chicha tanto en cuanto los diferentes grupos armados y el mismo Estado parecían haber delimitado territorios y determinado una “estabilización” de la zona.
En efecto, se sabe que en Norte de Santander, en plena frontera colombo-venezolana, están todos los agentes irregulares del país, narcotraficantes, neo-paramilitares, frentes de las Farc y el Eln, incluso remantes no desmovilizados del Epl, en cabeza de alias “Megateo”. Dentro de los narcotraficantes y neo-paramilitares, a su vez, hay diferentes vertientes y es también sabido que han tratado de permear la política para sus propios intereses, inclusive llegando a la Alcaldía de Cúcuta y la Fiscalía Regional.
De otra parte, Norte de Santander y departamentos vecinos se muestran como una de las áreas donde puede producirse el mayor auge minero. Esto ha hecho que, como en sus épocas en Estados Unidos por la fiebre del oro, aparezcan empresarios, con licencias y sin ellas, a fin de buscar minerales, y ello también ha determinado que las fuerzas irregulares extorsionen o sean ellas mismas las encargadas de explotaciones a través de terceros. Igualmente es de vieja data que por Norte de Santander atraviesan varios oleoductos. Es decir que, en general, es un lugar estratégico vital.
Asimismo, es conocido que la frontera colombo-venezolana es bastante móvil y los límites no suelen ser ciertos, mucho menos cuando a ambos lados existen trabajadores de una u otra nacionalidad. Por lo demás, la diferencia en los precios de la gasolina en uno y otro país hace que pulule el contrabando, hasta el punto de que se habla de un nuevo cartel del combustible, circunstancia propicia para alimentar la guerra. El hecho es que, no sólo las Farc y el Eln traspasan la frontera como si fuera un mismo territorio, sino que ya es común que las bacrim hagan lo mismo.
El año pasado en Tibú, donde el presidente Juan Manuel Santos entregó varios títulos agrarios a campesinos desplazados o sin propiedad efectiva, se practicó paralelamente un Consejo de Seguridad en el que se analizó a fondo la situación en Norte de Santander. Evidentemente el Primer Mandatario ha puesto desde entonces todo su empeño y movilización en rescatar la zona y ello es el resultado de los operativos, allanamientos, identificación de criminales y pequeñas bandas, así como de milicianos, que han puesto en alerta a todas las organizaciones irregulares por cuanto la orden perentoria es que el Estado debe preponderar.
Las Farc han contestado en este año con una escalada en el Catatumbo. Han atacado con cilindros-bombas el oleoducto de Petronorte, cerca de Teorama. También han hostigado el corregimiento Las Mercedes, en Sardinata, lo mismo que Hacarí y San Calixto. En estos días, en El Tarra, la unión guerrillera de las Farc y el Eln dinamitó una patrulla del Ejército instalada en la Alcaldía. Por su parte, los guerrilleros han sembrado minas en torno del oleoducto, a fin de no permitir el ingreso a la zona de los soldados. Todo ello ha producido víctimas mortales y heridos. Ya lo había anunciado el jefe de las Farc en uno de sus carteos, donde habló de la concentración de la guerra en Norte de Santander por parte del Estado. Seguramente, también, porque se sabe que ronda esta frontera con idas y venidas de Venezuela.
El Estado, pues, enfrenta el dilema de dejar prosperar un orden público en manos criminales, como acontecía desde hace décadas, o recuperar la soberanía integral en un Departamento vital para Colombia. Lo segundo parece ser el propósito de Santos, aun a pesar de tocar el avispero en sus colmenas. Los ojos del país están puestos en las Brigadas militares y Estaciones de Policía de ese territorio. En ellos está depositada toda la confianza nacional. Y no sólo está bien, desde luego, que se delimite la zona con el Táchira, como un teatro conjunto de operaciones entre Colombia y Venezuela, sino asimismo la anunciada vigilancia aérea binacional.