Ojo al PIB 2019 | El Nuevo Siglo
Lunes, 28 de Enero de 2019
  • El campanazo del FMI
  • Déficit fiscal estructural

 

 

El panorama económico para este año genera más incertidumbre que certezas y así lo han empezado a reflejar los pronósticos de las entidades multilaterales. Por ejemplo, la semana pasada el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajó su proyección sobre el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) colombiano, recalculándolo de 3,6% a 3,3%. La razón de esa rebaja se debe a que para el Fondo no están claras las perspectivas de recaudo a partir de la Ley de Financiamiento o reforma tributaria que fue aprobada por el Congreso en diciembre pasado pero que fuertemente recortada frente a lo inicialmente propuesto por el gobierno Duque, que aspiraba a recoger más de $14 billones por vigencia, pero al final el Legislativo solo le dio visto bueno a un recaudo de máximo $8 billones.

Al que igual el FMI otros entes multilaterales, firmas calificadoras de riesgo y centros de estudios económicos, nacionales e internacionales, están en camino de replantear sus pronósticos sobre el crecimiento económico de este año, ya que la mayoría de ellos se habían planteado en noviembre o principios de diciembre, cuando se pensaba que la reforma tributaria cumpliría las expectativas de recaudo que había señalado el Ministerio de Hacienda en el proyecto original. Como no fue así y todavía no está claro si el Ejecutivo podrá cumplir el apretón del gasto público por más de $5 billones para cubrir el faltante dejado por la recortada Ley de Financiamiento, entonces hay un principio de cautela en muchos analistas respecto a si es posible cumplir con el horizonte de la regla fiscal para 2019.

Es claro, según la mayoría de los pronósticos, que el PIB se verá impulsado por sectores como la construcción, las exportaciones, un mayor consumo de los hogares y un repunte leve pero sostenido de la industria y el comercio, así como del agro, que continúa siendo motor primordial del dinamismo productivo. De la misma forma los analistas advierten que la descolgada de los precios del petróleo en los últimos meses, después de que alcanzó a superar los US$80 el barril, pone en problemas las finanzas colombianas, que habían visto en el boom temporal de los hidrocarburos un salvavidas a corto plazo en medio de la estrechez fiscal estructural.

Aunque el Gobierno ha planteado la posibilidad de vender el 8.5% de las acciones de la estatal Ecopetrol, esa transacción ha generado polémica entre los expertos. Si bien podría recibir $10 billones, esos recursos deberían destinarse a obras de infraestructura e inversiones de gran calado, y no utilizarlos como caja menor para cuadrar cuentas anuales de un presupuesto desfinanciado.

Otro hecho preocupante del panorama fiscal tiene que ver con que los pronósticos sobre la economía mundial son cada vez más inciertos, no solo porque no está claro la evolución del pulso comercial entre Estados Unidos y China, sino porque hay hechos de coyuntura que podrían tener un impacto imprevisto este año, como es el caso del accidentado divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea, así como el alto riesgo de implosión al que está expuesta Venezuela en medio del agravamiento de la crisis política de la semana pasada.

Así las cosas, es evidente que se requiere de la mayor cautela en materia de decisiones económicas, más aun en un año electoral que, por la entrada en vigencia de la Ley de Garantías, tendrá una disminución en materia de obras civiles. Tampoco resulta muy alentador que temas prioritarios para nivelar las finanzas públicas, como es el caso de la reforma pensional, se hayan aplazado para el próximo año pese a que el costo que debe asumir el Estado anualmente para financiar las jubilaciones está aumentando de manera alarmante.

En todo caso es obvio que mientras continuemos teniendo crecimientos del PIB que estén tan lejos del cuatro y cinco por ciento anuales, la economía colombiana difícilmente podrá despegar de manera definitiva, por más que se insista en el cumplimiento de la regla fiscal que, dicho sea de paso, tiene cada vez más  excepciones y flexibilidades.  A ello se  suma que la deuda pública del orden nacional viene aumentando consistentemente  y restringe cada vez más la movilidad presupuestal.

Visto todo lo anterior es necesario que el país se prepare para continuar con un crecimiento mediocre, por más que se insista artificiosamente en considerarlo positivo frente al que registran otras naciones del continente, con realidades productivas muy distintas a las nuestras.